El dossier de Macarena es convenientemente filtrado a los medios de comunicación hegemónicos chilenos de tendencia conservadora y exponen a la ninfa al escrutinio popular, tanto en canales de televisión de alcance nacional, como la prensa escrita amarillista. Fueron cuarenta y ocho horas de noticias y contenidos ininterrumpidos en que la masa crítica vio con aviesos ojos la filiación política de la moza. Nieta de terrorista, comunista y prostituta eran los epítetos que el vulgo comenzaba a mentar en la vía pública. Macarena recibió una llamada de los máximos líderes de la izquierda chilena y en los días siguientes se ventiló el perfil de Lucía Klement en las redes sociales, en varios portales de internet y unos periodistas que trabajaban en dos canales televisivos y aprovechando la primicia, exhibieron el currículo de la nieta del fallecido jerarca y asesino nazi. La opinión pública recibía un nuevo estímulo explosivo. A pesar que desde la lógica, ninguna de las dos mujeres debía cargar con el peso de sus familiares, la sentencia de la calle, inducida por los mass media se polarizó. Sorprendentemente, los jerarcas de las extremas derechas e izquierdas, quienes eran minoría, gozaban de claridad meridiana. Ambos apoyarían a todo evento a sus eventuales estrellitas ocasionales. Sin embargo, el resto del poder político se replegó en un misterioso mutismo. Los tradicionalistas moderados, si bien, veían con buenos ojos defender a una mujer emprendedora y exitosa, les dificultaba aparecer junto a una persona que recordaba un pasado ominoso para la humanidad. Los liberales, por su parte, salvaguardar a una mujer que se oponía abiertamente al poder omnímodo y sin contrapeso era un deber moral, pero las críticas de las feministas respecto a que Macarena perpetuaba el machismo al trabajar en un café con piernas y que su abuelo paterno buscara una solución armada y confrontacional en vez de una pacífica y reflexiva (que era la imagen que deseaban proyectar), les incomodaba. Incluso, al mismísimo gobierno chileno de jóvenes líderes de una supuesta izquierda renovada, tal incordio los superaba. Sin un acuerdo previo, apostaron todos y al unísono por desentenderse del quemante problema y apostar a la curva del olvido del populacho, cuya memoria padecía de un déficit atencional galopante. Los medios de comunicación dejaron de exhibir cualquier contenido siquiera tangencial del affaire Pellegrin - Klement y la llama se consumió lentamente. No así para la prensa mundial que siguió a distancia, pero con suma atención este singular conflicto criollo.
Macarena Pellegrin, aprovechando su incipiente fama, se radicó en Cuba y comenzó una carrera de embajadora y representante de la nueva juventud izquierdista libertaria. Lucía Klement optó por el ostracismo momentáneo, ya que los ultra derechistas la sacarían a la luz para probarla en una carrera política a futuro. Empero, en sus fueros internos, la bella tuvo que guardar en el baúl de sus sueños el convertirse en una modelo que exhibiría sofisticadas creaciones de diseñadores de alta costura en las más importantes pasarelas mundiales, ya que la familia Pellegrin debía mantener los ideales a todo evento. En cuanto a Lucía, su vocación de servicio había sido interrumpida abruptamente en su juventud, ya que secretamente viajó a Etiopía en los ochentas, con el fin de trabajar en el voluntariado, sin embargo, sus padres la trajeron de vuelta de un ala, mostrándole el futuro de empresaria ya trazado. Ambas intentaron una sublimación de sus vocaciones. Macarena llenando ese vacío con una breve estadía en un café con piernas. Lucía, con una cortísimo e interrumpido compromiso social en África. Dos monedas de oro, que las circunstancias y las contradicciones de la existencia habían confundido para siempre.
FIN