Fabián siempre se consideró un caso perdido, una carta marcada por la mala suerte. Eso era al menos lo que él creía. Pruebas para ello le sobraban. En su cajón del velador abundaba un recetario en pastillas que ya lo desearía un poeta maldito en el peor de sus días. Su trabajo era un prodigio del concepto de la paradoja, ya que gestionaba una empresa de seguridad, cuando ni el mismo encontraba seguridad en su vida y, para rematar, sus relaciones amorosas brillaban por su ausencia. Es en ese punto que su negra visión era de corto alcance. Si bien el día representaba la oscuridad, la noche, antitéticamente, era su soma. Los clubes para caballeros de la ribera p(l)utónica de las comunas de Ñuñoa y Santiago Oriente eran La Isla de la Tortuga para un pirata noctámbulo como él.
Follaba por 40.000 pesos, luego, 30, bajaba a 20 y, por último, las damiselas de la noche lo dejaban incursionar gratis por sus generosas anatomías. Su secreto... la galantería. Las hacía sentir amadas en todo el sentido de la palabra, incluso se daba el lujo de decir que -le era fiel a cada una - en presencia de las bellas y estas le celebraban ruidosamente la ocurrencia.
Mas Fabián sabía en su interior que todo era una mentira, porque el amor no golpeaba a su puerta hacía demasiado rato. De noche en noche y de encuentro en encuentro, perdía la esperanza. Pagaba su consumo a la cajera y se retiraba apesadumbrado a su hogar. Sin embargo, una noche, al llegar a su dormitorio y luego de una juerga descomunal, registró sus bolsillos buscando sus pastillas y sólo encontró la boleta del nigth club. Iba a deshacerse de ella cuando miró el reverso del papel en donde se garabateaba un número de celular y una inicial, E.
Digitó los guarismos y presionó la tecla "llamar". Del otro lado contestó la voz baja y dulce de una mujer.
- Sí, diga...
- Me dejó este número en la boleta.
- ...
- Aló, ¿me escucha?
- Sí, te escucho. Al fin me llamaste.
- Pero, ¿quién eres?
- Soy Eva, la cajera del nigth club.
- Te llamas Eva, ¡qué hermoso nombre!
Eran Fabián y Eva. El vividor desconsolado y la cajera vigilante en las sombras, el caballero oscuro y la dama paciente, el primer ser de la nueva era y su compañera ideal. Su maravillosa unión se celebró en todos los planos de existencia, ya que los desterrados del paraíso por fin se habían reencontrado en una tierra olvidada por los dioses y entregada al más brutal de los comercios.
Cuando él entró en ella una titánica ráfaga de energía invadió la materia y la anti-materia. Era el advenimiento del nuevo tiempo y, de las cenizas del anterior, el surgimiento del hombre nuevo. Ya los sagrados escritos podían agregar una nueva línea divisoria a las otras célebres. A saber: antes y después de Cristo, antes y después de los Beatles, antes y después de El ciudadano Kane, antes y después de Watchmen, antes y después de Pelé y Maradona y, finalmente, antes y después de Fabíán y Eva.