miércoles, 26 de febrero de 2020

Maus, una originalísima fábula del Holocausto.(Seudo-crítica literaria).



Era el día de mi cumpleaños y mi hijo Felipe me tenía un regalo especial. Dentro de una bolsa de papel rústico y biodegradable se encontraba la novela gráfica Maus; relato de un superviviente, de Art Spiegelman. Hacía ya años que mi hijo sabía de mi afición a las novelas gráficas y al cómic en general, por lo que decidió, y en una muy buena hora, donarme esta magnífica obra que enriquecería mi biblioteca personal. Le di un abrazo apretado y un beso de padre agradecido, mientras sostenía en una de mis manos el libro. Al ver la portada mi alegría bajó algunos cambios. La obra venía en su idioma original, es decir, en inglés. Intentando que Felipe no se diera cuenta de mi expresión, le comenté por lo bajo e intentando ser lo más empático posible que su padre no dominaba el idioma de los bretones. Mi vástago se apenó, pero como buen integrante de la nueva generación aguerrida, se rehízo y, a la brevedad, me comentó que iría a la librería y ejecutaría el cambio. la edición en español ya no se encontraba y la intercambió por Pesadillas, de Katsuhiro Otomo, la novela gráfica seminal que sería el puntapié inicial de la monumental obra que acometería el maestro japonés. Hacia rato que deseaba leer y poseer Maus, por lo que la idea me mantuvo inquieto, hasta que ingresé a un local y me apropié de ella.

No niego que soy un lector voraz de cómics y, por deformación, amo no sólo el texto, sino el arte del dibujante (Dikto, Ross y Corben, por nombrar solo algunos maestros). Es por ello que al ver las primeras hojas de Maus, me decepcioné. Eran ilustraciones, según mi ignorancia supina: Básicas, sucias y desprolijas. Mi error (aunque yo la llamaría horror) se detuvo ahí. Acabé de leer la obra de Spiegelman y un sentimiento de recogimiento y placer literario recorrió mis fibras. Entendí por qué había sido galardonada con un Pulitzer y se le nombraba entre las mejores obras del noveno arte. Y aunque llegó a mis manos con casi 33 años de retraso, su lectura fue un goce estético. Vamos por partes. Es un texto extenso, qué duda cabe. Sin embargo, se entiende que el autor, luego de las largas entrevistas que le realizó a su padre, necesitaba de un espacio considerable para volcar todas ellas en el papel. Sí, es una obra basada en hechos reales. Es el periplo del padre de Art Spiegelman: Vladek. Un judío viviendo en la Polonia que iba a ser ocupada por los nazis y sus desventuras que acaban en el campo de concentración de Auschwitz. El autor, en una radical decisión, opta por mostrar lo ocurrido en esos terribles años de la Europa de la Segunda Guerra Mundial, ocupando variadas e inspiradas claves y técnicas literarias y visuales y no cayó en la tentación maniquea del mensaje estereotipado, es decir, presenta los horrores de la guerra, pero su protagonista, es tan humano como cualquiera y se le muestra en varias dimensiones, esto es, valiente, fastidiado, clasista, con iniciativa, pragmático, reaccionario, entre otros. Como diría Nicanor Parra: “Un embutido de ángel y bestia”.

Si bien, la historia se centra en Vladek y sus circunstancias, Spiegelman realiza un notable contrapunto con la relación que se establece entre el protagonista y su hijo (el propio autor de Maus). Es el padre demandante, que se sabe sobreviviente del Holocausto y presiona a su hijo, ora manipulándolo con sus penas pasadas y actuales, ora fastidiándolo con recriminaciones. Ambos escenarios se presentan en forma de montaje y flash backs. Así vamos conociendo y adentrándonos en la experiencia límite vivida por Vladek en ese momento odioso de la historia de la humanidad y su situación familiar actual, no exenta de penas y tristezas.  Otro elemento destacable es la narración en clave de fábula. Los alemanes son gatos, los polacos, cerdos y los judíos, ratones (esto último es lo que le da el nombre a la novela gráfica, ya que maus significa ratón en alemán). En esa época, la individualización era casi imposible de lograr, debido a que el mundo era entendido de manera polarizada. Por ello, cada grupo humano o raza es identificada con un animal, perdiendo todo sentido de identidad personal. Además de intentar una especie de narración didáctica – moralizante, que, al leer la obra, se difumina progresivamente. Es un téngase presente, pero mirado con la distancia que dan los años y la experiencia del autor, quien no cae, como antes se mencionó, en caricaturas (¡y es un cómic!), ni en maniqueísmos que agradarían a la galería. Se convierte, entonces, en un valioso aporte y punto de vista respetable del Holocausto provocado por los nazis.


La novela gráfica derrocha emociones honestas y sentimientos encontrados, ocupando para ello una estética expresionista. A ello se suman las imágenes que son presentadas en estricto blanco y negro, las que refirman tal aseveración. Spiegelman estructura una iconografía engañosamente simple y la ensucia a propósito, logrando su objetivo. Estamos en presencia de una obra de arte mayor que ha no envejecido y se reactualiza con los años. Cabe dentro del panteón mayor y se ha convertido en una pieza capital del noveno arte.

Spiegelman, Art. Maus; Relato de un superviviente. Pantheon Books. USA. 1980 (Traducción Planeta De Agostini).

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