Era el día de mi cumpleaños y mi hijo Felipe me tenía un regalo
especial. Dentro de una bolsa de papel rústico y biodegradable se encontraba la
novela gráfica Maus; relato de un
superviviente, de Art Spiegelman. Hacía ya años que mi hijo sabía de mi
afición a las novelas gráficas y al cómic en general, por lo que decidió, y en
una muy buena hora, donarme esta magnífica obra que enriquecería mi biblioteca
personal. Le di un abrazo apretado y un beso de padre agradecido, mientras
sostenía en una de mis manos el libro. Al ver la portada mi alegría bajó
algunos cambios. La obra venía en su idioma original, es decir, en inglés.
Intentando que Felipe no se diera cuenta de mi expresión, le comenté por lo
bajo e intentando ser lo más empático posible que su padre no dominaba el idioma de los bretones. Mi vástago se apenó, pero como buen integrante de la nueva generación aguerrida, se rehízo y, a la brevedad, me comentó que iría a la librería y ejecutaría el cambio. la edición en español ya no se encontraba y la intercambió por Pesadillas, de Katsuhiro Otomo, la novela gráfica seminal que sería el puntapié inicial de la monumental obra que acometería el maestro japonés. Hacia rato que deseaba leer y poseer Maus, por lo que la idea me mantuvo inquieto, hasta que ingresé a un local y me apropié de ella.
No niego que soy un lector voraz de cómics y, por deformación, amo no
sólo el texto, sino el arte del dibujante (Dikto, Ross y Corben, por nombrar
solo algunos maestros). Es por ello que al ver las primeras hojas de Maus, me decepcioné. Eran ilustraciones,
según mi ignorancia supina: Básicas, sucias y desprolijas. Mi error (aunque yo
la llamaría horror) se detuvo ahí. Acabé de leer la obra de Spiegelman y un
sentimiento de recogimiento y placer literario recorrió mis fibras. Entendí por
qué había sido galardonada con un Pulitzer y se le nombraba entre las mejores
obras del noveno arte. Y aunque llegó a mis manos con casi 33 años de retraso, su
lectura fue un goce estético. Vamos por partes. Es un texto extenso, qué duda
cabe. Sin embargo, se entiende que el autor, luego de las largas entrevistas
que le realizó a su padre, necesitaba de un espacio considerable para volcar
todas ellas en el papel. Sí, es una obra basada en hechos reales. Es el periplo
del padre de Art Spiegelman: Vladek. Un judío viviendo en la Polonia que iba a
ser ocupada por los nazis y sus desventuras que acaban en el campo de
concentración de Auschwitz. El autor, en una radical decisión, opta por mostrar
lo ocurrido en esos terribles años de la Europa de la Segunda Guerra Mundial,
ocupando variadas e inspiradas claves y técnicas literarias y visuales y no
cayó en la tentación maniquea del mensaje estereotipado, es decir, presenta los
horrores de la guerra, pero su protagonista, es tan humano como cualquiera y se
le muestra en varias dimensiones, esto es, valiente, fastidiado, clasista, con
iniciativa, pragmático, reaccionario, entre otros. Como diría Nicanor Parra:
“Un embutido de ángel y bestia”.
Si bien, la historia se centra en Vladek y sus circunstancias,
Spiegelman realiza un notable contrapunto con la relación que se establece
entre el protagonista y su hijo (el propio autor de Maus). Es el padre demandante, que se sabe sobreviviente del
Holocausto y presiona a su hijo, ora manipulándolo con sus penas pasadas y actuales,
ora fastidiándolo con recriminaciones. Ambos escenarios se presentan en forma
de montaje y flash backs. Así vamos conociendo y adentrándonos en la
experiencia límite vivida por Vladek en ese momento odioso de la historia de la
humanidad y su situación familiar actual, no exenta de penas y tristezas. Otro elemento destacable es la narración en clave de fábula. Los
alemanes son gatos, los polacos, cerdos y los judíos, ratones (esto último es
lo que le da el nombre a la novela gráfica, ya que maus significa ratón en
alemán). En esa época, la individualización era casi imposible de lograr,
debido a que el mundo era entendido de manera polarizada. Por ello, cada grupo
humano o raza es identificada con un animal, perdiendo todo sentido de
identidad personal. Además de intentar una especie de narración didáctica –
moralizante, que, al leer la obra, se difumina progresivamente. Es un téngase
presente, pero mirado con la distancia que dan los años y la experiencia del
autor, quien no cae, como antes se mencionó, en caricaturas (¡y es un cómic!),
ni en maniqueísmos que agradarían a la galería. Se convierte, entonces, en un
valioso aporte y punto de vista respetable del Holocausto provocado por los
nazis.
La novela gráfica derrocha emociones honestas y sentimientos encontrados,
ocupando para ello una estética expresionista. A ello se suman las imágenes que
son presentadas en estricto blanco y negro, las que refirman tal aseveración.
Spiegelman estructura una iconografía engañosamente simple y la ensucia a propósito,
logrando su objetivo. Estamos en presencia de una obra de arte mayor que ha no
envejecido y se reactualiza con los años. Cabe dentro del panteón mayor y se ha
convertido en una pieza capital del noveno arte.
Spiegelman, Art. Maus; Relato de un superviviente. Pantheon Books. USA. 1980 (Traducción Planeta De Agostini).
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