domingo, 13 de abril de 2008

Extraños vecinos extraterrestres

La experiencia generalmente será mejor pedagoga que la teoría. Digo esto ya que esa noche comprendí cabalmente el significado del concepto paranoia (perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas, según el Diccionaro de la Real Academia Española de la Lengua).
Durante años les enseñé a mis alumnos que la paranoia era una de las características fundamentales que poseía el mundo literario de la Ciencia - Ficción. Toda vez que nos atemoriza sobremanera el presentir que las invasiones extraterrestres, lo inexplicable y el fin de la humanidad podrían estar agazapados a la vuelta de la esquina y dispuestos a estallar sobre nuestros rostros.
Esa vez me había quedado trabajando hasta tarde en el colegio. Salí de la oficina sin antes ver el reloj de la pared. Eran las 11.07 hrs. Salvo el nochero, no se encontraba persona alguna en el recinto. Aseguré la puerta y me disponía a salir cuando detrás del murallón que divide el recinto educacional vi una extraña iluminación. Como me encontraba en un segundo piso mi posición de vigía parecía ideal. Es un terreno abandonado sólo poblado por malezas y algunos automóviles en mal estado, que se encuentran detrás de un servicio bencinero ubicado en el Cantagallo.
Los destellos le dieron al recinto una apariencia tenebrosa, porque se dibujaban en la oscuridad los contornos de los vehículos y las matas semejaban brazos extendidos. Paralizado por el miedo y detrás de un delgado pilar del edificio observaba como se abría el piso de tierra y escombros de donde emergía lentamente una nave circular de moderadas proporciones. Detuvo sus maniobras cuando su base se encontraba a ras del piso. Esperó unos segundos y levantó el vuelo a una velocidad inaudita, perdiéndose en la noche santiaguina.
Salir lo más pronto posible del lugar, llegar al paradero de microbuses y subirme a uno de ellos deben ser las empresas que más rápidamente he cumplido en mi vida.
Ya repuesto de la experiencia y sudado entero estúpidamente reflexioné en voz alta:
- De ahora en adelante portaré mi cámara fotográfica en mi mochila, desde mañana prestaré más atención a los trabajadores del servicentro gasolinero e intentaré detectar que se traen entre manos y finalmente me disculparé con mi hermano menor, quien construyó en el sótano de su casa un búnker.

2 comentarios:

Pato99 dijo...

Muy bueno. Creo que esto explica el por qué las pelotas desaparecen de una forma inaudita.
Quizás sea un servicentro para naves voladoras, ubicado justamente al lado del colegio.

Tito Diaz dijo...

Pato: ya es hora que sepas la verdad. Los balones con los que ustedes juegan y que "accidentalmente se pierden tras esa pared", en realidad son succionadores de energía humana vital,creados por nuestros vecinos alienígenas.