domingo, 5 de julio de 2009

Un amante senil (Part time lover)




Manolo frisaba ya los sesenta y cinco años y no abandonaba su búsqueda por nada. Sabía que en algún lugar de esta tierra abandonada por Dios encontraría a la mujer de sus sueños.

En su juventud fue un novio de todo terreno. Patricias, Doris, Martitas, Marcelas y Magalis desfilaron por su vida y, tan rápido como llegaban a ella, la abandonaban sin pena ni gloria. Llegó el matrimonio sólo porque había que casarse. Craso error. María era el modelo opuesto a su atípico rastreo amoroso. El divorcio no tardó en llegar y la semilla que resultó de esa extrema y demasiado mundana pareja los odió hasta el día de hoy.

Desde ese momento y a la fecha, se transformó en un ferviente coleccionista de fracasos, siendo el más sonado aquel en donde conoció a la mujer más gélida de que tuvo memoria. Digo hasta ahora, porque según las investigaciones que he realizado en el caso de este bizarro amante, la crónica policial aclara en algún punto lo que sucedió. Me explico.

El viernes pasado se le vio acompañado por una hermosa anciana (quizá algo mayor que él) en un salón de baile para adultos mayores. Danzaron por casi dos horas para luego desaparecer en la noche, utilizando un radio - taxi como medio de escape. La boleta N° 5857 del Motel "Toi e Moi" confirmó su presencia en otro de sus paraderos. Lo extraño es que en la habitación que, supuestamente, los seniles amantes consumarían su apetitos atrasados, encontraron dos inertes cuerpos. Uno de ellos el de una mujer joven, trigueña, de piel blanca y de un metro con sesenta centímetros de altura. El otro, un robusto muchacho, pelo negro y ojos verdes, de un metro y setenta centímetros de altura. La policía no entendió nada y, para no pasar por ineptos, cerraron el caso, esperando que los deudos no indagaran más de la cuenta.

Pero la verdad, o lo que queda de ella se asoma en ocasiones. Entraron dos ancianos al romántico lugar. Se despojaron de sus ropas y desde el momento que se amaron comprendieron que la búsqueda había terminado. Mientras se poseían uno al otro, sus cansadas y fláccidas carnes iban recobrando vigor. Sus músculos se volvían fuertes y su energía reaparecía en todo su esplendor. Orgasmo tras orgasmo se descubrieron como las almas gemelas perdidas, aquellas con la que se tiene un místico vínculo. Se habían encontrado y de una forma maravillosa. Podían iniciar su viaje astral, siguiendo esta vez el verdadero camino amarillo hacia la tierra prometida y despojarse de esos molestos cuerpos que, al fin y al cabo, atan momentáneamente a esta dimensión.

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