domingo, 12 de julio de 2009

Tedio productivo (del archivo de "Santiago distópico")

SENSUALIDAD DE ALTO RIESGO
EN EL METRO DE SANTIAGO

Era una mañana como cualquier otra en el tren metropolitano. Andenes y carros atestados de gente que demostraban prisa por llegar a un destino predeterminado por misteriosas fuerzas que dominaban en las sombras. Yo sólo era un peón más, un binario perfectamente programado y que calzaba de manera precisa en el gran ordenador. Fue entonces cuando las vi...

En un primer momento se mimetizaban con nosotros. Sin embargo, una de ellas, aprovechando que el tren se detenía más tiempo del normal, extrajo un lápiz labial de su bolso y comenzó a deslizarlo por sus labios, mientras se miraba en un diminuto espejo. Las ojos de los pasajeros no pudieron evitar captar en toda su plenitud aquel sublime y mágico momento. Era sólo el inicio. Su acompañante, coquetamente, comenzó a aplicar en sus mejillas una base de rubor con un pincel de abultados pelos. Las otrora mujeres masa, ahora semejaban dos maravillosos ángeles.


A la mañana siguiente otras jovencitas, aprovechando las cada vez más frecuentes detenciones de los carros y ya advertidas de nuestro vivo interés en observarlas, comenzaron a acicalarse de modo sensual. Fue así que los delineadores cumplían con la tarea de renacer bellos ojos femeninos y la paleta de rimel, dibujaba cual artista los rostros de nuestros objetos, a esas alturas, ya deseados. Cada una de ellas competía por nuestra atención total y se nos dificultaba optar por sólo una de ellas. El torneo se desató y alcanzó niveles inauditos. Cada día poseía su afán. Nosotros, absolutamente agradecidos, tomabamos palco para presenciar el encuentro de cada mañana.

Ellas, ya no contentas con motivar nuestra líbido, se enfrascaron en despertarnos el morbo y el terror. No sólo se aplicaban el maquillaje eróticamente, sino que además lo efectuaban con el tren en marcha, agregando un peligro inminente. Con el corazón en la boca, nosotros esperabamos que luego de una brusca detención, un lápiz labial fuera tragado por una dulce boca femenina o aún peor, que un delineador reventara el ojo de una de las bellas. El paroxismo ocurrió cuando una colegiala se sentó resueltamente en el piso. Buscó dentro de su mochila el bolso de pinturas y dio comienzo a la operación, mientras sostenía un pequeño dulce de paleta en sus labios. Demás está decir que si el maquinista hubiera recibido la orden de detención perentoria, la estudiante habría sido aplastada por los numerosos pasajeros que la rodeaban.

Traté de abstraerme de tal horrorosa situación y dirigí mi vista hacia otro lugar, lejos de esas endemoniadas mujeres. Confieso que no me agradó lo que descubrí. Dos muchachos intercambiaban aviesas miradas en las que creí descubrir el que sería el germen del torneo masculino que se avecinaba. Si prospera esa maldita idea (y creo que nada la detendrá) optaré por viajar definitivamente en las destartaladas micros viejas. Por lo menos, en ellas nadie desea probarle nada a nadie. Además me da escalofrío pensar cuando aquellos jóvenes, arrastrados por el insano deseo de vencer a cualquier precio, acaben portando filosas navajas y se afeiten en seco, usando los vidrios de las puertas correderas como improvisados espejos mientras los carros del Metro se desplazan por la capital.

1 comentario:

leobeatnik dijo...

Me sumo a los Blogs my friend. Sòlo que no se decorarlo con fotos o imágenes..neófito aun. Visitelo.
Un abrazo