jueves, 20 de marzo de 2008

En 360º

Él sabía hasta el más mínimo detalle de lo que le esperaba, sin embargo siguió adelante. La consigna se cumpliría contra viento y marea. Poco importaba su opinión. Había que llevar a cabo la misión sin cuestionar.

Su espacio predilecto para encontrarse con la gente era la Plaza de Armas. No existía una síntesis más acabada de las personas del lugar que aquel amplio espacio. Vendedores ambulantes, desempleados, inmigrantes ilegales, viejas prostitutas y ladrones de poca monta, entre otros, formaban parte del paisaje urbano.

Su perseverancia le ayudó a hacerse un espacio entre ellos. En un principio lo creyeron un predicador más, tan pelmazo como todos. Sin embargo, su mirada dulce y la convicción que irradiaban sus palabras acabaron por seducirlos. Sus historias los entretenían y les hacían olvidar su triste realidad.

Pero era jueves en la noche. Era la hora que esperaba...

Una redada policial capturó a todos los que se encontraban alrededor del monumento al orgullo mapuche. Fueron conducidos a una comisaría en Santo Domingo. Apartaron a hombres y mujeres. Él fue tratado como un indocumentado. Además lo confundieron con un traficante de pasta base, ya que el parecido con el criminal era asombroso. En una sala oscura lo interrogaron violentamente. Él sólo ponía a disposición su otra mejilla. Esto encolerizaba aún más a sus captores. Ya a medianoche sus cuerpo torturado daba muestras de fatiga. Los demás quedaron en libertad.
El viernes fue llevado ante el juez. El magistrado no se encontraba de buen humor. Trabajar en un día feriado de Semana Santa nunca fue de su agrado. Dictó sentencia sin siquiera mirar al acusado. Lo condujeron a la cárcel de Colina.
Una vez dentro, los gendarmes se enteraron que era un famoso traficante y datearon a los reos, ya que algunos de estos pagaban muy bien los servicios de soplonaje de indeseables que no cancelaban sus deudas de juego.
Al anochecer ya su vida se había extinguido.
El sábado, sus restos ingresaron a la morgue del penal.
En la madrugada del domindo su cuerpo había desaparecido, ya que no se encontraba sobre la fría plancha de metal. Los gendarmes se extrañaron al principio, luego volvieron a su rutina. No era la primera vez que un cadáver era sustraído por los internos con el objeto de vender los órganos.
La tragedia acababa una vez más. El ciclo sin fin volvía a cerrarse, por ahora...

2 comentarios:

pipe 101 dijo...

Solo hemos cambiado los látigos y cruces por rejas e indiferencias.

(está bueno "El Grito")

Tito Diaz dijo...

Así es Pipe, y la rueda de la historia girará hasta que se rompa su eje.