lunes, 20 de mayo de 2024

Vampirismo docente VI parte

 


Mariano, ya convertido en Jacobo, desembarcó en el puerto de Bristol y dirigió sus pasos a Londres. Era el miércoles 13 de agosto del año 1888. Durante los meses que duró su travesía en barco por el Atlántico meditó acerca de cómo llevaría a cabo su venganza en contra de la raza humana, aquella a la que había observado y abominado durante siglos y siglos. Su grado de locura reciente, erudición cuasi infinita y la perfección lograda en su motricidad fina le serían poderosas armas que utilizaría para sus macabros fines. Lo recibió un Londres fétido, superpoblado, lastimosamente violento y pobre. Se radicó en el East End, siendo Whitechapel su futuro centro de operaciones.  

Su desequilibrada mente urdió un espantoso y sofisticado plan. Las muertes diarias de personas, en especial de los más débiles, ocurrían por doquier en ese antro londinense. Sin embargo, decidió que la barbaridad que llevaría a cabo distaría largamente de los homicidios realizados a la fecha. Su vocación docente se extravió en el lado oscuro. Entre el viernes 31 de agosto y el viernes 9 de noviembre de ese año, Londres vivió un horror nunca antes visto. Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes  y Marie Jane Kelly, prostitutas de oficio, fueron consumidas hasta la muerte por la mirada vampírica de Jacobo y luego destripadas salvajemente, empero, con una precisión quirúrgica aprendida por una vida inmortal. Es más, decidió coronar su atroces fechorías, enviando a las autoridades de la época dos cartas. En una de ellas se autodenominó Jack, El Destripador, en donde se mofaba de la impericia policial y en otra, una misiva a George Lusk, líder del Comité de Vigilancia de Whitechapel, cuyo remitente lo enviaba "Desde el infierno", adjuntando una pequeña caja que contenía un riñón, preservado en metanol.  Ambos escritos usando caligrafías dispares, técnica que dominaba a la perfección. Luego desapareció en el más estricto silencio, dejando boquiabiertos, confundidos y aterrados a unos londinenses (y luego al mundo) que asistieron al inicio de los asesinos seriales, más este no destacó solo por ser el que dio el vamos a estas carnicerías, sino que serían los crímenes insuperables que nunca serían resueltos, debido a la perfección con que los acometió.  

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