Un objeto bizarro
Lo que se encuentra oculto y vive entre en las sombras, manipulando los hilos y controlando los destinos de las personas, sin que estas siquiera se percaten de esta situación es el gran logro de las agrupaciones secretas. Mientras menos se les perciba triunfan en grande, ya que sus conexiones se extienden por prácticamente todo el globo terráqueo.
La Francmasonería (o derechamente la Masonería) es una de estas hermandades. Por descontado se da que sus redes se encuentran en nuestro país desde la época posterior a la Patria Vieja. Algunos de nuestros connotados próceres fueron enrolados en sus filas y destacaron por lo alto. Aún en nuestros días se reconocen símbolos e íconos de la logia en símbolos patrios, monumentos e inscripciones y estos últimos se encuentran presentes en nuestro casco histórico santiaguino, dando cuenta de su impronta y presencia.
Ahora al punto. Paseando por el Persa Bío Bío, y expuesto en uno de los pequeños negocios efímeros del lugar, mis ojos clavaron su dirección en un objeto pequeño, plano, ovalado y gris, con una pequeña argolla adosada a él (seguramente su propósito era para reconocer mascotas extraviadas). Leí las inscripciones que contenía y, si bien, estaban escritas en ingles, reconocí la dirección de un domicilio de la ciudad de Leadville, en el Condado de Lake, Estado de Colorado, Estados Unidos.
Sin embargo, dos símbolos y una leyenda llamaron poderosamente mi atención. Las dos primeras, el inconfundible ícono de los masones con su compás y escuadra y las tres estrellas, encontrándose esta última al lado de la palabra COLO. Recordé que Texas era el estado de solo una estrella solitaria, por lo que no hacía sentido para mi las dos restantes. El dependiente, que detectó el vivo interés en mí me explicó que esta era una extraña y costosa pieza, que perteneció a Richard Oliver, hermano de Elsie, la madre de Jorge Robledo, ídolo del Colo Colo de los cincuentas e hincha acérrimo del cacique.
Había un posible juego de palabras y de símbolos con doble significado del objeto. Acortar el nombre de Colorado por Colo y tallar varias estrellas, haciendo alusión a algunos de los variados torneos ganados por el equipo albo era una conclusión plausible. Aparte que su antiguo dueño poseía una alguna vinculación con el club deportivo, al ser pariente de la madre de unos de los jugadores históricos del plantel. No puedo negar que aquello me motivó grandemente.
Sin embargo, y demás está decir, que puse en duda las palabras del dependiente. Empero, volvió a la carga. Extrajo de un desvencijado cajón un documento que acreditarían sus palabras. Era un certificado de autenticidad, aparentemente con todas las de la ley y para convencerme más aún, me dijo que podía pagarle el costo de la pieza en cuotas mensuales. A pesar del posible gato encerrado de la negociación, cerré trato y ordené a mi banco darle el importe mensual requerido. Fue solo el comienzo de una extraña travesía investigativa que me depararía algunas sorpresas.
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