miércoles, 7 de octubre de 2015

Sicario de mascotas (II parte)

Unos favores que me debía Jarita, un actuario de un juzgado de la zona oriente capitalina, me facilitaron el papeleo necesario para exhumar el cadáver de la perrita asesinada. No puedo negar que, ya comenzada la investigación, me asaltaban serias dudas acerca de la utilidad de mis pesquizas. Un animal muerto es historia. Y mi clienta solo necesitaba buscar una mascota de la misma raza y seguir su vida. Las probabilidades que hubiera sido atropellada, envenenada o golpeada brutalmente por algunos estupidos por el simple y dudoso placer de hacerlo eran extremadanente altas. Pero, la aparente tristeza que embargaba a mi clienta, además del suculento dinero que se encontraba desenvolzando para aclarar el caso me mantenían en la ruta. Esperé el informe de Peñaloza.

- Cumpa..., dijo Peñaloza, con la inquietud del que posee una información importante y el hálito de un dipsómano consumado, - este caso es raro.

Entró en materia y me explicó que la perrrita no había sido asesinada, sino que su deceso se debió a un aborto mal ejecutado. El pobre animal murió debido a que alguien, sin los básicos conocimientos de un obstetra, había intentado extraer un proyecto de cachorro de su vientre.

El caso por fin logró captar mi atención detectivesca. Recorrí el barrio de mi clienta. Entrevisté a vecinos, dependientes de negocios, un veloz cartero y un anciano jardinero. Todos entregándome información, que si bien era de rutina, me daban cierto contexto.

Hasta que me topé con la viejita chismosa del lugar... típica muestra del alma chilena.

                                                                       (Continuará).

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