Del Big Bang a Oxford Street
Dicen que el conocimiento da poder. La
humanidad ha hecho uso provechoso y abuso mezquino de esta máxima a través de la historia. El
Museo de Historia Natural del Londres abraza lo mejor de estas palabras y
expone, ante todo visitante que lo desee,
los descubrimientos científicos que grandes hombres han legado a su
prójimo para beneficio del que desee aprender.
Este jueves, nuestros muchachos y muchachas
visitaron este imponente edificio que alberga lo mejor de la apropiación
teórica del mundo por parte del hombre.
Al ingresar un amplio hall nos recibe y ubica como figura central los restos de
un enorme dinosaurio armado casi en su totalidad. Es la señal que nos advierte
de la espectacularidad de lo que se nos avecina. Cada salón congrega un trozo
de nuestra historia, que se remonta a millones de años atrás. Con la venia
protectora de Charles Darwin, cuya estatua de cuerpo entero ocupa un lugar de
privilegio en la nave central, visitamos cada lugar. De una manera didáctico – vivencial
(y agregamos emocionante), este museo nos da el privilegio de tener al alcance
de la mano restos de dinosaurios y fósiles de flora de la prehistoria (la
cabeza de un tiranosaurio rex impacta), una detallada muestra de la evolución
de las especies, de la mineralogía y el inicio de nuestro universo. No podemos
dejar de mencionar un ala que está dedicada a los fenómenos naturales, en donde
los visitantes pueden experimentar las sensaciones vívidas de un terremoto,
encerrados en una pieza cuyo piso bambolea fuertemente y todo utensilio se
estremece. No sabremos los chilenos de estas agitadas visitas que tenemos de
cuando en vez en nuestra patria.
Posteriormente, nuestros pasos se dirigen a
Oxford Street, en donde podemos recorrer a nuestras anchas una emblemática
calle de Londres que sintetiza, como lo hemos venido observando ya, la
tradición, la vanguardia, el multiculturalismo, la tolerancia y el diseño de
modas. Damos por finalizada la jornada… ¡Ah!, se nos olvidaba. Nuestros alumnos
compraron solo lo justo y necesario. Aunque deberíamos solicitar a nuestro
embajador en Inglaterra, el señor Rolando Drago Rodríguez, que nos consiga una
dispensa en el tonelaje del equipaje de los muchachos al regreso. Creemos que
23 kilos, a estas alturas, es un tanto risible.
Retornamos, ya que adquirimos un compromiso. En
la tarde nuestros estudiantes presentaron una muestra de la cultura chilena a
un grupo de estudiantes italianos. Esta incluyó una exposición de nuestro país,
su loca geografía, su organización política y administrativa, etc. Luego los
bailes: el Chocolate, la Cueca y una Diablada y el regalo de banderitas
chilenas y, en especial, el emboque hacen las delicias de los adolescentes
tanos. Se cierra la jornada con las canciones nacionales de Italia y de Chile
cantadas a todo pulmón y un sonoro
ceacheí. En resumen, una bella y emotiva jornada.
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