La increíble y
maravillosa historia de un reino que se enclavó en una isla, rigió un imperio
durante siglos y acabó siendo un símbolo para los bretones.
Antes de comenzar la penúltima crónica del viaje sean
nuestras primeras palabras de apoyo para todos nuestros compatriotas, padres y
familias, tanto de nuestros alumnos como de nuestra comunidad educativa, debido
al sismo ocurrido en tierra chilena. Toda parte del mundo es puesta a prueba
constantemente de las más diversas y extrañas maneras. En nuestro caso, los
desastres naturales, traducidos en movimientos de tierra y tsunamis que son los
obstáculos que la vida nos pone en nuestro peregrinar por la vida. Es deber de
todos extraer lo mejor de nosotros en cuanto a solidaridad, respeto por el
prójimo y la apropiación de la resiliencia necesaria.
En cuanto al UK, este martes el programa llevaba a nuestros
muchachos y muchachas a una locación de ensueño, el Castillo de Windsor. Si
intentamos precisar en dos palabras este lugar ellas son “palacio” y
“residencia”. La espectacularidad, tanto del castillo, como de sus interiores, deja sin aliento al privilegiado
visitante. Data del siglo XI y su construcción es de piedra firme. Es el
palacio habitado por la realeza más antiguo del mundo. Al ser un lugar de
habitación de la nobleza, no todas las dependencias pueden ser visitadas, sin
embargo “los apartamentos de estado”, “la capilla de San Jorge” y “la casa de
muñecas” bien valen la pena, ya que adentrarse en cada una de sus dependencias
es visitar un pasado en donde el poder se encuentra en cada bello rincón, un
presente de nobleza simbólica y un futuro de atracción turística imperdible.
Tanto boato y pompa, que confesamos nos maravilla, hace
aflorar, de cuando en vez, ese lado republicano y ladino que todo chileno lleva
en su sangre. Al observar la armadura que se mandó construir Enrique VIII, ya
para esa época con bastantes kilos de más, pensamos que sería un estupendo
presente para varios profesores del colegio, no tanto porque les calzaría
como un guante, sino que serviría como un elemento disuasivo para enfrentar las
últimas clases de los viernes por la tarde. O bien, importar a uno de los
guardias de palacio de Windsor. Esos de exquisita elegancia con su
característico casco de pelaje negro y
su inmaculada chaqueta roja, pero que permanecen impertérritos. Nos los
imaginamos en las porterías del colegio
sirviendo como emblema del mito de ser los ingleses de América Latina, o bien,
haciendo las delicias de nuestros estudiantes, en especial de los varones, porque al respetar fielmente la consigna de “no moverse”, nuestros alumnos harían su agosto practicando con ellos el juego del “cachetazo,
cachamal y paga doble”, protocolo seguido rigurosamente por este insigne grupo
y que nos señala y enaltece en las
tierras del UK.
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