miércoles, 3 de julio de 2024

Godzilla destruye Santiago de Chile (II parte)


Takashi reunió a su equipo de trabajo y les propuso su idea. Las mentes pensantes la evaluaron con la distancia que les daba el camino recorrido. Sorprender a una audiencia en el siglo XXI, que había sobrevivido a la turbulenta centuria anterior y que ya no comía vidrio no era recomendable. Más aún, cuando los dueños de la franquicia de los estudios Toho lo acicateaban con una pronta secuela de Godzilla. Pero Takashi se caracterizaba por su tozudez y obstinación. Urgió a su gente y los congregó para una lluvia de ideas. Durante cuarenta y ocho horas seguidas torturó a su equipo, hasta que a Masahiro Ishiyam, el colorista del grupo, se le iluminó la sabiola y propuso una búsqueda de un grupo numeroso de personas crédulas, inocentes y susceptibles de un país, región o localidad a las que se les aterrara con un mockumentary o falso documental, usando al abominable monstruo nipón y emulando el estilo inicial del gran maestro Welles.
 

El equipo completo compareció ante Mitsuru Shimada, Presidente de Toho Estudios, con la propuesta plasmada en una primorosa presentación audiovisual de alto estándar. El mandamás nada más escuchó la propuesta y estuvo al punto de enviar a Takashi y su corte a la mismísima cima del monte Fuji. El carcamal les espetó que la idea carecía de sentido comercial, la intrascendencia le invadía y el agua le entraba por todos los costados. El joven cineasta no se amilanó y usó su cuenta corriente cuyos fondos se sustentaban en la fama reciente. Además le recordó que poseían un contrato de, a lo menos, tres proyectos de  films de la saga de Godzilla. Shimada reflexionó y su sentido empresarial oportunista surgió en ese momento. Accedió a aprobar unos 790 millones de yenes (un poco más de cinco millones de dólares) y que Takashi se las arreglara como pudiera. Esa exigua cantidad poseía como objetivo que desistiera de su peregrina idea y que volviera a la cordura de un proyecto comercial masivo y altamente rentable. Sin embargo, la contumacia de galardonado oriental lo consumía por dentro. Aceptó el reto. Una nueva y desgastante junta creativa era convocada. Un semana completa de propuestas y contrapuestas, de gritos y nervios alterados se llevaba a cabo. Pero apareció una tenue luz al final del túnel. Con el risible presupuesto asignado realizarían varios teaser, que predecirían a un supuesto mockumentary que no se realizaría nunca, debido a que estos cortos consumirían todo el dinero. El objetivo siguiente consistiría en hallar un grupo numeroso de gente que armara un lio bárbaro al ver en pantalla imágenes del descomunal dinosaurio destruyendo alguna de sus ciudades, creando la ilusión que efectivamente sucedería. Takashi ya poseía alguna información preliminar. Se adelantó a su equipo y les ordenó que realizara un urgente y efectivo estudio del comportamiento de unos singulares habitantes de un país que se encontraba en las antípodas del primer mundo.

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