viernes, 28 de junio de 2024

Godzilla destruye Santiago de Chile (I parte)




Ese 24 de mayo del 2024, Takashi Yamazaki, ingresó por la puerta ancha al selecto grupo de cineastas ganadores de un Oscar. Pletórico, subió al proscenio, junto a su equipo, a recibir la mayor distinción del film en la categoría de los Mejores Efectos Especiales. No solo eso. Era la primera película japonesa en ser nominada y obtener el codiciado premio de ese rango en toda la historia cinematográfica del país del sol naciente y recreando nada menos que a unos de los íconos más representativos de la cultura pop oriental, Godzilla, el monstruo destructor. La cinta se denominaba Godzilla, minus one. El novel director recibió un tratamiento de rockstar en su tierra. Entrevistas a granel en los principales medios de comunicación, invitación a foros de connotados cinéfilos y ofrecimientos de proyectos al por mayor. No cabía duda alguna, era su momento de brillar. Sin embargo, un oscuro pensamiento le aguijoneaba su mente.      

Logró la cima y por experiencias de otros creadores del celuloide, sabía que esta era efímera y veleidosa. Urgía reinventarse, luego de la estrella alcanzada. Caviló por algunos días en su departamento de Tokio. Reflexionó tendido en su cama, se concentró mirando el techo y meditó sentado en el excusado. Nada. Hasta que clavó su mirada en un cuadro que portaba una fotografía de Orson Welles, su admiración máxima. Recordó que el primer acierto del maestro fue causar gran sensación y pánico colectivo en Nueva York y Nueva Jersey, cuando transmitió por radio un programa que adaptaba la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos, la que transmitía en directo la llegada de marcianos invasores a la tierra. Uno de los mejores directores de cine le trazaba el nuevo camino a recorrer desde el más allá. Impactar a la audiencia con un golpe de efecto demoledor y que se adhiriera al imaginario popular para siempre.

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