Nos reunimos a cenar cada primer miércoles del mes. Somos unos cuarentones con un pasado común. Estudiamos gran parte de nuestra escolaridad en el mismo colegio (no lo mencionaré para proteger la honorabilidad de nuestros mentores). Durante los primeros años de egreso, sólo unos pocos continuaron viéndose con regularidad. Pasó el tiempo y decidieron hacer el intento de hayar a la mayor cantidad de ex-compañeros posibles. La investigación contactó a varios nombres. Desde ese momento, ya hace unos diez años, un fiel y heterogéneo grupo se congrega alrededor de una mesa, degustando exquisitos platos, libando finos mostos y platicando de la vida.
Durante el primer lustro los temas de conversación apenas se desviaban del lugar común, pero éramos felices escapando de nuestras casas por algunas horas. Al comenzar el sexto año las citas languidecían. Luego de mucho cavilar se encontró la manera de reavivar el fuego. Relataríamos la historia no contada de Chile o el reverso de la medalla, bajo nuestra particular perspectiva y utilizando nuestras experiencias personales vividas durante nuestra niñez, adolescencia, juventud o edad madura. La idea tomó forma y, después de discutir a viva voz (lo que dio para dos cenas más), nominamos cada etapa de referencia, quedando como sigue:
"La década de la inocencia", "Los mil días de la irresponsabilidad", "Los tiempos del peligro solapado" y "El triunfo del mito", aludiendo a los últimos cuarentaiseis años de nuestra historia nacional.
Mis queridos cofrades, sabiendo que me castigaban de por vida, me designaron como el escribano de todas las narraciones que fueran dignas de destacar. Acepté con resignación.
Fue de consenso que la primera historia apelaría a la nostalgia más pura, la niñez. Nos enfrascamos en un nuevo coloquio y el resultado fue una votación muy sui generis de un tema un tanto bizarro que titulamos:
!Infancia en peligro¡
(Extraído de "La década de la inocencia")
Nuestros padres jamás se enterarían que las inocentes seriales de televisión extranjeras de los sesenta causaban en nosotros gran impacto. Y no nos referimos a la imitación de conductas violentas o malsanas. Lo que despertaba nuestra inquieta curiosidad eran los personajes femeninos que, cada tarde o noche, nos hacían soñar despiertos y sentir cosas que aún no podíamos explicar. La gracia se encontraba en que estos programas, aparentemente, no tenían como finalidad el despertar sexual de cada uno de nosotros, pero... !vaya cómo lo estimulaban¡ De ahí que el ranking presentado a continuación tiene una absoluta conección con nuestra líbido. Damos las gracias por ello.
Mención honrosa: Morticia Addams
Caroline Jones interpretaba a este personaje de la serie "Los locos Addams", basado en la tira cómica de Charles Addams. Cada vez que aparecía en pantaña con ese vestido ceñido a sus curvas, nuestras mentes olvidaban rápidamente acerca de qué trataba el show, ya que no escondía su sensualidad gótica, como tampoco su excelente conección con Homero en asuntos amorosos. Pero había algo que presentaba un pequeño escollo para nuestras ilusiones... era madre, lo que a veces nos ahuyentaba, dándonos terribles sentimientos de culpa (todavía no leíamos a Freud). Angélica Huston, quien asumió el papel en una película basada en la serie, no pudo borrar la imagen de Caroline.
Nº 3: Jeannie Bárbara Eden era "Mi bella genio". Habríamos dado encantados el mejor juguete que poseíamos por decir que ella era nuestra bella genio. Representaba los deseos sin cumplir de todos nosotros. Una mujer bellísima, ataviada como una odalisca que sugerían los contornos de su bella figura y dispuesta a satisfacer todos nuestros caprichos. Era el paraíso. Lástima que el pelmazo del mayor Nelson no se daba ni por enterado de su ventajosa posición. Además la serie se llamaba realmente "I dream of Jeannie". Nos enojábamos sólo de la envidia que nos causaba.
Nº 2: La señora Peel Ella era Diana Rigg. Nuestra amada señora Peel de la bizarra serie inglesa "Los vengadores". Lo de señora le venía porque era viuda. Esto acrecentaba nuestra adicción hacia ella. Además, en cada capítulo jugaba con nosotros, ya que se presentaba alternadamente con un vestido formal, para luego infartarnos con un modelo provocador. No nos molestaba que coqueteara con John Steed, ya que era evidente que a este último personaje muy británico no le iban las mujeres.
Nº1: Gatúbela
!Grandiosa, fantástica, diosa¡ Julie Newmar siempre será para nosotros Gatúbela. En ella se resumían todos nuestros deseos precoces. Ser felina, poseer una figura insuperable e interpretar un personaje de una sensualidad explosiva. No negamos que muchos pedimos como regalo de navidad el traje del murciélago de ciudad gótica para sentirnos un superhéroe y salvar el día (en el caso de Batman, la noche), pero en nuestro fuero interno sabíamos que al estar enfundados como el encapotado, nuestra primerísima misión consistiría en buscar a Gatúbela.
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