jueves, 14 de febrero de 2008

Magister interruptus

Miro por el amplio ventanal del salón y al disfrutar del delicioso azul de la cordillera te apareces de entre mis sueños. El momento y el lugar es ideal. Es invierno, sin embargo a la playa de Cavancha poco le importa, ya que nos regala un paisaje hiperrealista. Paseamos con las manos entrelazadas, como si nadie existiera, como si no fueramos responsables de nuestros actos. Te convenzo de que poses para mí. Te incomodas. Los que no sueñan te han convencido que una cámara fotográfica es tu peor enemiga. Insisto y accedes, sólo por complacerme. La tarde emprende la retirada, la imitamos. El juego de la seducción, ese que tanto nos gusta, da comienzo. En la cena te acaricio con mis mejores palabras. Tú me envuelves con la mirada de una mujer que pronto se transformará en felina. La noche nos pertenece. En la habitación busco ávidamente tus deliciosos labios, mientras mis dedos desabotonan lentamente tu blusa. Tu respiración se acelera y es entonces cuando sucede. Esa rubia del fondo nuevamente intenta copiarle a sus compañeros. Esta vez la enviaré castigada a la Inspectoría.

(En esta fecha romántica dedico esta narración a la persona que amé durante dos años, la única gatita pecosa que he conocido).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigo creyendo que el amor no puede morir...
Hoy día, escribiste con el corazón...

Tito Diaz dijo...

Es absolutamemente cierto. El amor no morirá nunca. A pesar de que quieren imitarlo, para
luego envasarlo y venderlo a buen precio. Nuevamente, gracias por tus palabras.

Anónimo dijo...

me gusto la prosa..
oe como q estas mejorando vite!!