La fantasía de Cristian, el Banana.
De todos los condenados enviados a nuestra capital, Cristian era el más joven y despreocupado de todos. Su humor era un rara mezcla de insensatez y agudeza. Se enteró de su detención en Cubewano por un matutino virtual y decidió entregarse para ahorrar trámites posteriores (ver "El origen de la condena"). Sufrió torturas físicas al comienzo, pero sus carceleros al enterarse que era un alma libre que respiraba únicamente su aire, lo confinaron para que esperara su sentencia.
Al llegar a la tierra y a nuestro país, los otros reos le aconsejaron que se asociara con alguien experimentado. Fue así que forjó un tandem con el "Chino", uno de los primeros humoristas desterrados que se había templado en la década de los ochenta, presentando una rutina disfrazado de payaso. Resultaba tragicómico ver al Chino arrancar por las calles del centro de Santiago con la policía de Pinochet tras él. Asemejaban a un gag del programa de Benny Hill, al que sólo le faltaba la música de fondo.
Las rutinas del "Chino" y el "Banana", apodo que Cristian eligió, eran de una simplicidad conmovedora, aunque la coprolalia no estaba exenta de sus temas. Gustaron porque poseían carisma y buena conección con el público que transitaba por la vía. De ambos, sólo Cristian, por ser joven, fue invitado a presentar pequeños papeles en programas humorísticos de la televisión. Jamás los hubiera aceptado.
Se creyó una incipiente estrella del espectáculo. Incluso, en una entrevista que le realizaron para un programa de televisión que presentaba como tema el humor callejero, llegó a decir que su único objetivo era ascender en su carrera lo más arriba que pudiera. En su fuero interno soñaba con presentarse en el escenario mayor de Las Vegas: el Caesar Palace.
A tanto llegó su ingenuidad e inconsciencia que en una de sus rutinas elevó considerablemente el nivel de complejidad de sus chistes, ante la atónita mirada de sus compañeros de exilio. La descarga de energía en su mente lo fulminó y cayó sin sentido en plena Plaza de Armas. Despertó luego de varias horas en una cama de un pobre hospital. Divisó a una pareja de hombres de riguroso terno negro y lentes oscuros que le sonreían amablemente. Estos le tenían una noticia maravillosa. Se presentaron como emisarios del benemérito gobierno de Kron. Le indicaron que su detención era un error y que, apenas se restableciera, podría volver a su planeta. Además le explicaron que sus palabras en aquel programa de televisión y la excelsa rutina humorística realizada anteriormente y que casi le cuesta la vida, las habían, respectivamente escuchado y observado, un turista norteamericano. Éste era hermano de un importante agente de artistas y deseaba conversar con él. Su regreso al planeta natal podría esperar. Se durmió plácidamente esa noche.
Los acontecimientos se sucedieron con una vertiginosidad impresionante: salir de Chile, embarcarse rumbo al país del norte y triunfar fue una superposición de momentos digno de cualquier cineasta experto en montajes. El Caesar Palace, el Flamigo y el Tropicana fueron testigos del éxito arrollador del "Banana". Le siguieron una invitación al Saturday Night Live, una entrevista con David Letterman, presentada de costa a costa y coronando toda esta desembocada sinfonía, una presentación especial de su mejor rutina en la entrega de los premios Grammy.
Esa noche de ensueño, Cristian posó su cabeza en la almohada enfundada en seda y contempló, una vez más, la perfecta desnudez de las dos bellas modelos con las que había tenido su privada celebración. Se entregó a un sueño plácido. Se sabía triunfador, un semi - dios.
Un desagradable ruido de motores dementes que venía de fuera lo despertó de improviso. Se encontraba en la misma cama del destartalado hospital santiaguino. Era de día y los quejidos de los demás enfermos comenzaban su letanía insoportable. Lo entendió todo. Kron y los suyos le habían aplicado el peor castigo, después de la muerte. Ser víctima de un simulacro, basado en un deseo que atesoraba en lo más profundo de su corazón, pero que había sido exteriorizado en una entrevista de un canal nacional. Creer vivirlo intensamente para descubrir que era una vil mentira.
Cristian descubrió en carne propia lo que significa el dicho nacional: por la boca muere el pez.
(Continuará con "El loco Freddy le hace honor a su apelativo")
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