El fallido intento de Paul Vásquez
Uno de los convictos que intentó denodadamente de cambiar su suerte fue Paul, el menor de los hermanos Vásquez. Luego de algunos trabajos en la calle junto a su familia y sin grandes logros, a finales de los ochenta los abandona y comienza una carrera con otro condenado: El Indio.
Rápidamente alcanzan una pequeña fama en la vía e intentan ampliar sus horizontes grabando sus presentaciones en formato VHS, incluso crean una festiva y grotesca saga, parodiando a un película de terror, famosa de aquella época: "Cementerio maldito". El reconocimiento llega por añadidura. Están viviendo sus quince minutos de fama.
Los medios de comunicación miman a la pareja de clows. Les dedican páginas y páginas en los matutinos, son invitados a programas de televisión y sus ingresos monetarios se multiplican. Sólo falta obtener el non plus ultra de los artistas nacionales, es decir una presentación en el Festival de Viña del Mar, espectáculo que es una rara mezcla de conciertos rocks de glorias pasadas, baladistas de dudosa calidad, humoristas con material previsible, damas de compañía que cobran en dólares sus apetecidos servicios y, la guinda del postre, una pareja de animadores muy glamorosa, pero anacrónica en el resto del planeta. Todo esto cubierto por una ávida y alocada prensa que intenta emular al canal de televisión privado "E" o la revista "Rolling Stones", obviamente muriendo en su intento de clonación.
En esta diminuta y pedestre jungla festivalera, nuestros héroes triunfaron. Su rutina, si bien de humor obvio ya que su condena no les permitía el alto vuelo (ver "La llegada a la tierra"), fue recibida con los brazos abiertos. Se habían graduado y con honores.
Lamentablemente, entre tanto jolgorio, Paul y el Indio olvidaron su condición de desterrados. El plan de Kron contemplaba estas eventualidades. Conocían al dedillo a los habitantes de este país porque los fanáticos de hoy serían la chusma inconsciente del mañana. La sobreexposición mediática y su origen popular los conducía irremediablemente al olvido. Faltaba el empujón final para que el maquiavélico plan del dictador estelar se consumara. Entonces se hizo pública la adicción a las drogas de Paul. El noviazgo con el jet set nacional había concluido y el horrible dedo de la ignominia los señalaría como los parias que siempre habían sido. La agonía de la derrota era vivida por ambos de manera amarga. Fue en ese momento que lo comprendieron. El plan de Kron se revelaba diabólicamente perfecto. El estado de prisioneros en este planeta estaba adherido a su piel, como una pitón a su presa.
(Continuará con "La seudo - ubicuidad del dúo Totoreto Show")
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