domingo, 17 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (VI)


Alex y Hans osan dar una vuelta de tuerca a su destino

El clan Vásquez, si bien desarmado por el alejamiento del hermano menor (ver "El fallido intento de Paul Vásquez"), no se amilanó y buscó la manera de sobrellevar su pena. Alex y Hans, luego de mucho cavilar creyeron dar con la solución. Asumirían su destino y lo enfrentarían con la mejor disposición posible.

Fue así que ensayaron arduamente sus rutinas, le dieron un perfil definido a cada rol que representarían ante el público y, lo más importante, nunca abandonarían la calle como lugar permanente de trabajo, sin embargo la Plaza de Armas no sería su escenario natural, sino que la fachada del Banco de Chile, ubicada en el Paseo Ahumada.

Se fueron haciendo de un nombre entre los paseantes, aunque en su fuero interno sabían que su incipiente y precaria popularidad se debía al parentesco con su hermano Paul. Su humor mantenía la ramplonería exigida y sumaban adeptos utilizando ingeniosamente la cultura popular. De muestra un botón. En sus presentaciones ambos vestían las camisetas de los dos más populares equipos del fútbol chileno. Alex, se ataviaba con la de Colo - Colo y Hans, con la de Universidad de Chile. Se enfrentaban en una batalla de bromas con palabras de grueso calibre para así denostar al contrario, haciendo las delicias de los simpatizantes de ambos clubes. Lo que estos últimos no imaginaban es que estos seres venidos de otro planeta ni siquiera manejaban los conocimientos más rudimentarios acerca del balompié. Las referencias las obtenían leyendo la prensa a diario.

Vivieron gratos momentos. Su plan de mantenerse unidos y bajo ninguna circunstancia abandonar la calle, daba frutos. Algunos pequeños empresarios teatrales de regiones los llamaban para efectuar presentaciones, manteniéndolos como teloneros. Si bien no era la felicidad que buscaban, los pequeños objetivos de respirar un aire parecido a la libertad se estaban cumpliendo.

Kron no había previsto que sus condenados asimilaran tan resueltamente las condiciones que les había impuesto. Alex y Hans parecían haber encontrado una novedosa forma de escape. La reunión de consejeros con el sátrapa no se hizo esperar. El resultado de tal contubernio fue digno del más satánico plan emanado del averno. Descubrieron que los hermanos Vásquez, en especial, Alex y Hans, habían desarrollado la envidia el uno por el otro, durante su infancia. Resultó fácil activar este dispositivo en sus mentes, ya que era un sentimiento apenas adormecido en ellos. Luego de varias rutinas humorísticas callejeras, en donde evidenciaron su malestar con el otro, terminaron agrediéndose mutuamente, ante la mirada morbosa de su, antes incondicional, público.

La separación fue la solución que tenían más a mano. Comenzar nuevamente desde cero, creando rutinas esta vez monologadas, la desconfianza en sus fans y en el precario futuro que les esperaba fue su nuevo castigo, sin contar con la herida familiar que tardaría muchos años terrestres en cicatrizar.


(Continuará con "La fantasía de Cristian, el Banana")

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