La llegada a la tierra
Resuelto los posibles paraderos terrestres de los extremistas, faltaba por dilucidar el tiempo histórico al que serían enviados. Kron, aconsejado por su alto mando, descartó de plano enviarlos a otra época que no fuera la contemporánea (según el concepto humano), debido a que en cualquier otro momento anterior en la historia del hombre, estos humoristas no tendrían la menor oportunidad de sobrevivir. La idea era que perduraran, para que así su castigo fuera perpetuo.
Me aterró que no decidieran enviarlos a un tiempo posterior a la era actual. No por los condenados, sino que, siguiendo la lógica del castigo aplicado, sólo en el presente (me refiero a nuestro día a día) estos permanecerían con vida. ¿Qué sabían de nuestro futuro planetario esta raza, evidentemente superior a la nuestra, que no deseaba mandar a los reos allí?
Comenzó la reubicación de los humoristas en las distintas ciudades. Se examinó el período exacto en que viviría cada uno de ellos. Un número reducido de ellos fue a dar a la década de los cincuenta en Dallas y sesenta en Tokio, la gran mayoría se repartió entre Moscú de principios de siglo, la ochentera Teheran y Kabul de fines de siglo XX. El resto de los indeseables, no más de diez, tuvieron como destino la ciudad de Santiago de Chile de mediados de los ochenta. Se consideró que el gobierno de Pinochet, en ese período denominado de "dictadura constitucional" era menos peligroso que el anterior, la "dictadura terrorista", proceso en el cual el déspota llegó al poder. Además, esta ciudad cumplía todos los considerandos analizados por los intelectuales de Kron (véase "El destierro"), agregando un aspecto hasta ahora desconocido, esto es la constante tendencia que poseían sus habitantes de hacer el ridículo seriamente.
No se dejó nada al azar. Antes que deambularan por nuestra capital, los renegados sufrieron una serie de intervenciones quirúrjicas. La primera fue una completa cirujía corporal. Sus rostros y su contextura física se asemejaron a la de los habitantes que los santiaguinos calificaban de bajo estrato. Se les instaló un dispositivo en su cerebro que les impedía realizar rutinas de alto vuelo intelectual - creativo, so pena de una descarga fulminante de energía que los paralizaba durante días. Su lenguaje se acondicionó para hacer uso y abuso de la coprolalia y la sexolalia como pilares fundamentales de comunicación. Como corolario, cual perro de la policía de investigaciones, se les indujo, artificialmente, la adicción por las drogas. Con este cuadro su condena estaba en marcha, ya que no podrían hacer del humor un trabajo lucrativo, menos destacar por ello.
La labor de Kron y sus asistentes llegaba a la culminación. Nuestra capital recibía, sin saberlo, a estos desterrados espaciales.
(Continuará con "El fallido intento de Paul Vásquez")
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