El loco Freddy le hace honor a su apelativo
Unos de los casos más bizarros que se presentó durante el castigo que Kron aplicó a los humoristas, fue el de Alfredo. Freddy, para sus íntimos.
Freddy no era un extraterrestre exiliado venido de Cubewano. De cuerpo y alma era un chileno, "algo entre la nada y la cosa ninguna, pero sin comprometerse mucho tampoco". Sabias palabras de Alejandro González Legrand para definir el ser nacional y que nuestro héroe no compartía ni en la forma, ni el fondo.
Comenzó como artista pintor en Plaza de Armas. Su especialidad era el paisajismo hiperrealista, que lograba usando diestramente latas de pinturas con atomizador sobre una hoja de block Nº99. El problema que se le presentó era que habían proliferado como la mala hierba este tipo de pintores. Intentó diferenciarse del resto, primero presentando a viva voz sus trabajos sin mayores resultados. Derrotado, pero no vencido, Freddy intentó quemar uno de sus más hermosos trabajos, lo que atrajo cierto interés de público. Nada. Sólo le quedaba mirar la gran cantidad de admiradores que poseían los cómicos de la Plaza. Freddy los odiaba con toda el alma, sin embargo, y por lo bajo, los admiraba.
Lentamente se acercó a ellos. Cruzaba unas cuantas palabras y luego se refugiaba en su soledad. Así, se fue ganando un pequeño espacio entre sus odiados ídolos. El "Chino", más experimentado que el resto, hizo notar a sus compañeros de oficio las cualidades que notaba en el recién llegado. Su mal carácter, la baja tolerancia a la frustación y su emotividad lábil en extremo.
Los acompañaba frecuentemente a toda la pandilla a servirse unos tragos a "La Piojera", soportando todo tipo de bromas e indirectas para que no se sumara a la invitación. Las que aceptaba como pago para paliar su incomunicación. En una ocasión el "Banana" y el "Flaco" bebieron más de la cuenta. Freddy escuchó, en un comienzo muy divertido, las confesiones de ambos. Su origen extraterrestre, su prisión, tortura y posterior exilio. Por supuesto, Freddy les siguió la corriente, creyendo que se trataba de una de sus tantas bromas o de que él era parte de un focus group de una nueva rutina. De todas maneras le rondó en la cabeza aquel dicho de que "todos los niños y los borrachos dicen la verdad". Prefirió guardarlo en algún lugar de su mente las incipientes dudas.
Estas interrogantes volvieron cuando asistió a Cristian en el ataque fulminante que sufrió en plena vía pública al transgredir este último la normativa de no entregar una rutina con chistes de humor elevado (ver "La fantasía del Cristian, el "Banana"). No podía entender el evidente desconcierto de los médicos que atendieron al malogrado Cristian, ya que no acertaban con el diagnóstico, ni menos el desparpajo de los mismos facultativos al despachar al "Banana" al día siguiente, sonriendo por su espectacular mejoría. La aparición, durante la breve convalecencia del "Banana", de la pareja de hombres de negro solucionando todo el entuerto, cual reyes magos, acrecentó sus preguntas internas, que ya se agolpaban en su mente.
El momento de la verdad se le presentó cuando, en una noche y luego de un arduo trabajo de Alex y Hans en la plaza, estos últimos fueron abordados por los mismos tipos de negro que se encontraban en el hospital, junto a la cama de Cristian. Freddy se ocultó y escuchó la conversación del grupo. Detectó las miradas de los hermanos Vásquez, una mezcla de odio y miedo profundo por sus interlocutores. Corroboró, por las palabras que atentamente oía, lo mismo que el "Banana" y el "Flaco" le había confesado persuadidos por el alcohol.
No se asustó, como indicaba el sentido común, sino que encontró la manera de alcanzar sus sueños. Confesó a toda la pandilla de cómicos y les dejó meridianamente claro que había descubierto su secreto. Pedía a cambio de su silencio que le enseñaran el oficio. Le aclararon que ellos eran condenados y que, por lo mismo, no disfrutaban de su trabajo forzado. Además, y con una mano en el corazón, le explicaron a Freddy que lo suyo no era el humor. Fueron palabras enviadas al viento. Lo asesoraron, trabajaron arduamente con él y pulieron sus rutinas. Llegó el momento del estreno en sociedad de Freddy. Fue la crónica de una muerte anunciada. Su trabajo apenas esbozó sonrisas en los transeuntes. Se enfrascó en discusiones con parte de su audiencia, desautorizándolos al no apreciar su arte. Al final del espectáculo lloró como un niño desconsolado.
Sus improvizados mentores lo observaban a la distancia. Sus miradas denotaban el "te lo advertimos". Pero, más distante aún, a millones y millones de kilómetros, Kron y sus testaferros sonreían de satisfacción. Una nueva presa, fuera de programa, se vislumbraba en lontananza.
(Continuará con "Los humoristas callejeros en los tiempos del simulacro")
2 comentarios:
la narración de la historia está muy wena!
la explicación del paradero de los cómicos, las pequeñas biografías de cada uno, la idea de una procedencia extraterrestre, por qué a los chilenos nos cae de perillas este tipo de humor, ya que al tener acceso a la television chilena de a poco nos vamos pudriendo mentalmente, no nos hace pensar y no nos da otras posibilidades mas que los matinales, teleseries, noticias donde parece q somos un país en plena decadencia social y los programas de la noche que se basan en historias reales, parece q fuéramos un país en las puertas del pandemónium.
bueno, para terminar está bastante interesante el tema planteado y parece q encontraste tu inspiración.
Porque realmente no nos reimos de sus simples rutinas sino de sus insultos y cómo la dan énfasis a la palabra "conchesumadre"
papa un beso sigue asi!!
xao
Felipe, mi hijo querido y fiel padawan, muy agradecido con tus palabras, contento que leas mis narraciones y analices tu entorno.
Hoy podríamos jugar una mesita de pool ¿qué te parece?
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