sábado, 16 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (V)

La seudo - ubicuidad del dúo Tototero Show


Conscientes de la espantosa suerte corrida por Paul Vásquez y el Indio, Juan Carlos y Roberto, cuyas chapas correspondían a "El Flaco" y "El Bob Esponja" decidieron cambiar la estrategia para sacudirse el yugo opresor.

Eran un simpático dúo de cómicos. La versión guachaca de Bub Abbot y Lou Costello. La pareja dispareja que se reía de sí misma y de los demás, con una frescura inusual para la época. Rápidamente lograron notoriedad en las calles y comenzaron a pensar en grande, siempre con la sombra fatídica de Paul Vásquez en sus conciencias. Primero fueron las presentaciones en clubes nocturnos. Algunos programas de humor televisivo los llamaron, pero se percibía en el aire la desconfianza hacia su trabajo. Se impusieron sin destacar grandemente. Ese era el plan. Brillar, pero no demasiado. Presentarse en todos los escenarios, siendo segundones y manteniendo el bajo perfil, así no se podía desconfiar en quien no hace daño ni molesta.

Un año terrestre les duró la bonanza. Durante ese tiempo sus ganancias mostraban una interesante alza. Lo momentos altos de ambos fueron logrados en el programa "Vamos Chile" y en el "Show de Charlie Badulaque" , este último un refrito del tristemente célebre "Japennig con ja", llamado irónicamente por los opositores de la época como "El circo de Pinochet".

Al término de la temporada Roberto y Juan Carlos sabían ya que algo andaba mal. No podían explicarlo, pero si sentirlo en cada poro de su piel. El elenco del programa y las restantes personas del equipo de trabajo, si bien los recibía cada día amablemente, nunca les dieron pie para profundizar las relaciones personales. Asomaban las primeras pistas. Una mañana los llamó el director de programación. Sin mayores preámbulos los despidió. Desolados, Juan Carlos y Roberto pidieron las justas razones de su término de contrato.

- Ustedes no pertenecen a este lugar. Fue la lacónica y devastadora respuesta. De ahí en más siguió una serie de fracasos. En su intento de aparecer en todas partes y la vez sin hacerse notar demasiado habían olvidado que la tierra, y en especial Santiago, era su estadio de reclusión. La calle los esperaba nuevamente.

El castigo, en su perfecto plan, nuevamente asomaba. La clasista capital de Chile se ajustó a cabalidad con lo ideado por Kron. A esos "hombrecitos" alguien debía ubicarlos en el exacto lugar al que pertenecen.

(Continuará con "Alex y Hans osan dar una vuelta de tuerca a su destino")

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy asombrada de los detalles que manejas acerca de éstos personajes.
Creo que te has dado el tiempo de verlos y oirlos con atención.
Me gusta el estilo de ir entregando por parte la historia, porque se genera una expectativa acerca de lo que viene.
Definitivamente, tú debes ser de esos hombres en extinción, que creen que la mejor terapia es la de la risa y una que es aún más efectiva:la capacidad de reirse de si mismo.

Tito Diaz dijo...

MarCe:
Aunque parezca repetitivo notarlo, muchas gracias por leer mis historias y por tus cariñosas palabras.
Sí, la risa, como decía el antiguo Riders Dager es "el remedio infalible" contra cualquier mal.
¿Te has dado cuenta la importancia que tiene la ciudad de Stgo. en mis narraciones?