jueves, 31 de enero de 2008

Un monstruo comprensivo.


Creo que la vejez comienza lentamente a despuntar en mi horizonte. Anoche el Cuco apareció desde el interior de mi clóset y me propuso que viéramos el fútbol por televisión, conversáramos,, bebiéramos cerveza y que luego bajáramos a recorrer la triste noche santiaguina.

viernes, 4 de enero de 2008

Magna verba, frases pomposas o un sentido anti - homenaje.


Un gran pensador romano decía que de los muertos sólo se deben expresar palabras edificantes. Una inteligente sentencia para eludir la responsabilidad de exponer los renuncios de la persona que acaba de fallecer. Es un caso emblemático este de Julio Martínez. Mi padre lo escuchaba cada noche en el noticiario del canal 13, sólo para expresarle su desagrado, ya sea, según él, por su evidente sentimiento anticolocolino, como por lo reiterativo de sus juicios. La contradicción ocurría justamente, porque, pese al desagrado, mi padre no se perdía sus comentarios ninguna noche. Algo debía poseer este personaje televisivo, así que me di el trabajo de repasar su carrera. Sus inicios se encuentran en la radiofonía, por los años cuarenta, pero no es hasta el mundial del '62, que la fama le golpea su puerta, ya que relataba los históricos partidos de la Selección Chilena. En los comienzos de la televisión de mi país, formó parte del equipo de un programa político que marcó toda una época, era "A esta hora se improvisa", candente espacio televisivo, en donde nunca estuvo en riesgo, ya que su carácter conciliador caía bien a "momios" y a "upelientos", manera descalificatoria de como se llamaban los adversarios en esa turbulenta época. Con el advenimiento de la dictadura de Pinochet, Julito tampoco sufrió zozobra alguna, ya que hacía tiempo había descubierto sus principales armas: la verborrea y la simpatía. Cualidades que en estas tierras valen oro puro. Desde entonces y noche tras noche, mi padre escuchaba sus comentarios y peleaba con él, con el aparato de televisión de por medio, tal vez como un intento de exorcizar sus propios enojos. Llegó la democracia y Julito se mantuvo estoico. Ejemplar caso este Julito Martínez.
Por mi parte, puedo añadir que Julito me enseñó como se puede aturdir a un adversario con el sólo expediente de expresar un mar de palabras, aunque sean en un desierto de ideas, ya que de deportes, y en especial de fútbol, nunca supo mucho. De igual manera, le alabo su simpatía, esa con la que algunos nacen y el resto únicamente tratamos de remedar.