miércoles, 27 de diciembre de 2023

What if Superman...?

 

Dices que Dios me dé una opción

Tú dices Señor, yo digo Cristo
No creo en Peter Pan
Frankenstein o Superman
Todo lo que quiero hacer es 

andar en bicicleta...  

                     "Bicycle Rice", Queen.



Acabo de leer la brillante y ucrónica novela gráfica Hijo Rojo, creada por el mítico Mark Millar, quien le da una vuelta de tuerca al universo de Superman. En su creación para la editorial D.C., el hijo de Kriptón aterriza en algún lugar de Ucrania, se convierte al marxismo y logra ser el Premier de la Unión Soviética durante el período de la Guerra Fría.  No me resistí a imaginar al Hombre del Mañana asumiendo la nacionalidad chilena y lo que sucedería después...


El infante Kal - El sería enviado por sus padres a la tierra, evitando que sucumbiera a la destrucción de su planeta natal, Kriptón y, por un error de cálculos, no aterrizaría en un pueblito de Kansas, sino en Melipeuco, una localidad ubicada en la IX región de la Araucanía, en el Chile de los cincuentas. Los campesinos que lo descubrieron e intentaron criarlo, prontamente fueron desplazados por unos déspotas terratenientes que se percataron de lo especial que era ese niño y, lisa y llanamente, se lo arrebataron a esa tímida pareja. Lo nombraron Arturo y fue Risopatrón su apellido paterno. Lo enviaron a estudiar a la capital, sin antes, dejarle muy claro a  Kal - El que sus poderes debían esconderlos como el mal aliento, ya que creían que vendrían a buscarlo los extraterrestres y temieron por sus vidas.


Recibió una educación conservadora. Ingresó a estudiar periodismo a la Universidad Católica a finales de los sesentas y comenzó a trabajar de reportero en el diario El Mercurio, debido a las altas conexiones de su familia. Secretamente, su padre se enteró de las intenciones de la derecha chilena y de la administración Nixon, en las reuniones a las que asistía y se codeaba con esa elite. Que un marxista declarado como Salvador Allende fuera electo presidente del país por medio de elección popular, les parecía una situación insoportable. Solicitó una entrevista a puertas cerradas con el alto mando militar y les confesó los extraordinarios poderes de su hijo adoptivo. Estos, al comprobar la veracidad de la situación, junto con visualizar las ventajosas posibilidades a futuro, decidieron mantener en el más estricto secreto la existencia de Arturo.


 Comenzaba el difícil año de 1973. La situación político - social de la nación sudamericana se volvía insostenible. El gobierno de la Unidad Popular hacía agua por los cuatro costados y la derecha  conspiraba para acelerar la caída de Allende y del sistema democrático. Arturo Risopatrón fue citado por los altos mandos militares y se le solicitó una misión muy especial, la que quedaría en la más confidencial de las órdenes. Era la mañana del martes 11 de septiembre. Las Fuerzas Armadas y de Orden comenzaban un sanguinario golpe de estado, que tendrían como epicentro la toma del Palacio de la Moneda. Los pilotos de la Fuerza Aérea, adiestrados en la Escuela de las Américas, si bien poseían formación política y militar, no se encontraban capacitados para bombardear un edificio, sin dañar las estructuras colindantes. Es por ello que Kal - El llevó a cabo su penoso y devastador estreno de sus portentosas habilidades, redirigiendo los cohetes lanzados torpemente de los aviones Hawker Hunter e impactando en la añosa casa de gobierno, volviéndola en llamas. La velocidad que alcanzó este súper hombre fue tal, que las grabaciones de la época no lograron captar su presencia. Solo un rocket lanzado por un piloto, no logró ser reorientado por él y dio en las dependencias de un hospital militar y no en la residencia de Tomás Moro del presidente derrocado.


  El Tío Sam, al enterarse de la existencia de Kal - El, lo integró como un arma  de devastación en plena Guerra Fría. De ahí en más fue requerido para actuar  sigilosamente en Argentina en el 76 (Operación Cóndor), en 1983 en Granada, en el 86 en Nicaragua, entre otras. Siempre ocultando su presencia y moviéndose a velocidades increíbles. Decidieron que ya era el momento de presentar en público esa preciosa herramienta de guerra y tomar definitivamente el liderazgo mundial. Sin embargo, varias operaciones encubiertas se vieron dificultadas porque los contrarios utilizaban, tanto en balas, cohetes y sofisticadas trampas una sustancia verde que lo debilitaba o anulaba por completo. Desistieron de tal presentación hasta averiguar que sucedía. La C.I.A., luego de incansables pesquisas detectó el problema. Los soviéticos habían descubierto la kriptonita, que eran restos del destruido planeta Kriptón y que dañaban gravemente a Arturo. Estas habían sido distribuidas entre sus aliados. La investigación no se detuvo allí. Se enteraron con estupor que los rusos habían criado a un extraterrestre, también oriundo del planeta Kriptón, que había aterrizado en algún lugar de Siberia, hace apenas unos años atrás.


Comenzaron una serie de reuniones del más alto nivel. El presidente Ronald Reagan y el Premier Ruso Mijaíl Gorbachov no lograban el deseado acuerdo, ya que a ambos se les había escapado de las manos la dominación mundial. Finalmente, recurrieron a una pedestre y testoterónica solución. Que ambos titanes se enfrentaran en combate a muerte en algún lugar del espacio exterior. Kal - El, creyendo defender los ideales del capitalismo, puso sus inconmensurables poderes al servicio de la causa. Su contrincante soviético, lo mismo, abrazando al comunismo a todo evento. El planeta Marte sería el campo de batalla y el mundo entero sería el estupefacto espectador, ya que ambas superpotencias al fin develaban la existencia de estos metahumanos. Ambos contendientes llegaron a la cita y estaban a punto de entrar en feroz batalla, cuando Kal - El se percató que su oponente era una mujer. Su formación sexista le jugó en contra, ya que al dudar por unos microsegundos, la joven oponente  le había asestado tantos golpes que lo dejaron sin respuesta. Mas, ella se detuvo al instante al ver los rasgos del superhombre. Lo reconoció de inmediato. 


Los verdaderos padres de Kal - El, Jor - El y Lara Lor - Van, habían enviado a su prima, a escasos minutos del despegue de él a la tierra, con el fin de que ambos se apoyaran en el nuevo mundo. La mentablemente, una lluvia de meteoritos impactó la nave de la niña y la desvió momentáneamente de su travesía, alterando la ruta y los tiempos. Es por ello, que su llegada a al tercer planeta del sistema solar demoró algunos años terrestres y su locación cambió. Ella era Kara Zor - El, su prima - hermana, quien sería su única familia de aquí en más. Ambos se distinguieron como estrechos parientes y frenaron de inmediato las hostilidades. Intercambiaron sus respectivas historias de vida y calleron en cuenta que habían sido utilizados por los poderosos de este extraño globo y asumieron una firme decisión. Abandonar de inmediato este mundo de corruptos, sin antes dejar una pequeñísima marca. Kara Zor - El se sumó a la destrucción del muro de Berlín. Kal - El prefirió una accion simbólica, ya que prestó su imagen para una campaña de propaganda política en contra del dictador que lo convenció de bombardear un palacio presidencial. Si bien, el sátrapa fue derrotado en un plebiscito, en esa pequeñísimo país nada a cambiado hasta ahora. Los súper héroes también se estrellan con la cruda realidad de la condición humana.


                                                  FIN    

lunes, 18 de diciembre de 2023

Búsqueda incansable a través del tiempo



 Encantado de conocerte.

Espero que hayas adivinado mi nombre.

Pero, ¿qué te desconcierta?

Es la naturaleza de mi juego.

              Sympathy for The Devil, Mick Jagger.

 Contrariado, acabó de leer El banquete de Platón y un molesto dolor comenzaba a gestarse en su estómago. El mito de la media naranja caló hondo en su esencia. Redescubrió que el destino aciago y veleidoso sólo nos confronta en tres oportunidades con la persona a la que nos une un vínculo místico, que va más allá de la precaria existencia humana. Nada menos que frente al alma gemela. Y la tragedia se cierne sobre los mortales, si no saben detectar y sentir con el corazón esos mágicos tres momentos y se enfocan en un ser equivocado. A partir de ese fatídico momento, la vida se encuentra condenada a la más miserable de las existencias, traducidas en riñas, abandonos o divorcios, porque equivocan la ruta dorada.

 Su molestia no radicaba en el mito en sí, sino que recordó en el preciso instante en que finalizaba la lectura, sentado en la orilla de esa agua correntosa, a la mujer con la que pudo haber compartido la felicidad plena y mágica.  

 La evocó nítidamente.

 Corría el año de 1978. Era la noche de su fiesta de graduación secundaria. Los portazos y negativas las experimentó en carne propia durante varias semanas. Creyó poseer alguna peste invisible, ya que las féminas rechazaron sin piedad sus invitaciones al evento. Resignado, decidió ir solo, realizar acto de presencia y abandonar el salón que se encontraba alhajado con el Encanto Bajo el Mar. Enfiló sus pasos a la puerta, caminando descuidadamente y tropezó con Beatriz. Ambos rodaron por el suelo del gimnasio. Él no podía dar crédito a su persistente mala estrella, cuando, al intentar ayudarla, sus miradas se cruzaron y por un nanosegundo sintió que el corazón se le salía por la boca. Beatriz le sostuvo la mirada y enrojeció como nunca antes, para luego ir a refugiarse al baño de damas. Intentó dar con ella sin éxito alguno. La tierra se había tragado a esa beldad y a su fugaz sombra.  

 Se sucedieron dos décadas completas. La orden del juez era perentoria. Debía abandonar el domicilio en el que compartió con su ya, ex esposa y sus dos hijos. La convivencia se tornaba insoportable. En un acto de desesperación infantil, se enfrentó en tribunales intentando hacerse de la tuición de sus vástagos, recibiendo la peor de las derrotas. Decepcionado, esa noche ingresó a un antro subterráneo de la Avenida Matta. Las damas de la noche bailaban y se desnudaban por turno en un pequeño y desvencijado escenario. Rechazó, una a una, a aquellas vampiresas que deseaban su propina y un consumo excesivo de su parte en el oscuro local. Decidió abastecerse de cigarrillos y entre el humo, la escasa luz y la música estridente, visualizó a Beatriz. Una sensación de maravilloso calor interno recorrió su cuerpo. Compró sus Lucky sin filtro para establecer conexión con ella. Esta vez, el bello rostro de la mujer, si bien, iluminado por el mágico momento, cedió a una profunda pena, debido a que el dueño del sucucho la vigilaba implacablemente y no le permitía entablar conversación con los clientes. Quizás la bebida lo envalentonó e insistió contactarla de manera vehemente. Dos gorilas lo levantaron en vilo y lo desalojaron violentamente a la calle, sin antes darle la paliza de su vida. En la madrugada despertó magullado y con el local cerrado. Golpeó una y otra vez. Volvió durante varios días, pero, al igual que en su antiguo y destruido hogar, fue estigmatizado como conflictivo y declarado persona non grata en ese bizarro lugar.

 El tiempo para él se tornó en un sinsentido.

 Envejecía inexorablemente. Alcanzó la edad de la jubilación y decidió invertir sus ahorros en tiempo de calidad. Recorrió países caribeños e intentó disfrutar de esos paraísos terrenales. Salvador de Bahía, Cartagena de Indias y finalmente, el Varadero cubano fueron sus destinos. Sin embargo, la soledad como compañía permanente no le permitía entregarse a la energía vital de esos parajes. Era su penúltimo día en ese país insular y había contratado un tour a las Cuevas de Bellamar. La camioneta tipo van, recogió al grupo de turistas puntualmente en la entrada del resort. Luego de unas horas, arribaron al pueblo de Matanzas. Breve recorrido por el lugar y el plato de fondo. Se dejó llevar por el guía y el grupo ingresó a las cuevas. Su evidente depresión se acrecentó al observar las lóbregas formaciones rocosas. Estalactitas y estalagmitas, así como el asombroso colorido de los minerales desfilaban etéreos ante sus cansados ojos. Bajó lentamente los niveles del imponente monumento natural, más, en el octavo, detuvo su caminata y clavó sus ojos en un tallado de un roquedal, en donde creyó ver el rostro de Beatriz. Aguzó más la vista y pudo constatar las bellas facciones de la mujer. Evidenciar la pétrea presencia de su amor kármico en este estrato y frustrarse fue todo uno.  

 El guía le tocó suavemente el hombro para extraerlo de su ensimismamiento. Lo condujo por un pequeño charco de aguas freáticas y, mansamente, lo depositó en la orilla en donde lo aguardaban los impacientes turistas. Agradecido, quiso entregarle una generosa propina al gentil hombre, sin embargo, al esculcar sus bolsillos solo encontró tres monedas, resultado de un vuelto de una caja de habanos. El monitor sonrío socarronamente y le aceptó el óbolo, más por diversión que por lástima. No sería la primera o la última vez que un alma derrotada y tacaña visitara las Cuevas de Bellamar.

                                                      FIN

                                                            


viernes, 1 de diciembre de 2023

El Teletrak de Matías Cousiño 134





Lo último que recuerdo
es que estaba yo corriendo hacia la puerta.
Tenía que encontrar el pasaje de regreso
al lugar donde estaba antes.
Tranquilo, dijo el guardia de la noche,
estamos programados para recibir.
Puedes cancelar tu reserva cuando quieras,
pero no podrás irte nunca.

                                   Hotel California, Eagles.


Totilas se encontraba en el límite de su aguante y venciendo todos sus miedos, guardados en lo más profundo de su persona, ingresó por vez primera al Teletrak de la calle Matías Cousiño en busca de un sanitario. Mientras se colaba subrepticiamente al lugar, maldijo su mala suerte. Había gastado sus últimos pesos en unas cervezas de dudosa calidad, tal vez para mitigar la frustración que invadía todos sus poros. El dueño del mini - market, en donde trabajó de dependiente por largos veinte años, lo había dejado de patitas en la calle sin más motivo que la baja ostensible de las ventas. Sin embargo, él sabía la verdadera razón. Frisaba los 64 años. La artritis ya había realizado un silencioso trabajo en su cuerpo y no podía levantar cajas u otros objetos pesados, debido al lumbago.

Descargó su vejiga en el maloliente baño e intentó evitar el tarro de propinas, escapando a la mirada del aseador. Ya iba a traspasar el dintel de la puerta del lavabo cuando escuchó la voz aguardentosa del tipo de la limpieza

- ¡Amigazo, espere un momento!

Totilas se detuvo en seco. Un escalofrío corrió por su debilitada humanidad y temió que ese hombre le solicitara la propina y descubriera que no traía ningún maldito peso. Aparte de no poder justificar su presencia en ese lugar.

- ¿Le gustaría reemplazarme por unos días? Mi mujer se enfermó y tengo que cuidarla-. 

Quizás fue el azar... quizás... no.

Al día siguiente se encontraba barriendo los pegajosos pisos y lavando los pestilentes baños de ese garito que atraía almas en pena, las que vibraban solo cuando los caballos enfrentaban la tierra derecha en las pantallas. A pesar de ello, le invadía un extraño sentimiento de paz. A la semana se posicionó del lugar como el nuevo aseador, porque el antiguo no volvió más. Las lenguas sueltas comentaban que su esposa había fallecido y que él la seguía acompañando en su memoria, derrotado y en otros límites de existencia.

Tolilas, descubrió una pequeña salita en el tugurio, sin ventanas y de muros muy altos y derruidos. Se convirtió en su fortaleza de la soledad. A los dueños, tal sumisión y devoción y solo por unos escuálidos billetes les cayó del cielo. A los pocos meses, ni siquiera debía salir del lugar, ya que en la entrada del teletrak, unas añosas señoras le regalaban todas las noches lo sobrantes de la comida callejera que vendían a módicos precios, más por lástima que por cariño.

El tiempo transcurría a un ritmo distinto y distante de la urbe capitalina que se ubicaba fuera de esa esfera de apuestas. Los parroquianos, para Totilas, eran tan similares entre sí, que le daba la impresión de vivir en una reiteración eterna de cada día con la misma triste tripulación, sin ningún rumbo y con el tedio como capitán de corbeta. Mas, era su lugar preciado. ¡Al diablo con esos perdedores! La situación le calzaba como un guante, y, aunque pasaba casi desapercibido entre la gente, su trabajo no merecía reparos de la gerencia que todo lo observaba. 

Un domingo de Gran Premio de Potrancas, cuando cajeros y guardias del teletrak abrieron el lugar, un hedor insoportable y nada novedoso inundaba el lugar. Siguieron la huella del efluvio. Al penetrar al sucucho de Totilas, descubrieron su cuerpo inerte y una dulce e inexplicable sonrisa adornaba sus labios. Había encontrado su propio Walhalla y su energía ya ocupaba por completo ese báratro.

                                               FIN

viernes, 10 de noviembre de 2023

Las mascotas heredarán la comuna de Ñuñoa.


 Comenzó como un murmullo que arriba silente, tal como el viento del norte que ingresa a Santiago en otoño. Algunas mascotas perrunas de los nóveles habitantes de la comuna de Ñuñoa, entre ladrido y ladrido, habrían balbuceado algunas palabras en español. La noticia se esparció, primeramente, entre los condominios inaugurados hace algunos lustros atrás. Luego, por las Plazas Pucará, Guillermo Franke y el Parque Juan XXIII. Sin embargo, se comenzó a tomar razón cuando la leyenda urbana irrumpió en la Plaza Egaña y el Boulevard, colindante con el edificio consistorial. Vecinos comentaban a sus pares y a extraños las gracias de sus animales de compañía. Los habitantes de otras jurisdicciones reflexionaban para sí que escuchaban solo otra de las siúticas e insólitas excentricidades de estos picados a liberales.  

 Mas, le erraban fiero por esta única vez. Efectivamente, perros y gatos, por una inexplicable y misteriosa razón, habían comenzado a articular palabras sueltas, entre ladridos, maullidos y gruñidos. Comenzaron mencionando sus propios nombres humanos dados por los dueños: ¡Alberto! ¡Maricarmen! ¡Camilo! Luego, continuaron con sus peticiones básicas: ¡Paseo! ¡Comida! ¡Caca! Y continuaron con extraños vocablos, que solo y lamentablemente ahora poseen sentido: ¡Ari!¡Agnihotra! ¡Anityata! 

Los jóvenes ñuñoínos, maravillados con ese impresionante poder de sus adoraciones peludas, no se dejaron tentar por inescrupulosos (según ellos) mercaderes del espectáculo circense y televisivo, aunque estos últimos, ofrecieran sumas suculentas de dinero por adquirir a sus preciosos y exponerlos para la entretención de las masas. Y los pocos que cedieron a la tentación, dieron la razón a estos idealistas de bolsillo, ya que las mascotas no articularon palabra alguna frente al respetable y fueron devueltas a sus dueños, que recibieron demandas y querellas al por mayor.

Continuaron conviviendo, alegremente, con sus mascotas. Hablándoles como si fueran personas, vistiéndolos como si fueran personas y amándolos como si fueran personas. Empero, la suerte ya estaba echada. La noche del 30 de abril del año en curso, la de Walpurgis, miles de perros y gatos dejaron atrás sus ancestrales diferencias y se congregaron en el vacío y oscuro Estadio Nacional. Repitieron como mantra las malditas palabras nuevamente: ¡Ari!¡Agnihotra!¡Anityata! Redirigieron su caminata de vuelta a sus moradas con una firme y terrible convicción. El hombre ñuñoíno y la mujer ñuñoína pagarían ahora y para siempre el haberlos esterilizado y privado de la cópula y la descendencia. Penetraron a sus domicilios gritando a todo pulmón:  ¡Enemigo!¡ Sacrificio! ¡Muerte!

                                                 FIN

viernes, 3 de noviembre de 2023

El actual traductor top de títulos de películas para España es chileno (2° parte y final).

 

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Carlitos, ya egresado de la Enseñanza Media chilena e influenciado por su madre (qué duda cabe), ingresa a estudiar Diseño y Publicidad a la Universidad Antonio de Nebrija, en Madrid. Ciudad elegida por su progenitora como residencia permanente. Ella era una mujer de acción y pronto encontró un trabajo que, si bien, no era de altos ingresos, le permitían vivir cómodamente a ambos, sumando la pensión, no menor,  del padre. Pero la visión y acciones remilgadas de Carlitos se le pegaban a su propia piel y no lo abandonarían jamás. Aquella impronta que cargaba, a sus castizos compañeros universitarios solo les hacía gracia por lo terriblemente insulso que era. Sin embargo, un hecho fortuito trastornaría la vida del joven para siempre. 

Estaba a un tris de egresar, cuando algunos estudiantes de cine de la universidad comentaron que un director, que estaba teniendo cierto renombre en la escena española venía a realizar una charla. Acompañó a sus amigos más que nada por inercia que por un vivo interés. Escuchó desaprensivamente al artista en ciernes y cuando estaba por retirarse, sus compañeros le indicaron que podrían compartir un vino con él. Uno de los estudiantes le insistía que se apersonaran los más cerca del charlista, ya que creía que sus trabajos eran prometedores. En una de esas, Carlitos escucha que el hombre tenía en mente un proyecto de una película, la que poseía toda la estructura que esta necesitaba, pero no daba con el título de ella. Oyó los nombres de los personajes femeninos y dijo en voz alta: - ¡Fácil! Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. El director de cine dirigió su mirada de inmediato hacia Carlos y con una sonrisa que ampliaba su rostro le expresó: - ¡Me has sacado del atolladero! Este no era otro que Pedro Almodóvar.                                                                                                                            
Fue el comienzo de una extraña y prometedora carrera de Carlitos. A los pocos meses, Almodóvar estrenaba su ópera prima. Fue un exitazo. El bisoño director no tuvo ningún reparo en comentar, en el pequeño mundillo del cine hispano que un joven estudiante universitario le había proporcionado la idea del título de su obra y le había enviado un generoso cheque a su domicilio. Una importante productora de cine local, la ATRESMEDIA CINE, SL , se interesó en nuestro anti - héroe y lo reclutó para su Departamento de Traducción, con la misión  específica de titular para España los filmes venidos de EEUU y que repitiera la gracia que había logrado con Almodóvar. Dieron en el clavo como nunca en la vida, ya que el humor ñoño de Carlitos y el tipo de títulos con traducciones insólitas venía de larga data en la península ibérica. Fue el maridaje perfecto. 


Propuso tantas y acertadísimas traducciones de títulos de películas, que su mente asemejaba al corno de la abundancia. Die hard (Duro de matar) se convirtió en La jaula de cristal, aunque tan rimbombante nombre no se acercara ni a cien kilómetros de la trama. Le siguieron Bitelchús (Beetlejuice) sobran los comentarios.  Soñando, soñando, triunfé patinando (Ice Princess), sin reparar en que tal titulación develaba el final de la película. La salchicha peleona (Beberly Hills Ninja) y su consagración, El mono borracho en el ojo del tigre (The Drunken master) una comedia interpretada por Jackie Chan, que en Latinoamérica se estrenó como el El maestro borracho, nombre, este último, bastante más acertado, dada la trama de la película y la traducción exacta del inglés al español. 


Carlitos se sabe en la cima. ha triunfado a lo grande en el país de Cervantes, Pérez - Galdós, Unamuno y Pío Baroja. Las productoras se lo pelean por contar con sus servicios de traductor - inventor y rey Midas del mundillo de las películas norteamericanas vistas en tierras del Quijote. Él, como ninguno, ha sabido captar el alma popular de los españoles y españolas amantes del cine gringo, siendo ésta juguetona y tan cursi para el resto de los hablantes del español

Actualmente, a Carlitos se le dio la tarea de buscar un titulazo para la exitosa película Joker, interpretada por el extraordinario Joaquín Phoenix. Se han filtrado dos posibilidades: Las terribles aventuras de un payaso bien pijo y el telegráfico nombre de El bromas. Ambas creaciones destinadas a un éxito sin precedentes en la España cinéfila y a la burla más despiadada del resto del mundo, que mira incrédulo la bizarra costumbre de titular que poseen los hispánicos.

                                                   FIN








jueves, 19 de octubre de 2023

El actual traductor top de títulos de películas para España es chileno (1° parte).

 


Hacer el ridículo y saber exactamente que se encuentra llevándolo a cabo, es una acción valiente, sana y altamente recomendable para el desarrollo personal. Lamentablemente, existen personas, familias, instituciones y hasta gobiernos que lo hacen en serio. Y lo que es peor. No se dan cuenta de ello.

 Es el singular caso de Carlitos (se cambió el nombre para proteger a este inocente). 

Carlitos nació en Santiago de Chile en los turbulentos años setentas. Su madre, de posición social acomodada, devota religiosa, conservadora y de derechas, respiró aliviada cuando la Junta Militar chilena, encabezada por el general Augusto Pinochet, puso fin, mediante un cruento golpe de estado, al gobierno del socialista Salvador Allende. Celebró la puesta en orden del país y se tragó, dulcemente, toda la visión de mundo impuesta, en especial lo que llegaba por televisión nacional.

Carlitos creció en un contexto de severidad materna y ausencia irresponsable paterna. Su progenitor, llevado por su espíritu empresarial, aprovechó la excelente oportunidad que le ofrecía la llegada del capitalismo salvaje (*) al país y se centró de lleno en sus negocios y, de paso, dejó de lado a su hijo único y a la esposa que le daba atención sexual con un gotario. El niño, mientras tanto, se desarrollaba bajo la atenta mirada de la madre, que lo sobreprotegía hasta lo indecible. Su condición de soledad llevó al pequeño a refugiarse en la televisión chilena ochentera, consumiendo horas de su vida en ella. Por las noches logró establecer un vínculo un tanto más verdadero con su madre, compartiendo los programas nocturnos televisivos de la época. A ambos les hacía mucha gracia un comediante, estandarte del humor de la dictadura y que contaba con la venia del ideólogo del régimen castrense Jaime Guzmán, este era Jorge Romero y su apodo era Firulete.

    Firulete era el señor del humor blanco, como lo denominaban los testaferros del gobierno, que se oponía a la proverbial picardía criolla, la que estaba relegada a las casas y reuniones de amigos de clases media y baja. Carlitos se aprendía las rutinas del clown nacional y las actuaba, haciendo las delicias de su madre, pero no de los compañeros de colegio, quienes se burlaban en su cara por la ñoñez de sus chistes y lo poco afortunado, ya que Carlitos, al poseer escasa escuela de la calle, confundía los momentos y pagaba muy caro sus desabridos desaciertos.



Le cae la noche a la familia de Carlitos, ya que su padre los abandona por una veinteañera que le entregaba, lo que creía, no le daría ni en sueños su pacata esposa y como con su hijo nunca estableció un vínculo verdadero de padre, poco le importó dejarlo. Poseía mucho dinero para mantenerlos a la distancia y así su escasa conciencia quedaba en paz. Esperaba vivir la gran vida. Su madre, se rehízo del abandono más veloz de lo que esperaba y con los dineros que le llegaban mensualmente de su ex y con su experticia como decoradora de interiores, decide probar suerte en España con su hijo. Era el año de 1988 y la derrota del dictador en las urnas, debido a un plebiscito que le decía no a su continuidad, apuran tal decisión materna.

Ese giro drástico en la vida de Carlitos, ya convertido en un reciente estudiante egresado de la secundaria, le reportaría el más bizarro y sensacional futuro...

  (*) Expresión acuñada por Karol Wojtyla.

jueves, 12 de octubre de 2023

El verdadero antecedente de la novela Pantaleón y las visitadoras (II parte y final)


Dicen que la cultura popular, entre cientos de dichos, posee uno que expresa:  "No hay peor loca que la boca". Este viene como anillo al dedo a una situación que ocurrió en un reportaje emitido por la televisión chilena, ya perdido en el tiempo y olvidado a propósito por intereses del más alto nivel. En esa transmisión, una pariente de Mario Vargas Llosa confesó abiertamente que una tía abuela del escritor incásico, llamada Rosa Elena Vargas Gutiérrez le habría contado a un joven Mario un suceso muy peculiar que ocurrió entre los años años 1909 y 1929.

Fue una época turbulenta y confusa. Chile había vencido a la Confederación Perú - Boliviana en la Guerra del Pacífico (Guerra del Huano y el Salitre para los vencidos) unas décadas atrás y el poder político debía resolver el rumbo que seguirían los acontecimientos. Uno de los grandes problemas  que se avecinaban eran qué hacer con las ciudades de Tacna y Arica, en posesión momentánea  de los vencedores, según el Tratado de Ancón, firmado el 20 de octubre de 1883. Según historiadores peruanos, este tratado fue una maniobra dilatoria, para que la región asimilara una identidad chilena definitiva. Grupos ultranacionalistas chilenos se tomaron aquello al pie de la letra y acometían medidas extremas, creando un clima propicio para sus fines.

Prueba de ello son grupúsculos con pintorescas denominaciones, tales como "Mano Negra", "Mazorqueros", "Sociedad Estrella de Chile" y "Liga Patriótica de Tacna". Estos, actuando como frentes paramilitares, cometieron asesinatos, desapariciones, quema de escuelas, diarios, comercio y prostíbulos en esa región. Todo ello, con el apoyo de pasquines denominados "El Eco Patrio" "El Ajicito", "El Corvo" y "El Roto Chileno".

En ese contexto es que la pariente de Mario Vargas Llosa le relata al futuro literato que en estos años, en especial el de 1929, dentro de todo el desastre y horrible estropicio que estaban causando estos termocéfalos ultraconservadores, habían desaparecido prácticamente todos los prostíbulos de Tacna, lugar de asentamiento permanente de la soldada chilena. Los jóvenes de la infantería y algunos veteranos del 79 resintieron esta ausencia de señoritas de la noche, acaso la única entretención significativa de los conscriptos y sintiéndose dueños del mundo, arremetieron contra cualquier mujer que se cruzara en su camino, para saciar sus apetitos. Como en Santiago comenzaba a tomar forma la bizarra e imaginaria Guerra de don Ladislao, que planteaba nuevamente un posible casus belli, el alto mando militar y político decidieron actuar.

El resto el lector ya lo intuye. La extraña, sorprendente e insólita idea de mandar a un oficial a organizar un servicio de prostitutas a Tacna tuvo su génesis en Santiago de Chile. Aunque dio resultados prácticos inesperados, los nombres tanto de los generales, como del capitán que llevaron a cabo este singular proyecto, se mantuvieron en el más estricto secreto y ni hablar que este plan rozara a Carlos Ibáñez del Campo, presidente en ejercicio de la época. Es más, cualquier registro, por insignificante que fuera del bizarro proyecto, fue borrado, incinerado y olvidado de la memoria de las personas para siempre. 

El mismo Vargas Llosa, habría inventado el antecedente de que basó su novela en hechos reales ocurridos en el país incásico, ya que en su creación anterior, La ciudad y los perros, repartía palos a la soldada chilena en algunos de sus pasajes y, dada su creciente fama en Latinoamérica, ya el horno no estaba para esos boyos. Además, había visitado el país andino y los amigos literatos florecían allí. Incluso, su visión de mundo socialista estaba ya a salvo, aunque algunos años después cambiaría radicalmente de bando. En tanto al alto mando chileno, esta decisión de torcer la verdad le llegaba del cielo. Nuestros nobles, valientes, marciales, inmaculados e íntegros soldados no debían verse inmiscuidos en una empresa tan innoble y de escaso nivel como organizar un servicio de visitadoras para calmar los ardores de sus uniformados vencedores y jamás vencidos. 

Y que no se hable más del asunto... hasta ahora...

                                                  FIN

viernes, 6 de octubre de 2023

El verdadero antecedente de la novela Pantaleón y las visitadoras (I parte)


 Corría el año 2004 y estaba cómodamente sentado en mi sillón, sin nada más que hacer que matar el tiempo viendo televisión por la noche, cuando ocurrió... Comenzaba la película Pantaleón y las visitadoras. Si bien y como buen profesor de lenguaje, había leído una cantidad aceptable de obras de Mario Vargas Llosa, a saber, Los cachorros (en la secundaria), La ciudad y los perros (en la facultad) y La guerra del fin del mundo, Lituma en los Andes y Conversaciones en la catedral (solo por placer) , esta novela, convertida en película no había llegado aún a mis manos.

Luego de la inquietante actuación de Angie Cepeda y la frescura y originalidad de la trama, no pude más que rendirme ante ella. Que un gran grupo de soldados rasos peruanos saquee y viole individual o grupalmente a unas lugareñas de la selva de aquel país por urgencias de la carne y que el alto mando castrense, no halle nada mejor que mandar al capitán de ejército Pantaleón Pantoja a organizar un servicio de prostitutas para aplacar la alta temperatura y acabar con los estragos de la tropa es sencillamente notable. Mas cuando se les da el eufemístico nombre de visitadoras. La nominación al premio a la mejor película extranjera al Oscar se encontraba más que justificada.

Demás está decir que leí la novela, en donde la Colombiana que revolvía las hormonas al más casto era  realmente brasileña, más otros detalles que las diferenciaban. Obvio que el cine y la literatura son dos soportes distintos y respetables, por los que novela y película brillan por sí mismas. Al indagar antecedentes de la obra narrativa, el propio Vargas Llosa explicó que se había basado en hechos reales que el mismo constató cuando viajó a la selva peruana. El extraordinario escritor obtuvo el Premio de la Literatura latinoamericana en 1975 por su  brillante creación.

Pasó el tiempo y la novela mantenía su nivel y el paso del tiempo la engrandecía aún más. Toda vez que esa visión crítica de la sociedad latina moderna, en especial de las instituciones castrenses, cobraba todo el sentido al echar una mirada a las dictaduras cívico - militares esparcidas por el continente.

…Sin embargo, un descubrimiento reciente alteraría lo dicho por el Nobel peruano, respecto al verdadero origen de la novela  Pantaleón y las visitadoras... 

martes, 26 de septiembre de 2023

Presencia masónica en el Club Social y Deportivo Colo Colo (IV parte y final)



Un emblema proteico


En un comienzo la alba camiseta carecía de escudo identitario. Bastaban los colores blanco y negro, muy acordes con el sueño de aquellos docentes idealistas. Empero, la imperiosa necesidad de picar alto en todos los sentidos positivos de la vida llevó a este puñado de soñadores a incursionar en el campo internacional. Luego de los primeros juegos se percatan que otros equipos americanos y europeos portan significativos escudos en sus camisetas. No se diga más. Los ritos y símbolos son capitales en toda institución que desea trascender más allá de sus propias limitaciones. 

No hay una sola opinión respecto al creador del escudo. Más bien, se cierne un manto de dudas del creador de la primera insignia. Se menciona a David Arellano como el autor, otros a Quiñones y un largo etcétera que no se dilucidará jamás. El primer distintivo era de una simpleza inocente. El fondo era azul y el nombre del cacique sabio aparece en letras blancas con una cinta roja alrededor. Luego de algunas breves modificaciones se tuvo que aguardar hasta 1950 para que se le encomendara al caricaturista Jorge Silva el diseño del cacique Colo Colo en el escudo, el que, salvo modificaciones leves, se mantiene hasta nuestros días.

A modo de cierre, se hace necesario contextualizar el momento histórico nacional que rodeó la fundación del club deportivo. Chile, en esa época, vivía tiempos especiales. Se forma el Banco Central y se redacta la Constitución de 1925 que durará hasta el quiebre de nuestra democracia en 1973. El país se debatía en la pobreza, el analfabetismo y la ruralidad, siendo su terrible impronta los miles de niños descalzos que deambulaban por las ciudades. Comenzaba, tímidamente, a surgir la clase media. Es el pobre que se educa y se esfuerza por progresar. Los hermanos Arellano y sus cofrades forman parte activa de aquello y, como docentes librepensadores, no solo fundaron un club deportivo. Crean un proyecto educativo laico, pluralista y chileno. No se desprecie el hecho que el gobierno de la época financia los viajes del equipo, no como una mera entretención de masas, sino como embajadores de la cultura y los valores nacionales. 

                                                    FIN

(*) Dedico este seudo cuento - crónica y homenaje a mi padre, colocolino a perpetuidad, quien recibió del presidente del club en una ceremonia en el teatro Caupolicán, una medalla al hincha más antiguo de la institución en los noventas y que, junto a sus restos, descansa una alba bandera del eterno campeón y jamás se enteró de la impronta masónica en el club de sus amores.

Presencia masónica en el Club Social y Deportivo Colo Colo (III parte)

 


Un sabio cacique

El nombre del club se concretó solo dos semanas después de su fundación y fue el centro delantero de la época, Luis Contreras, quien lo propuso (este terminó siendo ingeniero agrónomo). Es sabido que los nombres de equipos deportivos deben evocar lugares emblemáticos, personajes insignes o aguerridos, o bien, animales fabulosos que destacan por su valentía, destreza y ferocidad. Como docentes formados en la cultura idealista de la época, los integrantes primigenios dieron cuenta de esa singular característica. El patronímico tendría un origen muy distinto.

En el estadio El Llano, Contreras y otros, imbuidos de sus lecturas, tales como la Araucana de Ercilla y El cautiverio feliz de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, y rescatando la cultura chilena, deciden que un mapuche es el indicado. Desechan a Caupolicán, el toqui más conocido, como también al estratega Leftraru (Lautaro) o al mestizo Alejo, el último grito de guerra en el Walmapu. El club debía perseguir valores altísimos y es por ello que la sabiduría plena, el liderazgo positivo y el respeto a las experiencias serían el norte. El cacique Colo Colo es el ideal supremo.

Se cree que este líder Mapuche vivió alrededor de 1490 y según algunos historiadores entre 1515 y 1561. Otros, como Gerónimo de Bibar y Alonso de Góngora y Marmolejo lo mencionan como un cacique influyente y experimentado. Prueba de ello, es su decisiva participación en la elección de Lautaro como fino estratega militar que cambiaría la forma de plantar batalla a los invasores y, de igual manera, interceder en la forma en que se elegiría al Toqui que lideraría las huestes, quien no era otro que Caupolicán. Para los noveles Hermanos Arellano, Quiñones, Contreras y otros, Colo - Colo era el nombre que fundía las aspiraciones e impronta del naciente club.

Ahora la preocupación de estos profesores normalistas era el diseño del escudo...tema no menor...

viernes, 22 de septiembre de 2023

Presencia masónica en el Club Social y Deportivo Colo Colo (II parte).


 Arellano y Quiñones, ¿masones encubiertos?

El extraño objeto ya ocupa un destacado lugar en una de las repisas centrales de mi biblioteca. Y comencé la investigación. Averigüé que el dependiente del Persa Bío Bío lo adquirió en un remate de los inmuebles y pertenencias varias de una casona del barrio Concha y Toro, perteneciente a un tal Sr. Marcé, colocolino de corazón y que había muerto sin dejar descendencia. Todas las reliquias relacionadas con el equipo del cacique se las llevaron otros y a precios elevadísimos. Este adminículo para mascotas se vendió de último y a un precio razonable que se quintuplicó, al saber su dueño el verdadero origen. 

La relación Colo Colo - Masones era la que sostenía la intriga. ¿El Sr. Oliver era masón y colocolino, sin relación alguna de estos dos conceptos o había algo más? Opté por lo segundo, más bien por el nerd que llevo dentro, dispuesto a hurguetear, aunque sea una pérdida de tiempo. Revisité la historia del club deportivo, esta vez intentando ver con otros ojos. Nada nuevo en un comienzo, hasta que reparé en la profesión de David Arellano, fundador y primer capitán y la participación de Juan Quiñones, el ideólogo del uniforme del equipo.

El primero fue un profesor normalista, especializado en Educación Física. Era cosa sabida que las escuelas normales de Chile eran laicas y con una poderosa, pero oculta formación masónica. Prueba de ello son las directrices que David Arellano intenta plasmar en la misión del club y sus valores. Alto compromiso con la institución; trabajo en equipo con responsabilidad y solidaridad, manteniendo un perfil bajo; lealtad deportiva con los suyos y los rivales; humildad, en especial ante los triunfos; sacrificio y dedicación. Si lo antes mencionado no se relaciona con los postulados masónicos...pega en el palo. Agrego su triste, pero poderosa despedida del club. Se retira como el primer mártir. Jugando contra un equipo en Valladolid, España, recibe una patada artera que acaba con una peritonitis, causándole la muerte. Entra a la leyenda del club y se inmortaliza con la franja negra en el hombro derecho de la camiseta y su nombre, identificando al estadio propio como el Monumental David Arellano, ubicado en la comuna de Macul.

En cuanto a Quiñones, su legado le da un carácter único a la naciente agrupación. El uniforme del equipo fue propuesto por él, el mismo día de la fundación del club el 19 de abril de 1925. en el Bar Quitapenas, ubicado a un costado del Cementerio General (cementerio laico, fundado por Bernardo O'Higgins, padre de la Patria y reconocido integrante de la Logia Lautarina, reconocida prehistoria masónica.. ¿Coincidencia o localización seleccionada adrede?). Quiñones propuso el color blanco de pureza deportiva, los pantalones negros, símbolo de seriedad y medias azul marino, recreando el color principal de la Armada de Chile, cuna de grandes masones, siendo el inigualable Arturo Prat su hegemónico estandarte (aparte de marino excepcional, abogado, espía secreto del estado chileno, espiritista y bombero).

Ya las coincidencias se batían en retirada y las conexiones masónicas explotaban por doquier. Sin embargo, faltaba lo más importante...la explicación del nombre del Club Social y Deportivo...

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Presencia masónica en el Club Social y Deportivo Colo Colo (I parte)

 

Un objeto bizarro

Lo que se encuentra oculto y vive entre en las sombras, manipulando los hilos y controlando los destinos de las personas, sin que estas siquiera se percaten de esta situación es el gran logro de las agrupaciones secretas. Mientras menos se les perciba triunfan en grande, ya que sus conexiones se extienden por prácticamente todo el globo terráqueo.  

La Francmasonería (o derechamente la Masonería) es una de estas hermandades. Por descontado se da que sus redes se encuentran en nuestro país desde la época posterior a la Patria Vieja. Algunos de nuestros connotados próceres fueron enrolados en sus filas y destacaron por lo alto. Aún en nuestros días se reconocen símbolos e íconos de la logia en símbolos patrios, monumentos e inscripciones y estos últimos se encuentran presentes en nuestro casco histórico santiaguino, dando cuenta de su impronta y presencia.

Ahora al punto. Paseando por el Persa Bío Bío, y expuesto en uno de los pequeños negocios efímeros del lugar, mis ojos clavaron su dirección en un objeto pequeño, plano, ovalado y gris, con una pequeña argolla adosada a él (seguramente su propósito era para reconocer mascotas extraviadas). Leí las inscripciones que contenía y, si bien, estaban escritas en ingles, reconocí la dirección de un domicilio de la ciudad de Leadville, en el Condado de Lake, Estado de Colorado, Estados Unidos.

Sin embargo, dos símbolos y una leyenda llamaron poderosamente mi atención.  Las dos primeras, el inconfundible ícono de los masones con su compás y escuadra y las tres estrellas, encontrándose esta última al lado de la palabra COLO. Recordé que Texas era el estado de solo una estrella solitaria, por lo que no hacía sentido para mi las dos restantes. El dependiente, que detectó el vivo interés en mí me explicó que esta era una extraña y costosa pieza, que perteneció a Richard Oliver, hermano de Elsie, la madre de Jorge Robledo, ídolo del Colo Colo de los cincuentas e hincha acérrimo del cacique.

Había un posible juego de palabras y de símbolos con doble significado del objeto. Acortar el nombre de Colorado por Colo y tallar varias estrellas, haciendo alusión a algunos de los variados torneos ganados por el equipo albo era una conclusión plausible. Aparte que su antiguo dueño poseía una alguna vinculación con el club deportivo, al ser pariente de la madre de unos de los jugadores históricos del plantel. No puedo negar que aquello me motivó grandemente.

Sin embargo, y demás está decir, que puse en duda las palabras del dependiente. Empero, volvió a la carga. Extrajo de un desvencijado cajón un documento que acreditarían sus palabras. Era un certificado de autenticidad, aparentemente con todas las de la ley y para convencerme más aún, me dijo que podía pagarle el costo de la pieza en cuotas mensuales. A pesar del posible gato encerrado de la negociación, cerré trato y ordené a mi banco darle el importe mensual requerido. Fue solo el comienzo de una extraña travesía investigativa que me depararía algunas sorpresas.