miércoles, 21 de enero de 2009

El Sr. Quijano

Hacía tres días que Alonso no llegaba a su departamento de la Villa Olímpica, en Ñuñoa. Pancho, su vecino peluquero, y Fermín, hombre de fe y amable vecino, al igual que el estilista, se encontraban con la inquietud a flor de piel. Se escuchó en el primer piso una corta, pero frenética detención de un automóvil. Risas, portazos y nuevo partida del bólido con destino desconocido.
En el piso yacía un ya conocido Alonso, con la curda de tres días y en lamentable estado. Sus amigos corrieron a socorrerlo y constataron que se encontraba envuelto en su raída capa del caballero de la noche, su polera de Linterna Verde manchada de vómito y la ropa interior, expuesta, patéticamente, sobre sus pantalones.
Lo asearon y lo acostaron en su cama, para luego concluir que Alonso, esta vez, había llegado demasiado lejos. Pancho y Fermín, hombres de buen corazón, pero de pocas luces en cuestiones bizarras decidieron dar un drástico giro a la vida de su peculiar amigo y concibieron la idea más absurda que se tenga memoria.
Aprovechando el profundo sueño de Alonso abrieron de par en par el ventanal del departamento y fueron lanzado a través de él y quemando a la vez, cuanto cómic y película en formato dvd hallaron, creyendo, con firmeza de tahúr, que aquellos satánicos y diminutos seres eran los causantes del estado calamitoso de su amigo Alonso. He aquí el resultado.

A la hoguera:

Comics: La muerte de Superman, la Liga de la Justicia (toda la saga), todo "lo que huela" a Marvel, la DC en sus tiempos de "ñoñez" y la colección completa de Condorito.
Dvd`s: Heavy Metal 2000, Alien, La guerra de las Galaxias, 2010, Depredador, Encuentros cercanos del 3º tipo, E.T., Parque Jurásico y un largo etcétera de películas CI -FI que les importó más la forma que el fondo.

Se mantienen con vida
:
Comics: El regreso del Caballero Nocturno, Watchmen, El Eternauta, Den, Sin City, Batman (de Neil Adams), V de vendetta, Sandman, From Hell y Spawn.
Dvd´s: Blade Runner, Dark City, I.A., La Naranja Mecánica, 2001 Una odisea del espacio, Duna, Hombre mirando al sudeste, Heavy Metal y la colección íntegra del período de oro de la ciencia ficción de los 50º.

Tanto el estilista como el devoto quedaron satisfechos con lo obrado.
- Alonso olvidará, quema mediante, toda este mundo virtual y alejado de la realidad de los hombres, decía Pancho.
- Además le perdonamos algunas de sus entretenciones, para que no nos odie más de la cuenta, agregaba Fermín.
Tal vez no contemplaron una diminuta posibilidad. Alonso, como consumidor y coleccionista profesional no dejaría al alcance de cualquiera sus preciados tesoros. Ambos amigos jamás revisarían en los dobles fondos de cada mueble o estantería. Allí, el astuto Alonso, guardaba celosamente sus preciados comics y dvd´s. Los que condenaron a la pira eran sólo copias adquiridas en el Persa Bío - Bío, para hacer caer a incautos o ladrones de poca monta.

Moraleja (consejo y/o conseja sólo para damas):

Si te involucras con un tipo bizarro,
aléjate despavorida,
no sea que acabes envuelta en un patético barro
o te enamores, Dios nos libre, de por vida...

viernes, 16 de enero de 2009

La mujer que odiaba los lentes de sol

Alejandra había iniciado su extraña cruzada a los diez años de edad. Rompía cuanto lente de sol encontraba. Sus padres pagaban el costo de cada uno de ellos, con una mezcla de asombro y de rabia a las personas que eran víctimas de la ira descontralada de su pequeña hijita.
Todo comenzó cuando su padre le hizo, según ella, una gran revelación: "la felicidad la traen los días soleados", le dijo con aire solemne. Desde ese momento, la niña entró en la dualidad del amor/odio, es decir, amor a las mañanas soleadas e inquina a las nubladas.
Una infeliz y calurosa tarde de febrero paseaba con sus padres y reparó en que varios transeúntes portaban lentes de sol. La pregunta no se hizo esperar:
- ¿Por qué ellos utilizan esos lentes, papá?, ¿es que están ciegos?.
- Hija, a ellos no les gusta el sol. Nueva y peligrosa revelación de su padre.
Alejandra no entendió la verdadera razón del uso de los anteojos, más bien, tergiversó las palabras de su progenitor. Y comenzó el calvario. Pisoteó, pulverizó, trizó y destripó todas las antiparras oscuras que pasaban cerca de su presencia. Deseaba la felicidad de la gente, por ello intentaba sacarlos de su mundo de oscuridad.
En la ceremonia de graduación, sus compañeros, antes de lanzar sus birretes al aire, se colocaron lentes de sol, dejándole claro que su cruzada no valía nada.
Ya en la universidad, no logró convencer a nadie de sus objetivos. Es más, le recomendaron encarecidamente una visita a un buen psicólogo. Mientras los vendedores de anteojos de sol no sabían si amarla u odiarla, ya que asaltaba cada tienda, destrozando el objeto de su odio, mientras que subían las ventas de los lentes, debido a su peculiar conducta.
Alejandra, de treinta años y coexistiendo con el mundo del trabajo intento madurar, pero poco. Desarrolló sofisticadas estratagemas para continuar con su insólito derrotero. Pedía prestado anteojos que perdía sutilmente, abrazaba efusivamente a varones, cuyas gafas se encontraban colgados del pecho de la camisa para así malograr esos demoníacos adminículos y descubrió el hábito de fumar sólo para dejar, descuidadamente, su cigarrillo encendido, cerca de algún vidrio plastico del objeto odiado y así marcarlo de por vida. Todo ello le costó una vida de soltería indefinida, la soledad fue su única compañera y sólo sus arranques de furia la conectaban con el resto del mundo.
Actualmente Alejandra se encuentra internada en una casa de rehabilitación mental , sus padres lloran su maldita suerte y los doctores la dan como caso perdido. Sin embargo, ella por fin es feliz. Autorizó filmar un documental de su extraño caso a una cadena de canales extranjeros (lo que le significó pingües ganancias que aseguraron su estadía en el nosocomio), consiguó un trabajo de testeadora de lentes de sol irrompibles ("a prueba de Alejandra", rezaba el slogan) y conoció por fin el amor en un paciente esquizofrénico que mataba el tiempo rasgando las telas de los quitasoles.

lunes, 12 de enero de 2009

La paila.

A Samuel le precedía su fama, en especial desde que adquirió un auto propio. Frente a sus amigos se jactaba denominando al vehículo como "la paila".
-¿Por qué?, preguntaban socarronamente sus amigos.
- Porque la mujer que sube a mi cacharro esta "frita", respondía riendo con todo su cuerpo.
La pandilla amplificaba la imagen de Samuel por todo el vecindario:
-Es un monstruo con las mujeres.
-Se "ha comido" a todas las lolas que ha deseado.
-Ahora que compró un "tocomocho" nada lo detiene.
Beatriz no creía en imágenes de cartón. Luego de haber puesto en su lugar, cachetada mediante, a Carlos, por atreverse a decir públicamente que ella estaba interesada en su persona (nada más falso, ya que la bella joven, de un sólo papirote, lo había devuelto a la realidad) pensaba poner orden a tanto machismo imperante. Era el turno de Samuel. Era hora que alguien le revelara unas cuantas verdades a ese insolente seductor de pacotilla.
La cita no se hizo esperar. Era un jueves en la noche y Beatriz subía mansamente al carro de Samuel. Deambularon por República, La Alameda, Providencia y Pedro de Valdivia. La conversación era trivial y aburrida. Samuel estacionó su juguete con ruedas en una oscura calle.
-Es el momento, se dijo a sí misma Beatriz.
-Pasa al asiento trasero, dijo Samuel, con un tono de voz que imitaba malamante a un seductor.
La joven cambió de asiento y se aprestó para darle la lección de su vida al farsante.
-Ya verás si esta chatarra se sigue llamando la "paila". ¿"Así que estoy frita"? ¿Vas a comerme al igual que las otras?, pensaba con ira la damisela, mientras se acomodaba en el asiento. -Ponme un dedo encima y verás lo que te espera.
En ese momento unas finas manos de metal con unos terminales de tenazas aparecieron de las sombras y desvistieron en segundos a la mujer. Acto seguido, tanto el asiento posterior como el resto de la cabina se convirtieron en metal y de unas diminutas troneras fueron lanzadas salsas, aceites, ajo molido y cebollines picados, para finalmente subir la tempertura de las planchas a un calor insoportable.
Beatriz, al borde del pánico supremo, del dolor insoportable y la muerte inminente, observó cómo Samuel la miraba con ojos lascivos tras la ventanilla, al tiempo que sus manos empuñaban firmemente un cuchillo y un tenedor, regalo de su piadosa madre, que ya en paz descansaba en la corriente sanguínea de su hijo único.