miércoles, 27 de febrero de 2008

La muerte que venía desde abajo


(Extraído de "Los tiempos del peligro solapado")


Actualmente es un tarea titánica hacer entender a nuestros hijos que existieron películas de terror, las cuales marcaron para siempre nuestras vidas. Los adelantos en los efectos especiales de los filmes de hoy, en especial la utilización de ordenadores que hacen posible casi cualquier ícono que el equipo realizador de Hollywood desee, hacen palidecer a aquellas cintas que presenciamos durante la década de los setenta.



Eramos adolescentes y corría el año de 1975. La sensación del momento era ir a ver la película "Tiburón" (Jaws). Teníamos motivos de sobra para celebrar, ya que a unos amigos y a mí, nuestros padres nos daban por vez primera permiso para ir al cine solos. Realizamos una fila interminable frente a los desaparecidos teatros Huérfanos - Central (hoy convertidos en una sede del Banco de Chile). Con la emoción de aquellos que se sienten en el umbral de la independencia, ingresamos a la oscura sala.


Comenzando la proyección se acabaron de un rudo golpe toda nuestras alegrías anteriores. Aclaro que hasta ese momento las cintas de terror que habíamos visto se circunscribían al espectro de la televisión chilena setentera, es decir, las de Boris Karloff, Lon Chaney Jr., Bela Lugosi y la época de oro de la Ci-Fi de los cincuenta. Todas ellas mostrando seres que no pertenecían a nuestro mundo cotidiano. Además no habíamos descubierto aún el terror sicológico de Hitchcock, ni el "gialo" de Mario Baba o Darío Argento. Es por ello que al ver aquella cinta tuvimos que reacomodar nuestra visión del miedo. Las tres razones poderosas fueron que durante una hora el tiburón no aparece en pantalla, pero sabíamos muy bien que se encontraba ahí bajo el agua, la música incidental inquietante que antecede la aparición de la bestia y el hecho de que el monstruo fuera esta vez un ser que podríamos encontrar perfectamente en nuestras costas.



El director manejaba a la perfección el suspenso. Primero propone un conflicto de intereses comerciales en un pequeña isla llamada "Amity". Como era temporada de verano, la aparición de un gran escualo que había devorado a una muchacha y, posteriormente a un niño, echaba por tierra las ganancias de los comerciantes del lugar. Estos desoyen los llamados del jefe de policía y abren las playas. Craso error. El monstruo cobra una nueva víctima. La muerte de un salvavidas en las fauces del pez, mostrada fugazmente en pantalla, sumados a los gritos desgarradores de la víctima al ser masticada salvajemente nos dejó sin aliento. Pero algo nos mantenía firmemente aferrados a la butaca.


Tres son los valientes encargados de matar al tiburón. Un oceanógrafo (Richard Dreyfuss), el capitán de policía (Roy Scheider) y un pescador "experto" en cazar escualos (Robert Shaw). La empresa les sobrepasa con largueza. Presenciamos por primera vez la espantosa y lenta muerte de un ser humano. El cazador es engullido por el gran blanco, pero esta vez se observan detalles. Luego de hacer zozobrar la embarcación, el satánico ser se avalanza sobre ésta y, al ladearla, el desafortunado hombre cae directamente en sus mandibulas, las cuales devoran cada parte del cuerpo, todo esto mientras la víctima se encuentra con vida. El terror nos mantenía paralizados.



El policía, en un acto de valentía suprema a nuestros inocentes ojos, derrota al leviatán introduciendo un tubo de oxígeno en su mandíbula para luego hacerlo estallar de un balazo de rifle, causando la muerte del feroz enemigo. Sin ningún complejo mis amigos y yo aplaudimos a rabiar, sin darnos cuenta que todos los espectadores se encontraban realizando lo mismo. Era un momento de catarsis. Sin embargo, ese verano fue uno de los peores que experimenté, ya que no pude bañarme en ninguna playa, río o piscina. La posible aparición de tan espantoso ser me atemorizaba.


Bastantes años después nos enteramos que la película se había realizado a pulso. Un joven llamado Spielberg tomó el proyecto porque lo desechó otro. La fabricación de animatronics estaba en ciernes, así que los tres modelos de tiburón que los técnicos habían fabricado fallaban a cada momento, más aún en la corrosiva agua del mar. Al ver las primeras tomas se dieron cuenta que el escualo era de una falsedad impresentable y el público se reiría a mandíbula batiente. El actor R. Dreyfus estuvo a punto de abandonar la filmación presintiendo un fracaso cinematográfico que haría época y el presupuesto se les acababa. Con todo ello en contra, ¿por qué nos espantó para siempre esta historia?



La solución fue un prodigio de inventiva en tiempos de crisis. Spielberg filmó en primer lugar todas las escenas en que no aparecía el tiburón, mientras éste era constantemente reparado. Al acabar esta tarea, sustituyeron la presencia real del animatronic con simulaciones, para que los espectadores sólo intuyeran que merodeaba por ahí. Por ejemplo, que la movimientos de la cámara hicieran las veces del movimiento del escualo o la aparición de la gran aleta del pez. Pero quedaba un gran problema por solucionar. La falta absoluta de verosimilitud del robot creado. Es ahí donde radica la maestría de la película. Encargaron a la experta en montajes Verna Fields la edición de las cintas y a John Williams la banda sonora. La señora Fields realizó un trabajo de joyería, ocultando absolutamente los graves defectos de movimiento del animatronic y Williams nos legó una melodía que forma parte de nuestro sound track imaginario. A ambos les fue otorgado el Oscar por sus respectivos trabajos.


Todos estos detalles que manejamos ahora, en aquella época ni siquiera ocupaban un mínimo espacio en nuestras crédulas mentes. Además, a nuestros padres, luego de habernos dado el permiso para asistir al cine, sólo les preocupaba que llegaramos pronto a casa, ya que el toque de queda comenzaba al anochecer.

lunes, 25 de febrero de 2008

El lado B del Mundial del '62

(Extraído de "La década de la inocencia")
Algunos de nosotros cumplíamos nuestro primer año de vida, otros estaban naciendo cuando en Chile se realizó el Mundial de Fútbol de 1962. Pasaron los años y nuestros padres no escatimaban esfuerzos en relatarnos historias, datos y anécdotas que, convertidos en verdaderos panegíricos de tal evento, nos atiborraban nuestras infantiles mentes.


Todo era era absolutamente perfecto, casi una utopía. Desde el bendito momento en que los dirigentes deportivos decidieron postular a nuestro país como sede del campeonato. La obtención de tal galardón con una sentencia de uno de los miembros de la delegación, que sería casi una declaración de principios posterior: "por que no tenemos nada, queremos hacerlo todo". Lo anterior expresado magistralmente por Carlos Dittborn en el Congreso de la FIFA en Portugal. Finalmente el hecho de llevar a cabo el proyecto, a pesar de que el sur del país sufrió el terremoto más devastador en la historia moderna del hombre. Se vislumbraba la hazaña.

El desarrollo de la justa deportiva es historia. Chile ocupó un histórico tercer lugar, un país "amigo" como Brasil se quedaba con la corona, Leonel Sánchez se convertiría en leyenda al hacer justicia por sus propias manos, propinándole un izquierdazo a un italiano en pleno rostro durante un encuentro y, posteriormente, en los cuartos de final, dejando sin opción al portero ruso Lev Yashin en un tiro libre, colocando el balón en un ángulo imposible de atrapar. Jugando por el tercer lugar y con un equipo nacional al borde del colapso, Eladio Rojas le daba al seleccionado nacional el triunfo con un gol agónico en el partido de definición con Yugoslavia.

Era el gran tesoro de nuestro padres. La más bella historia jamás contada, que se repetía de cuando en vez en almuerzos familiares, paseos o al calor de una estufa en invierno. Nosotros eramos niños, pero no estúpidos. No creíamos en tanta maravilla. Debía haber algo más. Con el correr de los años y ya mayores acumulamos algunas informaciones alternativas de tal evento que, a ojos de fanáticos, serían consideradas una cuasi - blasfemia, pero a nuestro entender no lo denigran, sólo lo ubican en su justa medida, es decir, como fiel representante de un producto cultural de nuestra alma nacional.

Con ustedes el lado "B" del Mundial del 62...

Nunca quedó del todo claro la razón de designar a Chile como sede de un mundial de fútbol. No pertenecíamos al club de países desarrollados (ni pertenecemos ahora), tampoco eramos una potencia futbolística, ni siquiera en vías de mejorar. Un misterio. Sin embargo, se sabe que nuestro país inscribió su postulación de manera simbólica, ya que Argentina era la favorita, para oponerse a Alemania, lógica elección para tan magno evento. Los teutones desistieron. Los trasandinos corrían, prácticamente solos. Tal vez por ello Raúl Colombo, dirigente porteño, expresó en su discurso "Podemos hacer el mundial mañana mismo. Lo tenemos todo". Al día siguiente, Carlos Dittborn entra al inconsciente colectivo nacional con su frase para el bronce, ya citada antes. Resultado del congreso: Chile fue electo con 32 votos a favor, mientras la Argentina recibió 10 votos y 14 miembros votaron en blanco.


Nuestros padres evitaban cualquier mención al nivel futbolístico del mundial. Los cuentos iban en la dirección de engrandecer al equipo de todos y las selecciones visitantes. Pero no fue tan así. la mala suerte se presentó cuando se lesiona Pele, ídolo esperado con ansias, y no puede jugar por el scrach. Garrincha no pudo alcanzar el nivel superlativo del ídolo carioca, pero por empeño no se quedó. De los cuatro equipos finalistas, sólo Brasil poseía un historial significativo, el resto eran aparecidos. Además, no se presenciaron partidos de alto nivel. Para muestra dos botones: en la final, el gol de Amarildo fue francamante de encuentro de barrio, ya que una deplorable salida a cortar un centro del arquero checo Vilern Schogoif, deja el balón servido para que el delantero sólo la empujara dentro del arco. Mientras que en el partido de Chile- Brasil, lo tantos que les anotaron a la defensa nacional fueron una clara muestra de una desprolijidad defensiva abismante.


Fue el torneo que dio comienzo a la violencia en los mundiales de fútbol. El encuentro de Chile -Italia, quedó en los anales como "la Batalla de Santiago". Ambos equipos se dieron con todo. La pateadura que Leonel Sánchez recibio cerca del banderín del corner por parte de un defensa tano y el gancho de izquierda que le propinó nuestro ídolo en respuesta dio la vuelta al mundo. Estuvieron a un tris, ambos elencos, de darse de bofetadas, aunque empujones y combos hubo. Muchos años después, Leonel confesaría, ante una entrevista realizada por Gary Lineker para un programa deportivo europeo que destacaba a los goleadores de los mundiales, que golpeó al italiano, porque días antes integrantes del seleccionado bachicha habrían expresado en periódicos de su país que las mujeres chilenas eran muy feas.

La organización, según los dirigentes y periodistas fue impecable. Discrepamos de ello. Lamentablemente, en esta justa deportiva se inauguraban las transmisiones televisivas, por lo tanto, se mostraría todo lo que iba a contecer dentro del campo de juego al mundo futbolizado internacional. Infaltables "quiltros" chilenos traspasaron la feble guardia e ingresaron al campo de juego en tres ocasiones, a vista de toda la comunidad deportiva mundial. A saber, en los encuentros de Inglaterra - Bulgaria en Rancagua, Brasil - España en Viña del Mar y Chile - Alemania en el Estadio Nacional. En este último encuentro, un simpático jugador europeo se pone en cuatro patas para capturar al perro, causando la hilaridad de los presentes. Pero lo que daba para enterrar la cabeza en la tierra de verguenza fue lo que aconteció en el partido España -México. Un jugador, por arremeter con demasiada vehemencia siguió de largo y antes de caer se afirmó de las redes del arco, haciendo un pequeño forado en ellas. Los asistentes y veedores esperaban el cambio lógico e inmediato de la red dañada. No fue así. Entró al campo de juego un personaje, con tenida informal que extrajo de un pequeño bolso una aguja e hilo y remendó, ante la consternación de todos, la malla deteriorada. Luego continuó el partido.

Creo que no arrojamos este torneo al tacho de la basura, sino que lo dimensionamos en su justa medida, ya que sumando y restando fue un hito de nuestro deporte, ni tanto para elevarlo a alturas inalcanzables, ni tanto para denostarlo. Es decir, un campeonato mundial de fútbol a la chilena.

domingo, 24 de febrero de 2008

Encuentro mensual de hombres notables.


Nos reunimos a cenar cada primer miércoles del mes. Somos unos cuarentones con un pasado común. Estudiamos gran parte de nuestra escolaridad en el mismo colegio (no lo mencionaré para proteger la honorabilidad de nuestros mentores). Durante los primeros años de egreso, sólo unos pocos continuaron viéndose con regularidad. Pasó el tiempo y decidieron hacer el intento de hayar a la mayor cantidad de ex-compañeros posibles. La investigación contactó a varios nombres. Desde ese momento, ya hace unos diez años, un fiel y heterogéneo grupo se congrega alrededor de una mesa, degustando exquisitos platos, libando finos mostos y platicando de la vida.


Durante el primer lustro los temas de conversación apenas se desviaban del lugar común, pero éramos felices escapando de nuestras casas por algunas horas. Al comenzar el sexto año las citas languidecían. Luego de mucho cavilar se encontró la manera de reavivar el fuego. Relataríamos la historia no contada de Chile o el reverso de la medalla, bajo nuestra particular perspectiva y utilizando nuestras experiencias personales vividas durante nuestra niñez, adolescencia, juventud o edad madura. La idea tomó forma y, después de discutir a viva voz (lo que dio para dos cenas más), nominamos cada etapa de referencia, quedando como sigue:


"La década de la inocencia", "Los mil días de la irresponsabilidad", "Los tiempos del peligro solapado" y "El triunfo del mito", aludiendo a los últimos cuarentaiseis años de nuestra historia nacional.

Mis queridos cofrades, sabiendo que me castigaban de por vida, me designaron como el escribano de todas las narraciones que fueran dignas de destacar. Acepté con resignación.

Fue de consenso que la primera historia apelaría a la nostalgia más pura, la niñez. Nos enfrascamos en un nuevo coloquio y el resultado fue una votación muy sui generis de un tema un tanto bizarro que titulamos:



!Infancia en peligro¡

(Extraído de "La década de la inocencia")


Nuestros padres jamás se enterarían que las inocentes seriales de televisión extranjeras de los sesenta causaban en nosotros gran impacto. Y no nos referimos a la imitación de conductas violentas o malsanas. Lo que despertaba nuestra inquieta curiosidad eran los personajes femeninos que, cada tarde o noche, nos hacían soñar despiertos y sentir cosas que aún no podíamos explicar. La gracia se encontraba en que estos programas, aparentemente, no tenían como finalidad el despertar sexual de cada uno de nosotros, pero... !vaya cómo lo estimulaban¡ De ahí que el ranking presentado a continuación tiene una absoluta conección con nuestra líbido. Damos las gracias por ello.




Mención honrosa: Morticia Addams


Caroline Jones interpretaba a este personaje de la serie "Los locos Addams", basado en la tira cómica de Charles Addams. Cada vez que aparecía en pantaña con ese vestido ceñido a sus curvas, nuestras mentes olvidaban rápidamente acerca de qué trataba el show, ya que no escondía su sensualidad gótica, como tampoco su excelente conección con Homero en asuntos amorosos. Pero había algo que presentaba un pequeño escollo para nuestras ilusiones... era madre, lo que a veces nos ahuyentaba, dándonos terribles sentimientos de culpa (todavía no leíamos a Freud). Angélica Huston, quien asumió el papel en una película basada en la serie, no pudo borrar la imagen de Caroline.



Nº 3: Jeannie


Bárbara Eden era "Mi bella genio". Habríamos dado encantados el mejor juguete que poseíamos por decir que ella era nuestra bella genio. Representaba los deseos sin cumplir de todos nosotros. Una mujer bellísima, ataviada como una odalisca que sugerían los contornos de su bella figura y dispuesta a satisfacer todos nuestros caprichos. Era el paraíso. Lástima que el pelmazo del mayor Nelson no se daba ni por enterado de su ventajosa posición. Además la serie se llamaba realmente "I dream of Jeannie". Nos enojábamos sólo de la envidia que nos causaba.



Nº 2: La señora Peel


Ella era Diana Rigg. Nuestra amada señora Peel de la bizarra serie inglesa "Los vengadores". Lo de señora le venía porque era viuda. Esto acrecentaba nuestra adicción hacia ella. Además, en cada capítulo jugaba con nosotros, ya que se presentaba alternadamente con un vestido formal, para luego infartarnos con un modelo provocador. No nos molestaba que coqueteara con John Steed, ya que era evidente que a este último personaje muy británico no le iban las mujeres.


Nº1: Gatúbela



!Grandiosa, fantástica, diosa¡ Julie Newmar siempre será para nosotros Gatúbela. En ella se resumían todos nuestros deseos precoces. Ser felina, poseer una figura insuperable e interpretar un personaje de una sensualidad explosiva. No negamos que muchos pedimos como regalo de navidad el traje del murciélago de ciudad gótica para sentirnos un superhéroe y salvar el día (en el caso de Batman, la noche), pero en nuestro fuero interno sabíamos que al estar enfundados como el encapotado, nuestra primerísima misión consistiría en buscar a Gatúbela.

sábado, 23 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (X y final)


Un importante dossier para Kron
Se respiraba entrecortado en el salón de reuniones secretas de Kron. Sus asesores temblaban ante su sola presencia. La espantosa experiencia de citas pasadas justificaba tal sentimiento. El déspota se materializó, junto con su guardia privada en el nivel más alto del lugar. El silencio se hizo de inmediato.
El motivo de las vistas parecía ser rutinario, pero con el carácter de Kron nada estaba absolutamente asegurado. Los supervisores del seguimiento de los exiliados comenzaban su disertación. Uno a uno explicaban, con riguroso detalle, cada caso. Sólo callaban cuando el dictador levantaba, casi imperceptiblemente su mano derecha, indicando el término de la exposición y el turno del siguiente.
La reunión se tornaba extensa en extremo. Comenzó el turno del supervisor de los reos de la ciudad de Santiago de Chile:
- Paul Vásquez. Aún realiza denodados esfuerzos por destacar en su oficio. Se encuentra confinado en un programa de televisión pagada, sólo visto por los adeptos a un equipo de fútbol. No ha superado su adicción las drogas. Está domesticado.
- Alex y Hans Vásquez. Definitivamente separados el uno del otro. El primero intenta rutinas callejeras en solitario. En ocasiones, se presenta con un humorista nativo que no presenta mayores riesgos. Su apodo es "Cachencho". El segundo se ha sumido en una profunda tristeza. Caso perdido. Objetivo logrado.
- Roberto y Juan Carlos. Roberto se alió con un humorista de cierto renombre en las calles. Su apelativo es "El Turrón". "Turrón" llevó a su parner a un programa de televisión nocturno. Fue una de las noches más terribles de Roberto. El animador se burló de él y de su primitivo humor. Juan Carlos se emparejó con el "Banana" y crearon un binomio que cree ser exitoso, de nombre "Risas.com". Sus logros son reconocidos únicamente por los visitantes de Plaza de Armas. Objetivo logrado.
- El loco Freddy. Llamado por todos los asistentes a la reunión como "la presa fuera de programa". Las consecuencias de la operación realizada en su cuerpo es seguida con vivo interés por los facultativos de Cubewano. Se asume un gran humorista, cuando en realidad es un pelmazo. Lo único que esperan los asistentes a su espectáculo en golpearlo con intensidad en el antebrazo derecho. Es la manera que tiene Freddy de llamar la atención de su "público". Objetivo logrado con honores. Aplauso cerrado de los asistentes del salón.
- ¿Eso es todo?, expresa con voz de mando Kron.
- Eso es todo, repite el asesor.
- ¿Y que pasó con el "Chino y el "Indio"?
-Verá, su excelencia. Ellos, al parecer, se suicidaron, ya que no se registra actividad sico - motora alguna.
- Bien... verifique esa presunción. De ser así. Cerramos esos casos con el deber cumplido.
Retírense!
Hacía tiempo que los asesores no presenciaban una reunión tan exitosa. Se felicitaron mutuamente y esa noche durmieron plácidamente. Sin embargo no existían razones para ello. El caso es que el "Indio" y el "Chino"descubrieron la manera de escape por simple casualidad. La clave se las dio el mismo habitante de la ciudad de Santiago, es decir, el perfil de su personalidad.
El "Chino", primer reo llegado a a la tierra, comprendió con los años que el habitante chileno, en especial el santiaguino, escapa a su realidad y acepta gustoso la que le proponen sus líderes, sin presentar reparos. Para ello, el olvido, la monomanía, el tedio, la rutina, la paranoia a lo desconocido y el fatalismo son elementos que producen un cóctel irresistible.
Estos cómicos, seres de mente superior, se sometieron a un proceso de empatía con la mente nacional. El resultado les trajo como consecuencia la quema de los dispositivos alojados en sus mentes y la posterior muerte cerebral. Eran dos entes deambulando por las calles de la capital sin mayor interés que una ignorante supervivencia. El resto de los humoristas, agradecidos de sus amigos de ruta, seguirían felices, y esta vez para siempre, sus pasos.

viernes, 22 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (IX)



Los humoristas callejeros en los tiempos del simulacro



Con el advenimiento de la democracia en Chile los cómicos peatonales vislumbraron una luz de esperanza, que les hiciera mejorar, aunque sea levemente, su precaria situación.


Eran tiempos difíciles, pero las circunstancias y el hecho de que eran personajes con cierta fama alternativa los obligó a asumir una postura. Fueron perseguidos por la policía de Pinochet, encarcelados por actuar sin permiso en la vía pública (aunque se lo habrían denegado si lo hubieran solicitado) y confinados en la Plaza de Armas. No cabían dos opiniones. Se presentaron ante los líderes de la oposición al dictador ofreciendo sus servicios.


En 1988, según la constitución impuesta, se debía plebiscitar un candidato para gobernar por ocho años más. A nadie le sorprendió que el mismo General, que había gobernado con mano de hierro durante quince años se presentara como candidato único. De vencer en las urnas, se proyectaba una dictadura de 23 años. Sin embargo, y de no haber fraude electoral, se podía derrotar al adversario.


Todos los humoristas trabajaron arduamente para convencer a la gente que no debían temer a votar en conciencia y convirtieron a la Plaza de Armas en un espacio de proselitismo permanente. El tiempo avanzó vert¡ginosamente y un dichoso 5 de octubre la ciudadanía le dijo no al tirano. Volvió la libertad perdida. La ocasión para librarse de Kron que esperaban los Vásquez, Los Totoreto y Cia. se presentaba en bandeja de plata.


Fue pasando el tiempo. La efervescencia se aquietaba. Con voz queda consultaron por sus demandas, pero se les dijo que el enemigo era poderoso y se debía caminar con pies de plomo. Se les explicó que se estaba aplicando "la política de los acuerdos". Eufemismo que escondía el evidente pavor del primer gobierno concertacionista hacia los militares. Ellos esperaron por una nueva oportunidad. No percibieron las señales.


El segundo gobierno destacó por todo el orbe que la economía nacional iba en franca alza. Los números y los especialistas así lo indicaban. El "Chino", más experimentado que sus colegas, comenzó a oler a podrido. Las contradicciones eran alimento diario de los actuales líderes políticos. El sistema político - económico de la dictadura se estaba aceptando sin reparos. Estas contradicciones llegaron a su cenit cuando los perseguidos y exiliados de ayer, se pelearon con el mundo entero para traer sano y salvo a su carcelero, que estaba siendo juzgado en el extranjero por crimenes de lesa humanidad. Una lectura simple mostraba un país maduro y reconciliado, sin embargo el contubernio ya se encontraba en marcha.


Esta vez los Vásquez creyeron ver un destello de reivindicación a sus demandas en el tercer gobierno concertacionista al mando de un socialista. La imagen así lo indicaba. Soberbio orador y perfecto manejador de los mass media, este nuevo líder daba, al parecer, el ancho que ellos estaban ansiosamente esperando. Promesas y viento del sur fueron un solo elemento que se extravió para siempre. Incluso la ironía apareció en gloria y majestad. Un defensor de los desposeídos llenando los bolsillos de oro de los poderosos.


Fue entonces que la pandilla entendió a cabalidad lo que estaba sucediendo. El plan brillantemente fraguado durante los setenta y ochenta, usando a la milicia como ejecutante se cumplía a cabalidad en los noventa, esta vez con unos políticos pusilánimes y que cobraron su premio por servicios prestados. El gatopardismo en acción. Cambiar para que todo permanezca igual... diabólicamente brillante.


A Kron sólo le restó sonreir. En la tercera roca después del sol lo habían emulado con creces.


(Finaliza con "Un importante dossier para Kron")

jueves, 21 de febrero de 2008

Amor virtual


Ella vivía para escapar. Abandonó la casa para casarse tempranamente y sin meditar sus consecuencias. Huyó de un tórrido y secreto romance posterior. Ya convertida en una mujer de edad madura y luego de una desilusión laboral que la obligó a trasladarse, se encontró con el zapato que cubría su horma.
No podía sacarle los ojos de encima a ese hombre que parecía ignorarla. Se consumía en su desesperación. Casi al borde de la locura y con el corazón en la boca se animó a pedirle una cita. Fue un encuentro dentro de los límites que indicaba la moderación, ya que el galán se tomaba tiempo para sacudirse su timidez. Ella volvió a la carga y esta vez hubo un extraordinario beso de por medio. Pareció que ambos despertaran de un largo sueño de hibernación, se miraron a los ojos y presintieron que algo inusual estaba comenzando.
Se sucedieron los encuentros furtivos y recordaron asignaturas ya olvidadas por el peso de la rutina: comenzaron amándose como conejos, siguieron como monitos y acabaron como fieras salvajes. Era la dicha jamás sentida, la recuperación del paraíso perdido. Comprendieron que estaban hechos el uno para el otro.
Pero nos encontramos en este plano de existencia y la cruel realidad les pasó la cuenta. Su relación a contrapelo pesaba como un quintal de la más pesada harina. Ella no había aprendido otra manera de reaccionar y ante las circunstancias apremiantes escapó lejos, tan lejos que el olvido se olvidara de sí mismo.
Craso error. La distancia sólo acrecentó en ella la agonía de saberse con la felicidad en las manos y dejarla ir por las apariencias. Intentaron verse nuevamente. Esta vez por escaso tiempo, pero con flamígeros resultados. Desesperadamente, se desdobló y se retó como una madre lo realiza con la hija adolescente que presenta un capricho de amor. Esta vez la huida incluyó el silencio.
Pasó el tiempo. Creyó lograr cierto equilibrio, no obstante su alma la despertaba a mitad de la noche demostrándole lo contrario. En su angustia ideó la forma que encontró más a mano para paliar, aunque sea temporalmente los persistentes latidos de su corazón. Sabía que él destinaba bastante de su tiempo a su computador. Obedecería a su instinto. Prontamente encontraría la manera de ubicarlo y seguiría soñando, esta vez despierta, que lo amaría hasta el final de los tiempos. A pesar de que sus encuentros serían, por ahora, un simulacro.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (VIII)

El loco Freddy le hace honor a su apelativo
Unos de los casos más bizarros que se presentó durante el castigo que Kron aplicó a los humoristas, fue el de Alfredo. Freddy, para sus íntimos.
Freddy no era un extraterrestre exiliado venido de Cubewano. De cuerpo y alma era un chileno, "algo entre la nada y la cosa ninguna, pero sin comprometerse mucho tampoco". Sabias palabras de Alejandro González Legrand para definir el ser nacional y que nuestro héroe no compartía ni en la forma, ni el fondo.

Comenzó como artista pintor en Plaza de Armas. Su especialidad era el paisajismo hiperrealista, que lograba usando diestramente latas de pinturas con atomizador sobre una hoja de block Nº99. El problema que se le presentó era que habían proliferado como la mala hierba este tipo de pintores. Intentó diferenciarse del resto, primero presentando a viva voz sus trabajos sin mayores resultados. Derrotado, pero no vencido, Freddy intentó quemar uno de sus más hermosos trabajos, lo que atrajo cierto interés de público. Nada. Sólo le quedaba mirar la gran cantidad de admiradores que poseían los cómicos de la Plaza. Freddy los odiaba con toda el alma, sin embargo, y por lo bajo, los admiraba.

Lentamente se acercó a ellos. Cruzaba unas cuantas palabras y luego se refugiaba en su soledad. Así, se fue ganando un pequeño espacio entre sus odiados ídolos. El "Chino", más experimentado que el resto, hizo notar a sus compañeros de oficio las cualidades que notaba en el recién llegado. Su mal carácter, la baja tolerancia a la frustación y su emotividad lábil en extremo.
Los acompañaba frecuentemente a toda la pandilla a servirse unos tragos a "La Piojera", soportando todo tipo de bromas e indirectas para que no se sumara a la invitación. Las que aceptaba como pago para paliar su incomunicación. En una ocasión el "Banana" y el "Flaco" bebieron más de la cuenta. Freddy escuchó, en un comienzo muy divertido, las confesiones de ambos. Su origen extraterrestre, su prisión, tortura y posterior exilio. Por supuesto, Freddy les siguió la corriente, creyendo que se trataba de una de sus tantas bromas o de que él era parte de un focus group de una nueva rutina. De todas maneras le rondó en la cabeza aquel dicho de que "todos los niños y los borrachos dicen la verdad". Prefirió guardarlo en algún lugar de su mente las incipientes dudas.

Estas interrogantes volvieron cuando asistió a Cristian en el ataque fulminante que sufrió en plena vía pública al transgredir este último la normativa de no entregar una rutina con chistes de humor elevado (ver "La fantasía del Cristian, el "Banana"). No podía entender el evidente desconcierto de los médicos que atendieron al malogrado Cristian, ya que no acertaban con el diagnóstico, ni menos el desparpajo de los mismos facultativos al despachar al "Banana" al día siguiente, sonriendo por su espectacular mejoría. La aparición, durante la breve convalecencia del "Banana", de la pareja de hombres de negro solucionando todo el entuerto, cual reyes magos, acrecentó sus preguntas internas, que ya se agolpaban en su mente.
El momento de la verdad se le presentó cuando, en una noche y luego de un arduo trabajo de Alex y Hans en la plaza, estos últimos fueron abordados por los mismos tipos de negro que se encontraban en el hospital, junto a la cama de Cristian. Freddy se ocultó y escuchó la conversación del grupo. Detectó las miradas de los hermanos Vásquez, una mezcla de odio y miedo profundo por sus interlocutores. Corroboró, por las palabras que atentamente oía, lo mismo que el "Banana" y el "Flaco" le había confesado persuadidos por el alcohol.

No se asustó, como indicaba el sentido común, sino que encontró la manera de alcanzar sus sueños. Confesó a toda la pandilla de cómicos y les dejó meridianamente claro que había descubierto su secreto. Pedía a cambio de su silencio que le enseñaran el oficio. Le aclararon que ellos eran condenados y que, por lo mismo, no disfrutaban de su trabajo forzado. Además, y con una mano en el corazón, le explicaron a Freddy que lo suyo no era el humor. Fueron palabras enviadas al viento. Lo asesoraron, trabajaron arduamente con él y pulieron sus rutinas. Llegó el momento del estreno en sociedad de Freddy. Fue la crónica de una muerte anunciada. Su trabajo apenas esbozó sonrisas en los transeuntes. Se enfrascó en discusiones con parte de su audiencia, desautorizándolos al no apreciar su arte. Al final del espectáculo lloró como un niño desconsolado.
Sus improvizados mentores lo observaban a la distancia. Sus miradas denotaban el "te lo advertimos". Pero, más distante aún, a millones y millones de kilómetros, Kron y sus testaferros sonreían de satisfacción. Una nueva presa, fuera de programa, se vislumbraba en lontananza.
(Continuará con "Los humoristas callejeros en los tiempos del simulacro")

lunes, 18 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (VII)



La fantasía de Cristian, el Banana.

De todos los condenados enviados a nuestra capital, Cristian era el más joven y despreocupado de todos. Su humor era un rara mezcla de insensatez y agudeza. Se enteró de su detención en Cubewano por un matutino virtual y decidió entregarse para ahorrar trámites posteriores (ver "El origen de la condena"). Sufrió torturas físicas al comienzo, pero sus carceleros al enterarse que era un alma libre que respiraba únicamente su aire, lo confinaron para que esperara su sentencia.

Al llegar a la tierra y a nuestro país, los otros reos le aconsejaron que se asociara con alguien experimentado. Fue así que forjó un tandem con el "Chino", uno de los primeros humoristas desterrados que se había templado en la década de los ochenta, presentando una rutina disfrazado de payaso. Resultaba tragicómico ver al Chino arrancar por las calles del centro de Santiago con la policía de Pinochet tras él. Asemejaban a un gag del programa de Benny Hill, al que sólo le faltaba la música de fondo.

Las rutinas del "Chino" y el "Banana", apodo que Cristian eligió, eran de una simplicidad conmovedora, aunque la coprolalia no estaba exenta de sus temas. Gustaron porque poseían carisma y buena conección con el público que transitaba por la vía. De ambos, sólo Cristian, por ser joven, fue invitado a presentar pequeños papeles en programas humorísticos de la televisión. Jamás los hubiera aceptado.

Se creyó una incipiente estrella del espectáculo. Incluso, en una entrevista que le realizaron para un programa de televisión que presentaba como tema el humor callejero, llegó a decir que su único objetivo era ascender en su carrera lo más arriba que pudiera. En su fuero interno soñaba con presentarse en el escenario mayor de Las Vegas: el Caesar Palace.

A tanto llegó su ingenuidad e inconsciencia que en una de sus rutinas elevó considerablemente el nivel de complejidad de sus chistes, ante la atónita mirada de sus compañeros de exilio. La descarga de energía en su mente lo fulminó y cayó sin sentido en plena Plaza de Armas. Despertó luego de varias horas en una cama de un pobre hospital. Divisó a una pareja de hombres de riguroso terno negro y lentes oscuros que le sonreían amablemente. Estos le tenían una noticia maravillosa. Se presentaron como emisarios del benemérito gobierno de Kron. Le indicaron que su detención era un error y que, apenas se restableciera, podría volver a su planeta. Además le explicaron que sus palabras en aquel programa de televisión y la excelsa rutina humorística realizada anteriormente y que casi le cuesta la vida, las habían, respectivamente escuchado y observado, un turista norteamericano. Éste era hermano de un importante agente de artistas y deseaba conversar con él. Su regreso al planeta natal podría esperar. Se durmió plácidamente esa noche.

Los acontecimientos se sucedieron con una vertiginosidad impresionante: salir de Chile, embarcarse rumbo al país del norte y triunfar fue una superposición de momentos digno de cualquier cineasta experto en montajes. El Caesar Palace, el Flamigo y el Tropicana fueron testigos del éxito arrollador del "Banana". Le siguieron una invitación al Saturday Night Live, una entrevista con David Letterman, presentada de costa a costa y coronando toda esta desembocada sinfonía, una presentación especial de su mejor rutina en la entrega de los premios Grammy.

Esa noche de ensueño, Cristian posó su cabeza en la almohada enfundada en seda y contempló, una vez más, la perfecta desnudez de las dos bellas modelos con las que había tenido su privada celebración. Se entregó a un sueño plácido. Se sabía triunfador, un semi - dios.

Un desagradable ruido de motores dementes que venía de fuera lo despertó de improviso. Se encontraba en la misma cama del destartalado hospital santiaguino. Era de día y los quejidos de los demás enfermos comenzaban su letanía insoportable. Lo entendió todo. Kron y los suyos le habían aplicado el peor castigo, después de la muerte. Ser víctima de un simulacro, basado en un deseo que atesoraba en lo más profundo de su corazón, pero que había sido exteriorizado en una entrevista de un canal nacional. Creer vivirlo intensamente para descubrir que era una vil mentira.

Cristian descubrió en carne propia lo que significa el dicho nacional: por la boca muere el pez.

(Continuará con "El loco Freddy le hace honor a su apelativo")

domingo, 17 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (VI)


Alex y Hans osan dar una vuelta de tuerca a su destino

El clan Vásquez, si bien desarmado por el alejamiento del hermano menor (ver "El fallido intento de Paul Vásquez"), no se amilanó y buscó la manera de sobrellevar su pena. Alex y Hans, luego de mucho cavilar creyeron dar con la solución. Asumirían su destino y lo enfrentarían con la mejor disposición posible.

Fue así que ensayaron arduamente sus rutinas, le dieron un perfil definido a cada rol que representarían ante el público y, lo más importante, nunca abandonarían la calle como lugar permanente de trabajo, sin embargo la Plaza de Armas no sería su escenario natural, sino que la fachada del Banco de Chile, ubicada en el Paseo Ahumada.

Se fueron haciendo de un nombre entre los paseantes, aunque en su fuero interno sabían que su incipiente y precaria popularidad se debía al parentesco con su hermano Paul. Su humor mantenía la ramplonería exigida y sumaban adeptos utilizando ingeniosamente la cultura popular. De muestra un botón. En sus presentaciones ambos vestían las camisetas de los dos más populares equipos del fútbol chileno. Alex, se ataviaba con la de Colo - Colo y Hans, con la de Universidad de Chile. Se enfrentaban en una batalla de bromas con palabras de grueso calibre para así denostar al contrario, haciendo las delicias de los simpatizantes de ambos clubes. Lo que estos últimos no imaginaban es que estos seres venidos de otro planeta ni siquiera manejaban los conocimientos más rudimentarios acerca del balompié. Las referencias las obtenían leyendo la prensa a diario.

Vivieron gratos momentos. Su plan de mantenerse unidos y bajo ninguna circunstancia abandonar la calle, daba frutos. Algunos pequeños empresarios teatrales de regiones los llamaban para efectuar presentaciones, manteniéndolos como teloneros. Si bien no era la felicidad que buscaban, los pequeños objetivos de respirar un aire parecido a la libertad se estaban cumpliendo.

Kron no había previsto que sus condenados asimilaran tan resueltamente las condiciones que les había impuesto. Alex y Hans parecían haber encontrado una novedosa forma de escape. La reunión de consejeros con el sátrapa no se hizo esperar. El resultado de tal contubernio fue digno del más satánico plan emanado del averno. Descubrieron que los hermanos Vásquez, en especial, Alex y Hans, habían desarrollado la envidia el uno por el otro, durante su infancia. Resultó fácil activar este dispositivo en sus mentes, ya que era un sentimiento apenas adormecido en ellos. Luego de varias rutinas humorísticas callejeras, en donde evidenciaron su malestar con el otro, terminaron agrediéndose mutuamente, ante la mirada morbosa de su, antes incondicional, público.

La separación fue la solución que tenían más a mano. Comenzar nuevamente desde cero, creando rutinas esta vez monologadas, la desconfianza en sus fans y en el precario futuro que les esperaba fue su nuevo castigo, sin contar con la herida familiar que tardaría muchos años terrestres en cicatrizar.


(Continuará con "La fantasía de Cristian, el Banana")

sábado, 16 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (V)

La seudo - ubicuidad del dúo Tototero Show


Conscientes de la espantosa suerte corrida por Paul Vásquez y el Indio, Juan Carlos y Roberto, cuyas chapas correspondían a "El Flaco" y "El Bob Esponja" decidieron cambiar la estrategia para sacudirse el yugo opresor.

Eran un simpático dúo de cómicos. La versión guachaca de Bub Abbot y Lou Costello. La pareja dispareja que se reía de sí misma y de los demás, con una frescura inusual para la época. Rápidamente lograron notoriedad en las calles y comenzaron a pensar en grande, siempre con la sombra fatídica de Paul Vásquez en sus conciencias. Primero fueron las presentaciones en clubes nocturnos. Algunos programas de humor televisivo los llamaron, pero se percibía en el aire la desconfianza hacia su trabajo. Se impusieron sin destacar grandemente. Ese era el plan. Brillar, pero no demasiado. Presentarse en todos los escenarios, siendo segundones y manteniendo el bajo perfil, así no se podía desconfiar en quien no hace daño ni molesta.

Un año terrestre les duró la bonanza. Durante ese tiempo sus ganancias mostraban una interesante alza. Lo momentos altos de ambos fueron logrados en el programa "Vamos Chile" y en el "Show de Charlie Badulaque" , este último un refrito del tristemente célebre "Japennig con ja", llamado irónicamente por los opositores de la época como "El circo de Pinochet".

Al término de la temporada Roberto y Juan Carlos sabían ya que algo andaba mal. No podían explicarlo, pero si sentirlo en cada poro de su piel. El elenco del programa y las restantes personas del equipo de trabajo, si bien los recibía cada día amablemente, nunca les dieron pie para profundizar las relaciones personales. Asomaban las primeras pistas. Una mañana los llamó el director de programación. Sin mayores preámbulos los despidió. Desolados, Juan Carlos y Roberto pidieron las justas razones de su término de contrato.

- Ustedes no pertenecen a este lugar. Fue la lacónica y devastadora respuesta. De ahí en más siguió una serie de fracasos. En su intento de aparecer en todas partes y la vez sin hacerse notar demasiado habían olvidado que la tierra, y en especial Santiago, era su estadio de reclusión. La calle los esperaba nuevamente.

El castigo, en su perfecto plan, nuevamente asomaba. La clasista capital de Chile se ajustó a cabalidad con lo ideado por Kron. A esos "hombrecitos" alguien debía ubicarlos en el exacto lugar al que pertenecen.

(Continuará con "Alex y Hans osan dar una vuelta de tuerca a su destino")

viernes, 15 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (IV)



El fallido intento de Paul Vásquez

Uno de los convictos que intentó denodadamente de cambiar su suerte fue Paul, el menor de los hermanos Vásquez. Luego de algunos trabajos en la calle junto a su familia y sin grandes logros, a finales de los ochenta los abandona y comienza una carrera con otro condenado: El Indio.

Rápidamente alcanzan una pequeña fama en la vía e intentan ampliar sus horizontes grabando sus presentaciones en formato VHS, incluso crean una festiva y grotesca saga, parodiando a un película de terror, famosa de aquella época: "Cementerio maldito". El reconocimiento llega por añadidura. Están viviendo sus quince minutos de fama.

Los medios de comunicación miman a la pareja de clows. Les dedican páginas y páginas en los matutinos, son invitados a programas de televisión y sus ingresos monetarios se multiplican. Sólo falta obtener el non plus ultra de los artistas nacionales, es decir una presentación en el Festival de Viña del Mar, espectáculo que es una rara mezcla de conciertos rocks de glorias pasadas, baladistas de dudosa calidad, humoristas con material previsible, damas de compañía que cobran en dólares sus apetecidos servicios y, la guinda del postre, una pareja de animadores muy glamorosa, pero anacrónica en el resto del planeta. Todo esto cubierto por una ávida y alocada prensa que intenta emular al canal de televisión privado "E" o la revista "Rolling Stones", obviamente muriendo en su intento de clonación.

En esta diminuta y pedestre jungla festivalera, nuestros héroes triunfaron. Su rutina, si bien de humor obvio ya que su condena no les permitía el alto vuelo (ver "La llegada a la tierra"), fue recibida con los brazos abiertos. Se habían graduado y con honores.

Lamentablemente, entre tanto jolgorio, Paul y el Indio olvidaron su condición de desterrados. El plan de Kron contemplaba estas eventualidades. Conocían al dedillo a los habitantes de este país porque los fanáticos de hoy serían la chusma inconsciente del mañana. La sobreexposición mediática y su origen popular los conducía irremediablemente al olvido. Faltaba el empujón final para que el maquiavélico plan del dictador estelar se consumara. Entonces se hizo pública la adicción a las drogas de Paul. El noviazgo con el jet set nacional había concluido y el horrible dedo de la ignominia los señalaría como los parias que siempre habían sido. La agonía de la derrota era vivida por ambos de manera amarga. Fue en ese momento que lo comprendieron. El plan de Kron se revelaba diabólicamente perfecto. El estado de prisioneros en este planeta estaba adherido a su piel, como una pitón a su presa.

(Continuará con "La seudo - ubicuidad del dúo Totoreto Show")

jueves, 14 de febrero de 2008

Magister interruptus

Miro por el amplio ventanal del salón y al disfrutar del delicioso azul de la cordillera te apareces de entre mis sueños. El momento y el lugar es ideal. Es invierno, sin embargo a la playa de Cavancha poco le importa, ya que nos regala un paisaje hiperrealista. Paseamos con las manos entrelazadas, como si nadie existiera, como si no fueramos responsables de nuestros actos. Te convenzo de que poses para mí. Te incomodas. Los que no sueñan te han convencido que una cámara fotográfica es tu peor enemiga. Insisto y accedes, sólo por complacerme. La tarde emprende la retirada, la imitamos. El juego de la seducción, ese que tanto nos gusta, da comienzo. En la cena te acaricio con mis mejores palabras. Tú me envuelves con la mirada de una mujer que pronto se transformará en felina. La noche nos pertenece. En la habitación busco ávidamente tus deliciosos labios, mientras mis dedos desabotonan lentamente tu blusa. Tu respiración se acelera y es entonces cuando sucede. Esa rubia del fondo nuevamente intenta copiarle a sus compañeros. Esta vez la enviaré castigada a la Inspectoría.

(En esta fecha romántica dedico esta narración a la persona que amé durante dos años, la única gatita pecosa que he conocido).

miércoles, 13 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (III)


La llegada a la tierra


Resuelto los posibles paraderos terrestres de los extremistas, faltaba por dilucidar el tiempo histórico al que serían enviados. Kron, aconsejado por su alto mando, descartó de plano enviarlos a otra época que no fuera la contemporánea (según el concepto humano), debido a que en cualquier otro momento anterior en la historia del hombre, estos humoristas no tendrían la menor oportunidad de sobrevivir. La idea era que perduraran, para que así su castigo fuera perpetuo.
Me aterró que no decidieran enviarlos a un tiempo posterior a la era actual. No por los condenados, sino que, siguiendo la lógica del castigo aplicado, sólo en el presente (me refiero a nuestro día a día) estos permanecerían con vida. ¿Qué sabían de nuestro futuro planetario esta raza, evidentemente superior a la nuestra, que no deseaba mandar a los reos allí?
Comenzó la reubicación de los humoristas en las distintas ciudades. Se examinó el período exacto en que viviría cada uno de ellos. Un número reducido de ellos fue a dar a la década de los cincuenta en Dallas y sesenta en Tokio, la gran mayoría se repartió entre Moscú de principios de siglo, la ochentera Teheran y Kabul de fines de siglo XX. El resto de los indeseables, no más de diez, tuvieron como destino la ciudad de Santiago de Chile de mediados de los ochenta. Se consideró que el gobierno de Pinochet, en ese período denominado de "dictadura constitucional" era menos peligroso que el anterior, la "dictadura terrorista", proceso en el cual el déspota llegó al poder. Además, esta ciudad cumplía todos los considerandos analizados por los intelectuales de Kron (véase "El destierro"), agregando un aspecto hasta ahora desconocido, esto es la constante tendencia que poseían sus habitantes de hacer el ridículo seriamente.
No se dejó nada al azar. Antes que deambularan por nuestra capital, los renegados sufrieron una serie de intervenciones quirúrjicas. La primera fue una completa cirujía corporal. Sus rostros y su contextura física se asemejaron a la de los habitantes que los santiaguinos calificaban de bajo estrato. Se les instaló un dispositivo en su cerebro que les impedía realizar rutinas de alto vuelo intelectual - creativo, so pena de una descarga fulminante de energía que los paralizaba durante días. Su lenguaje se acondicionó para hacer uso y abuso de la coprolalia y la sexolalia como pilares fundamentales de comunicación. Como corolario, cual perro de la policía de investigaciones, se les indujo, artificialmente, la adicción por las drogas. Con este cuadro su condena estaba en marcha, ya que no podrían hacer del humor un trabajo lucrativo, menos destacar por ello.
La labor de Kron y sus asistentes llegaba a la culminación. Nuestra capital recibía, sin saberlo, a estos desterrados espaciales.
(Continuará con "El fallido intento de Paul Vásquez")

lunes, 11 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (II)


El destierro

Las fuerzas leales a Kron, solapadamente, persiguieron, torturaron y aniquilaron a los opositores al régimen en menos de un mes (tiempo terrestre). Fácilmente se implementaron las nuevas políticas, ya que la población percibía a estos nuevos líderes como la encarnación de sus súplicas. El terreno se encontraba libre para que el tirano consumara sus planes.
Sin embargo, uno de los pilares de su declaración de principios no estaba siendo acatada por cierta parte de la población del planetoide. Me refiero al carácter adusto que debía poseer todo habitante. Algunos artistas, que hacían del humor su oficio, hacían reir de buena gana con sus rutinas al pueblo. Los chistes versaban acerca del antiguo régimen y sus supuestas debilidades. Los intelectuales proclives a Kron le aconsejaron que no perdiera de vista a estos renegados, porque atentaban contra la sacrosanta seriedad, a pesar de que sus gags cómicos hacían mofa de los líderes derrocados, de mantenerlos en sus trabajos, ¿quién nos aseguraría que las temáticas de sus rutinas cambiaran de rumbo y comenzaran los ataques arteros contra Kron, su gobierno y el sistema imperante?.
El mandamás no lo pensó dos veces y ordenó detener a todo aquel sujeto que osara hacer del humor su trabajo. Los primeros detenidos fueron los que más sufrieron, debido a que en ellos la policía secreta descargó toda su furia, torturándolos con el objeto de saber el paradero de todos los humoristas del planetoide.
En el momento que creyeron haber capturado a todos los extremistas y sin saber que hacer con ellos a excepción de matarlos, Kron volvió a solicitar consejo a los intelectuales. Éstos le confirmaron que la desaparición era la mejor vía de solución. El déspota, quiso por esta vez, disfrazarse de magnánimo. Argumentó que por prestar tan valiosos servicios al nuevo orden, esto es haber establecido rutinas que se mofaran del enemigo derrotado, los desterraría de por vida y así no se hablaría más del asunto.
La operación fue compleja, ya que puso a prueba la capacidad político - tecnológica de las cabezas pensantes del nuevo orden. El primer desafío fue el lugar que albergaría a los desterrados. Debía ser un planeta habitable y de ciertas características que aseguraran un estado de permanente prisión. Es decir, en donde la seriedad fuera considerada de capital importancia y el humor no fuera un arma que desarrollara el intelecto, sino un esparcimiento simplón. De todas las opciones, sólo la tierra les ofrecía ciertas garantías. Se encontraba cerca del planetoide, era habitable y algunas ciudades, debido al estilo de vida que llevaban, eran verdaderas prisiones.
Se buscaron minuciosamente las urbes que servirían de hogar a los humoristas. Éstas debían llenar los requisitos carcelarios. Encontrarse sobrepobladas; con altos índices de contaminación acústica, de polución, etc. ; los habitantes debían poseer una percepción negativa de su calidad de vida; alto número de personas con depresión o enfrentados al suicidio y, en especial, que la risa fuera acogida de manera malsana o su humor fuera ramplón.
Luego de agotadores estudios y análisis, las ciudades elegidas, entre otras, fueron: Tokio, Teheran, Kabul, Dallas , Moscú (tierra de la tristemente célebre shatushka) y Santiago de Chile. A los cómicos de Plaza de Armas se les había escogido su mazmorra eterna.
(Continuará con "La llegada a la Tierra")

viernes, 8 de febrero de 2008

Los condenados de Plaza de Armas (I)


El origen de la condena

Ya es hora de que se revele el gran secreto de los humoristas de Plaza de Armas. Bajo esa apariencia despreocupada y personalidad arrolladora se esconde una inmensa tristeza. Se encuentran condenados a cadena perpetua por un crimen que no cometieron y su cárcel es el planeta tierra. En el caso de los cómicos a los que me referiré, su radio de acción se circunscribe a la ciudad de Santiago, en especial a sus plazas, aunque sólo en algunas ocasiones se les permite actuar fuera de la capital.
Según mis precarias investigaciones son originarios de Cubewano (en inglés, se pronuncia /kju:bwan/, que es un planetoide. Éste se ubica a gran distancia de Neptuno y no está controlado por las fuerzas gravitatorias ni de éste planeta ni de otros. Su órbita, no obstante, se mantiene estable por ser casi circulares, como las de los planetas; a esta similitud con los planetas se debe el nombre de objetos "clásicos" del cinturón de Kuiper).
Allí, hace bastante tiempo (casi un siglo en tiempo terrestre) gobierna un déspota tirano llamado Kron, que llegó al poder luego de imponerse en una supuesta guerra civil. Supuesta, ya que se trataba de una "operación negra" a gran escala. Se erigió como el salvador de su pueblo quien lo acogió con los brazos abiertos, ya que el caos y la ingobernabilidad, según los mass media, imperaban en Cubewano. No transcurrió demasiado tiempo para que los habitantes del planetoide se dieran cuenta de las verdaderas intenciones de Kron y sus huestes. Apelando al concepto de resguardo de la soberanía del planetoide, su autodeterminación y extirpar los "vicios del pasado", suspendió (realmente acabó) con las bases de la república e implantó un nuevo sistema basado en el orden, la tradición y, en especial, en el desarrollo del carácter serio de sus habitantes, porque la risa, según los ideólogos del nuevo régimen, había sido una de las principales causales de la pérdida de respeto entre el pueblo y sus autoridades, pilar fundamental del desarrollo armónico de una sana convivencia.
Es en este último punto donde nuestros humoristas tenían los días contados en su tierra natal.
(Continuará con "El destierro").

jueves, 7 de febrero de 2008

Búsqueda incansable a través del tiempo.

Terminó de leer y cerró el libro espantado. Un molesto dolor comenzaba a tomar forma en su estómago. Acababa de enterarse de la Leyenda de la Media Naranja. Aquella que nos narra que el destino sólo nos coloca en tres oportunidades frente a la persona con la cual poseemos un vínculo místico, que va más allá de nuestra precaria existencia, es decir, frente a nuestra alma gemela. Y si no sabemos detectar y sentir con el corazón esos mágicos tres momentos y miramos a la bandaba, nuestra vida se encuentra condenada a la más miserable de las existencias, traducidas en riñas, abandonos o divorcios, porque nos encontramos compartiendo con el ser equivocado.
Su molestia no radicaba en la leyenda en sí, sino que recordó, en el preciso instante en que finalizaba la lectura, a la mujer con la que creyó haber descubierto la felicidad y los momentos que habían compartido. Los evocó nítidamente. La primera vez, cuando se conocieron en un trabajo en la capital y se amaron durante casi un año medio; la segunda ocasión, la cita fue en el norte del país lugar donde reanudaron su amor, esta vez por una semana; y finalmente la tercera y fatídica reunión, nuevamente en Santiago, donde apenas les alcanzó el tiempo para compartir algunas horas.
La implacable vida ya le había entregado sus migajas, para desatenderlo por siempre y jamás.
Desolado se refugió en su pasión: los libros. Leyó el mito de La Caja de Pandora, curiosa mujer que desató todos los males sobre la tierra al abrir un cofre, sin embargo, al fondo de éste se encontraba un ser diminuto e insignificante... la esperanza.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Un problema de semántica


Siempre he preferido dar el nombre correcto a las cosas. La precisión idiomática es una de mis pasiones. Si la gente expresara con exactitud lo que desea comunicar se solucionarían bastantes problemas en este mundo. Todo se encontraría en su lugar y no habría cabida a malas interpretaciones, que nos han costado irremediables malos entendidos o sobrentendidos, incluso terribles diferencias, cuyas asperezas tardan años en limarse.
Les expongo como ejemplo la palabra "femicidio". La encierro entre comillas no por capricho, sino para resaltar que es una palabra que no existe formalmente. La Real Academia Española no la ha incluído en ninguna de sus recientes ediciones, sin embargo los medios de comunicación, a quienes odio con todo el alma por el fomento espantoso a la incultura y deformación de la realidad, la usan con un desparpajo exasperante.
Para darle un peso específico a mis argumentos, le consulté a una respetada profesora de lenguaje de un colegio del sector oriente de la capital respecto al concepto de marras. Me confirmó lo que ya sabía. "Femicidio" como concepto no existe. Aún más, agregó que si se quiere conceptualizar el hecho de matar a una pareja femenina, este palabreja no lo explica correctamente. Más bien, "femicidio" (de existir realmente tal palabra) significaría matar a una mujer por el sólo hecho de serlo, que no es la verdadera intención de los agresores.
Como les explicaba al comienzo, siento pasión por denominar correctamente las cosas, así que no tengo otra salida que aguardar el bendito momento en que los señores académicos den su venia al exacto nombre de tan repudiable acto y los restos de Raquel, dispersos por Santiago tengan al fin un merecido descanso ya que apareció el vocablo preciso.

lunes, 4 de febrero de 2008

Un encuentro demasiado cercano.


Esto de la soledad y la vejez va en serio. Anoche un extraterrestre se presentó formalmente en mi departamento. Dijo venir de una galaxia muy, muy lejana (tal vez creyó que era la única forma que un tonto de capirote como yo comprendiera su presencia en este lugar) y con una amabilidad que convencía a cualquiera, me invitó a jugar unos cuantos partidos de pool en un tugurio de la calle Irarrázaval. Las primeras mesas me dejó ganar, para luego proponer el acostumbrado "pierde paga". Pisé el palito una vez más y de ahí en adelante recibí un castigo de proporciones. Manejaba con maestría el punto bola, el efecto contrario, el masé y se sacaba los pillos con estilo y elegancia. Resignado pagué la cuenta. Por lo menos tuvo la decencia de invitarme un trago antes de partir al infinito y más allá.