viernes, 22 de octubre de 2021

Desesperadamente buscando a Javiera (Into the groove).



                                                                                                                                        Para Gabo

En muchos momentos de su vida, Manolo recordaría el día que se enteró de la existencia de Javiera. Su rutina solitaria y sin rumbo lo llevó a incursionar en los cafés de las peatonales del decadente y desprolijo centro de la capital en busca de una no se sabe quién, con un propósito de solo sé que nada sé y en un contexto que desconocía absolutamente.

Santiago era un latina megaciudad venida a menos, cuyos habitantes alienados por el tedio, habían olvidado hasta el nombre de algunas cosas que para reconocerlas había que señalarlas con el dedo. Sus añosos edificios, otrora pujantes, hoy representaban un desolado paisaje abandonado de la mano de Dios (aunque la verdad sea dicha, a él, eternamente, le importó un pepino).

Manolo recorrió varios antros, sin dar con su quimérica y absurda búsqueda hasta que encontró el Café Bombay de la calle Moneda. Ver a Javiera ataviada de diosa del lugar le causó tal impacto que no pudo dar crédito a sus ojos. Un metro setenta de pura belleza latina, pelo trigueño, ojos verdes gatunos, nariz perfecta y tez blanca de alabastro. Hombros semi descubiertos y enfundada por un vestido infartartemente corto y pegado a la piel.  Senos eréctiles, cintura de avispa y unas largas y torneadas piernas que remataban en unos zapatos rojos de tacos aguja.  Se la imaginó oriunda de Colombia o Venezuela. Error. Era un ser de la Finis Terrae. Chilena y mal hablada.

Javiera nunca se tomó el trabajo en serio. Daba la impresión que lo que le excedía en belleza, le faltaba absolutamente de buen tino. Si bien, atraía a varias centenas de clientes al lugar, estos dependían del humor con que amanecía la ninfa. En los días gloriosos, coqueteaba con todos, tocándoles los hombros, dejándolos que se apoderaran de sus perfectas manos y les enseñaba el comienzo de su ropa interior producto de su diminuta mini falda, cuando se inclinaba para llevarles el pedido. En los períodos negros, andaba malhumorada, se negaba a vestir el sexi uniforme de la cafetería, no hablaba con nadie y llegaba tarde o, derechamente, faltaba por varios días. Los dueños sobrellevaban estos comportamientos toda vez que los clientes seguían visitando el Bombay por manadas.

Sin embargo, el elástico al fin se cortó. Fue despedida, ya que las otras sirenas no soportaban tanto privilegio y los parroquianos comenzaron a mirar con buenos ojos al resto del harem. Manolo quedó devastado. Era un seudo viudo en estado crítico. Consultó a los dueños, a las compañeras de trabajo, al personal de aseo y nada. Recién cayeron en la cuenta que desconocían absolutamente todo de ella (salvo su nombre legal, RUN y estado civil). 

Manolo dio comienzo a la búsqueda de inmediato. Sacó cuentas de que se encontraría trabajando en otro café de las peatonales. Por ello, visitó, sin éxito, cuanto local había en el centro de la capital. Consumió el líquido brebaje y a consecuencia de ello no durmió en varias noches. Luego lo intentó en distintas comunas aledañas. Nadie le daba razón de Javiera. Ya al borde del colapso, confundido a no más no poder y creyéndose derrotado, ingresó equivocadamente a una tienda de ropa llamada con un singular nombre: "La orilla de los justos". Ver a Javiera de dependiente y salírsele el corazón por la boca, fueron acciones que ocurrieron al unísono. Mas, no consiguió entrar en contacto con la beldad, ya que ella, que se encontraba tendiendo un inmenso edredón, al ver a Manolo se le iluminó su esbelta figura y comenzó a levitar sin soltar el cubrelecho, volando luego al pasillo del centro comercial y, finalmente, perdiéndose de vista al llegar a la calle y subir, sin escalas, al infinito.

Desconsolado, Manolo lloró como un niño abandonado, viendo como su preciado tesoro se le escurría, luego de esa tortuosa búsqueda y nada menos que con rumbo celestial. Nunca reparó (y hasta hoy no da luces de ello), que el reino de Javiera no era de este mundo y que por una divina equivocación, el todopoderoso la había instalado en el planeta tierra. Enmendó el grosero error y la llamó a integrarse ahora, y para toda la eternidad, a la corte de querubines, lugar que le correspondía por derecho propio y a perpetuidad.



miércoles, 24 de febrero de 2021

El súper manual de los Cortapalos del nuevo Maquiavelo.50 leyes del poder en el Padrino. (Seudo-crítica literaria).

Pertenezco a la generación que no tuvo la mayoría de edad suficiente para ver la película El Padrino en los cines santiaguinos el primer lustro de los setentas. Esperé pacientemente sus estreno en la televisión chilena de los '80. Debí envejecer varios años, ya que en esa época, y luego de la venida del papa Juan Pablo II y la eufemística apertura política, el dictador permitía, entre unas escasos favores y magnánimamente, que los chilenos viéramos en las noches algunos films que marcaron tendencias en la década anterior. Desfilaron ante nuestros ojos Tiburón, El Exorcista, La Profecía, Encuentros cercanos del tercer tipo, entre otros. Fue en ese contexto que llegó a mi, por vez primera, El Padrino.

Desde ese momento, y al presente, creo haberla visto una veintena de veces. Y cada vez con distinta óptica etárea. Primero como un excelente historia de la mafia norteamericana post -Segunda Guerra Mundial. Luego, como una crítica a la violencia institucionalizada, posteriormente como una película cuasi operática, que desnuda el verdadero sueño americano. Hasta que el año pasado, Alberto Mayol la usa como un iluminado manual para entender el poder en su estado más puro. Es evidente el amor que el autor le profesa a esta joya del cine, tanto así que la unió a El Príncipe, el famoso tratado político del siglo XVI, de Nicolás Maquiavelo, para utilizarlas como base fundamental de su libro 50 leyes del poder en el Padrino.

Es más, este texto sería la versión chilena posmodernista de El Príncipe, ya que nos entrega una acertadísima visión del uso correcto del poder (si se me permite el término "correcto"), en clave metafórica de la obra de Francis Ford Coppola y Mario Puzo (a la sazón, autor de la novela El Padrino). Toda vez que, los personajes, acciones, conflictos y en un largo etcétera, el autor los utiliza como una eficaz herramienta para explicar acontecimientos, afortunados o desventurados de la elite en general, que perfectamente se pueden aplicar a nuestra política y políticos nacionales actuales. 

En sus primeros capítulos, Mayol nos ubica, tanto su contexto personal, como las referencias filosófico - literarias que sostienen su obra. Posteriormente, entra de lleno a analizar las 50 leyes que toda persona que detente poder, sea víctima de este o se ubique como mero espectador (a estas alturas, posición insostenible, ya que el poderío lo invade todo, lo contamina todo) debe conocer y asimilar. Todas y cada una de ellas, sostenidas por escenas emblemáticas de la monumental película de Coppola. Por la pluma de sociólogo, desfilan los principales integrantes de la familia Corleone y escenas clásicas, tales como la cabeza del caballo, el intento de asesinato de Vito, la estética y terrible muerte de Sony, entre otras. Sirviendo de telón de fondo de las elucubraciones de qué, cómo , dónde y cuándo aparece y se aplica o no la fuerza o la estrategia del todopoderoso.

 Algunas de estas leyes, incluso podrían funcionar como un estilo o forma de vida para cualquier mortal: "Que nunca sepan lo que estás pensando", "solo se tratan los temas delicados con los verdaderos involucrados en el problema", "sé predecible en tiempos de paz e impredecible en los de guerra", "si debes elegir entre la eficiencia y la eficacia, siempre elige este última" . Y la mejor de todas: "Abogados, abogados, abogados". Todas ellas y 45 leyes más, son sabios consejos que permitirían al potentado avanzar con éxito en el intrincado escenario de las ligas mayores y a mortales, como tú y yo, a entender ese resbaloso, secreto y peligrosísimo mundo del poder, ya sea político, militar, religioso o de la gran empresa y cómo nos afecta diariamente, sin que nos demos cuenta.

Un texto altamente necesario (casi como un libro de cabecera), para que cada vez que no entandamos una decisión, acciones o palabras que expresan un personaje que pertenece a ese mundo, revisemos estas normativas y descubramos lo que traman a nuestras espaldas y casi con total impunidad. Lo triste es comprender que deberemos contentarnos solo con visualizar el engaño u imposición, disfrazada de ley o de buena intención. Lo que al final del día, será lo único que podremos lograr.  

50 leyes del poder en el Padrino.
Mayol, Alberto.
Editorial: Catalonia.
Santiago de Chile. 2020.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Homo Deus o el diario del lunes del 2150. Seudo crítica literaria.


Soy una de las víctimas pasivas del COVID 19, es decir, vivo encerrado en mi departamento de Ñuñoa. Poseo un trabajo que me permite desarrollarlo de manera virtual y no pertenezco a esa clase dominante de mi país indolente y asegurada, que se pasea por balnearios, sin que nada ni nadie los detenga. De igual manera, tampoco soy integrante de las clases más desposeídas de Chile. Aquellas que viven hacinadas, viviendo el día a día y sufriendo lo indecible, debido a esta pandemia mundial. El encierro de la cuarentena absoluta por meses y los sábados y domingos en las últimas semanas, han trazado mi vida casi todo el 2020 y el comienzo del 2021. Trabajo vía internet; desayuno, almuerzo,  té y un largo tiempo para ver televisión y escuchar programas alternativos por la red consumen mi existencia.

Fue en uno de estos podcast (Comando Jungle) que oí mentar a un tal Harari, como un analista de lo que sucede en el mundo y de las posibilidades de lo que vendrá. Luego en otro (llamado La Cosa Nostra) , volví a escuchar su nombre. No le di mayor importancia, ya que era el mismo periodista el que hacía referencia a él. Fue cuando, y en otros medios alternativos, se reiteró el apellido del israelita, como aquel que proponía una mirada distinta del porvenir. Uno no es ninguno, dos es coincidencia y tres es costumbre. En una conversación familiar lo mencioné y me hijo mayor me confesaba que había comprado el Sapiens: De animales a Dioses, del mismo autor, pero que permanecía intacto en su biblioteca, por ende, no me podía aportar mucho, mientras no la leyera. A estas alturas el bichito de la lectura ya había realizado su trabajo y me dirigí a la Feria Chilena del Libro de Huérfanos. Era 23 de diciembre y las calles del centro de Santiago se encontraban atestadas debido a las compras navideñas (era un asueto en plena pandemia, que se asumía como una terapia liberadora), sin embargo, en el salón de la feria había solo unas cuantas personas, lo que no habla muy bien de nuestro consumo y capacidad de lectura.

Me ofrecían tres posibilidades. Sapiens: De animales a dioses (descartado. Mi hijo ya lo poseía), un libro de ensayos y Homo Deus. Escogí este último y lo compré. Era mi auto regalo de navidad (aunque también me llevé la novela gráfica 1959, de Ortega y Dániel, porque debía continuar con la continuación de 1899). Sus más de cuatrocientas páginas las despaché en una semana. Debía releerlo continuamente, no por problemas de comprensión de lectura, sino porque me daba la impresión que tenía entre mis manos un texto que traje del futuro y sus provocadoras ideas merecían tal relectura. Les resumo lo más relevante:

- En un futuro muy cercano, como especie, intentaremos lograr la felicidad, la inmortalidad y la divinidad, utilizando como pilares a la ciencia biológica, la robótica y la informática.

- Nuestro siguiente estadio evolutivo sería  transitar de homo - sapiens a homo - deus.

- El verdadero tesoro a disputar por los poderosos sería el conocimiento. Harari lo denomina Dataísmo.

- Al parecer, tanto lo material como lo inmaterial, serían explicados por los algoritmos.

- Finalmente, nos deja las siguientes interrogantes:
"¿Son en verdad los organismos solo algoritmos y es en verdad la vida solo procesamientos de datos?
¿Qué es más valioso: la inteligencia o la conciencia? 
¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes, pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos?" (Harari, 2020)

Experimenté sentimientos encontrados. El lado claro de la fuerza prometía que, en pocas décadas, nuestros descendientes vivirían mucho más que 100 años. Sus organismos, pese a esa cantidad de tiempo, se encontrarían en perfecto estado. Podrían desarrollar no uno, sino que varios proyectos durante su existencia, entre ellos, estudiar y desarrollarse en varios oficios. Mejorar su calidad de vida, optimizando partes de cuerpo, incluso integrándolas a internet, sin necesidad de un ordenador periférico. En el lado oscuro de la fuerza, ese futuro ofrecería a nuestros vástagos tales posibilidades o más solo si pertenecen a países desarrollados, caso contrario se mantendrían como simples sapiens y no aspirarían a homo deus, incluso podrían sufrir una posible extinción (como les ocurrió a los neandertales). Apocalíptico devenir.

Esta vez no era una película de anticipación terrorífica, una novela de CI-FI que prometía un futuro negro o una novela gráfica que jugaba con ucronías depresivas. Es un profesor de historia, que con sólidos argumentos, investigaciones basadas en conocimientos bibliográficos amplios y especulaciones inteligentes se hace cargo del porvenir de esta humanidad que se dirige a un cambio de paradigma que, según este autor, parece inevitable. 

Título: Homo Deus.
Autor: Yuval Noah Harari.
Editorial: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.
Páginas: 490.
Año: 2020. 
 

domingo, 17 de enero de 2021

Coranavirus chilensis (3)






Amigo Richard,

El gobierno de mi país, emulando a los del mundo desarrollado, dio comienzo a un plan bizarro. Cuarentenas selectivas. Es decir, solo algunos sectores de mi ciudad (y del país) permanecerían encerrados y otros podrían volver a ver la luz, con ciertas restricciones. Están creyendo que en determinados sectores la pandemia del COVID 19 va a la baja o se encuentra controlada. Han aplicado alrededor  de cinco mil testeos del virus por cada millón de habitantes, creyéndose satisfechos. El problema radica en que para relajar las medidas de encierro en el primer mundo se llevan a cabo, como mínimo, quince mil exámenes por cada millón de personas. Por consiguiente, la aparente normalidad que nos espera sería ilusoria, ya que se basaría en una medición incompleta.

Las razones de tan arriesgada maniobra, al parecer, van encaminadas a salvar el modelo neoliberal salvaje impuesto por nuestra clase dominante en los ochentas, luego del golpe de estado dado por Pinochet y sus F.F.A.A. Las muertes por el coronavirus serían las de otros y es un costo que ellos están dispuestos a correr. Al fin y al cabo y al término del día, los poderosos siempre sobreviven.

Aproveché que me encontraba en lado sur de mi comuna, el que estaba libre de la cuarentena y decidí salir, luego de tres semanas y media de bendito encierro. Con el temor histórico del habitante nacional y desconfiado por ser gobernado por unos líderes demenciales, me disfracé para ver la luz. Lentes de sol, mascarilla, camisa de mangas largas, pantalón de tela y zapatos cerrados. Solo mis manos y partes de mi cara y cuello se encontrarían expuestos. Era un extraño símil del hombre invisible de la inmortal novela del mismo nombre de H.G.Wells.

Era notoria la baja en el número de personas en las calles. Incluso en el tren subterráneo, el promedio era de veinte pasajeros por vagón. Sentí miedo durante toda la desventura. me parecí estar rodeado de zombis catatónicos que esperarían cualquier descuido mío, para saltare encima y devorarme en cuestión de minutos. Salí a la intemperie y el sol me cegó por algunos segundos.

No me gustó lo que podía ver. Arrepentido y atribulado, volví a mi departamento a encerrarme en mi fortaleza de la soledad... para releer un cómic de Superman... que triste y maravillosa es mi vida ahora...