domingo, 17 de enero de 2021

Coranavirus chilensis (3)






Amigo Richard,

El gobierno de mi país, emulando a los del mundo desarrollado, dio comienzo a un plan bizarro. Cuarentenas selectivas. Es decir, solo algunos sectores de mi ciudad (y del país) permanecerían encerrados y otros podrían volver a ver la luz, con ciertas restricciones. Están creyendo que en determinados sectores la pandemia del COVID 19 va a la baja o se encuentra controlada. Han aplicado alrededor  de cinco mil testeos del virus por cada millón de habitantes, creyéndose satisfechos. El problema radica en que para relajar las medidas de encierro en el primer mundo se llevan a cabo, como mínimo, quince mil exámenes por cada millón de personas. Por consiguiente, la aparente normalidad que nos espera sería ilusoria, ya que se basaría en una medición incompleta.

Las razones de tan arriesgada maniobra, al parecer, van encaminadas a salvar el modelo neoliberal salvaje impuesto por nuestra clase dominante en los ochentas, luego del golpe de estado dado por Pinochet y sus F.F.A.A. Las muertes por el coronavirus serían las de otros y es un costo que ellos están dispuestos a correr. Al fin y al cabo y al término del día, los poderosos siempre sobreviven.

Aproveché que me encontraba en lado sur de mi comuna, el que estaba libre de la cuarentena y decidí salir, luego de tres semanas y media de bendito encierro. Con el temor histórico del habitante nacional y desconfiado por ser gobernado por unos líderes demenciales, me disfracé para ver la luz. Lentes de sol, mascarilla, camisa de mangas largas, pantalón de tela y zapatos cerrados. Solo mis manos y partes de mi cara y cuello se encontrarían expuestos. Era un extraño símil del hombre invisible de la inmortal novela del mismo nombre de H.G.Wells.

Era notoria la baja en el número de personas en las calles. Incluso en el tren subterráneo, el promedio era de veinte pasajeros por vagón. Sentí miedo durante toda la desventura. me parecí estar rodeado de zombis catatónicos que esperarían cualquier descuido mío, para saltare encima y devorarme en cuestión de minutos. Salí a la intemperie y el sol me cegó por algunos segundos.

No me gustó lo que podía ver. Arrepentido y atribulado, volví a mi departamento a encerrarme en mi fortaleza de la soledad... para releer un cómic de Superman... que triste y maravillosa es mi vida ahora...