sábado, 27 de abril de 2024

Vampirismo docente (II parte)


 Argenis, luego de intentar pasar desapercibido como instructor, cayó en cuenta que sus discípulos y conocidos envejecían normalmente, más él no. Se tornaba cuesta arriba camuflar su aspecto juvenil y vigoroso ante los ojos de los otros, que ya advertían la evidente situación. Tomó una drástica decisión. Alejarse de tierras griegas e iniciar un periplo que perdura hasta hoy. Dejó atrás amistades, relaciones inconstantes con mujeres y el lugar que lo vio nacer. Consiguió embarcarse en un bajel mercante en Alejandría, asumiendo el rol de remero. Su cuota de energía se encontraba asegurada, ya que en la embarcación se encontraban suficientes personas que lo mantendría saludable a la primera vista.

Podemos sostener que Argenis se convirtió en el primer ciudadano del mundo, toda vez que vivió varias vidas en una sola, recorriendo el globo terráqueo y dando varias veces la vuelta al mismo. Fue Lucio, el romano; Epo el galo; Rolón el normando; Alden el bretón; Aben Ben Curán el morabito y un extenso ir y venir, impartiendo excelencia en las aulas de su época a las clases altas. Por el solo de hecho de poseer el castigo de la inmortalidad, devino en un hombre sabio, el que daba la impresión que poseía el conocimiento del mundo conocido en esa épocas. Rehuyó cualquier intento de codearse con la fama, porque descubrió que la humanidad rechaza y persigue al distinto hasta niveles intolerables. Incluso sus cofrades vampiros renegaron de él, ya que podía caminar a la luz del día sin mayor problema y se convirtió en un paria, debido a ello. Permaneció como un fiel y mudo testigo del devenir de los hombres, desde su labor pedagógica. No necesitó codearse con los prohombres de las distintas épocas. Su experiencia le permitía adquirir la esencia de cada período, usando la observación y el ensayo - error como prácticas capitales. Empero, su inmortalidad, por allá en el Renacimiento le comenzó a incomodar, haciéndolo cuestionar la vida que llevaba hasta ese momento. 

jueves, 25 de abril de 2024

Vampirismo docente (I parte)


Dorian era un vampiro que ejercía como profesor de secundaria.

El oficio de educador la venía desarrollando desde hacía cientos de años atrás. La condición de sanguijuela lo atrapó en la antigua Grecia. Fue un invierno del año 146. A de C. que Erasmo, el primigenio espectro de la humanidad, reclutó al entonces Argenis (el primer patronímico de Dorian). Por entera diversión lo asaltó y, en vez de succionarlo y drenarle su esencial elemento, decidió convertirlo en un nosferatu que solo viviera de la energía de los vivos. Espantado en un comienzo, Argenis se encerró y maldijo su mala estrella. Pasaron algunas semanas y sentía que su cuerpo envejecía a paso agigantados. Experimentó una sensación similar a la muerte cuando vio que su carne se estropeaba rápidamente y se aterró. Sin embargo, un hecho fortuito cambiaría su vida para siempre. Una anciana mendiga golpeó a su puerta insistentemente. Abrió molesto la puerta y miró fijamente con enojo al insignificante ser. La pordiosera cayó muerta al instante y el condenado sintió que un extraño vigor invadía todo su ser. Las arrugas y las canas desaparecieron al instante y sus músculos recobraron su fuerza. 

Argenis, para sobrevivir, dependía de la esencia vital humana, que no era la sangre, sino el vigor de los otros. Enterró el cuerpo inerte de la anciana y se atrevió a enfrentar su nueva vida. Retomó su condición de sofista e impartió su saber a jóvenes atenienses de familia acomodada. Prontamente, descubrió que, sosteniendo la mirada a sus discípulos, su cuerpo rejuvenecía y florecía de manera inmediata. Estos, luego de las clases, sentían mareos. Incluso uno de ellos se desmayó, cayendo violentamente al piso. Descubrió, así, uno de los primeros aprendizajes de la que sería su larga vida. La sobrevivencia. Si bien, volvía al mundo activo y su cuerpo se colmaba de vigor, sus discípulos decaían ostensiblemente. Debido a ello, impartió clases mirando fijamente a los ojos de cuando en vez a sus estudiantes y arrebatándoles leves cargas de energía. Aquello lo mantenía joven y vivaz y no perjudicaba la salud de su discípulos. Su temperamento quieto realizó el resto. Sin embargo, un nuevo inconveniente aparecía en lontananza.