miércoles, 23 de febrero de 2022

Moonwalker (El Marcha Atrás)


Se le ha denominado de variadas maneras. El cine lo menciona como flash back y racconto. La psicología como regresión mental. Carpentier fue creativo y la mentó como Viaje a la semilla y otros sesudos literatos con el nombre del Mito del Eterno Retorno. Sea cual sea el caso, mi experiencia de volver a lo original me ha ocurrido de una manera desusada.

Me crie en una familia disfuncional, pero de un nivel cultural bastante respetable para el entorno, que era el barrio Matadero Franklin de los ’60 y ’70. Mi padre insistía en que debía educarme bien y completar mi secundaria, que para mi pandilla de amigos y amigotes era una empresa casi inalcanzable, ya que debían abandonar sus estudios porque debían entrar al mundo del trabajo tempranamente, ya sea para aportar al escaso erario del hogar, sus parejas ocasionales esperaban un hijo o entraban al mundo del hampa.

Creo que divagué un tanto. Sirva la mención anterior, para explicar que, si bien recibí una buena educación escolar formal, mi entorno, del cual yo era parte diaria, no iba a la par. Como hijo casi único (mi hermana me lleva 13 años más de diferencia), pasaba demasiado tiempo solo. Ahí es donde entra a nuestra casa el año 1968 una televisión. Los detractores de la denominada caja estúpida (sentencia ochentera, conste.), han hecho su agosto analizando cómo ese medio de comunicación idiotizó a varias generaciones y las condenó a la ramplonería y al conformismo. Mi caso fue distinto.

Como ya dije, fui el niño sesentero y el adolescente de los setentas, siendo un gran consumidor de programas televisivos de la época y sirviendo de contexto histórico los últimos años del gobierno de Frei Montalva, la Unidad Popular de Allende, el golpe de estado de 1973 y la posterior dictadura cívico-militar de Pinochet (¡Vaya períodos!). Dejando de lado esos tumultuosos años (tarea casi imposible), vi cuanto programa pasaba por la TV. Una desmesurada cantidad de animaciones norteamericanas y luego japonesas, sitcoms refritas gringas que eran repetidas hasta el hartazgo y películas al por mayor. Un día, y estando en primer año de la universidad, acompañé a unos compañeros a un concierto de cámara en la Santa María de Valparaíso, sin saber en lo que me estaba metiendo. Mayor fue mi asombro cuando, avanzado el espectáculo, la mayoría de las melodías las había escuchado y las tarareaba por lo bajo e inocentemente. Mis amigos, muy complacidos, me alabaron mi cultura musical. Reconozco que, en ese momento, me dio vergüenza reconocer que las había escuchado en cortos animados en mi infancia y que no sabía el nombre de cada una. Ni pensar en sus autores.   

Y así comenzó. Películas de cine arte y de culto, usaban como soundtrack música reconocida por mí, pero que había escuchado previamente en los Loony Tunes, el Show del Pájaro Loco, Cortos de Disney, etc. Solo a modo de ejemplos la filmografía de Kubrick (2001 Una odisea espacial, La naranja mecánica) que reclutó, entre otros, a J. Straus, R. Straus, L.W. Beethoven. O a Coppola (La saga de El Padrino y Apocalipsis now) que realizó lo mismo con Wagner y Nino Rota, siendo inmortales piezas musicales de arte que habían llegado a mi por medio de la cultura pop de la televisión. Mención aparte merece la película Fantasía de Disney. Mis padres me llevaron a verla cuando tenía 8 o 9 años. Como niño de esa época, me interesaron las escenas en donde aparecían dinosaurios (¡obvio!), para luego dormirme gran parte de esa joya y despertar en el momento en que aparecía el mismísimo diablo en la secuencia musicalizada por Mussorgsky. Esta pieza artística de la animación paso por mi como una lágrima en una noche de lluvia intensa.

Son misteriosos los caminos que toma el conocimiento significativo para llegar a algún buen puerto. Agradezco, de todo corazón, esas largas horas que me senté frente al televisor, siendo un niño y presencié toneladas de cultura pop, que en esa época y hace no pocas décadas atrás, mi entorno más próximo creyó que fueron una vulgar e inútil pérdida de tiempo. ¡Qué equivocación supina! Infinitas gracias a Chuck Jones, Friz Freleng, Walter Lantz, Hanna y Barbera, Tex Avery, Tatsuo Yoshida, Osamu Tezuka, el equipo creativo de Disney de los ‘30 a los ’60 y varios maestros que se me escapan, no solo por alegrar mi niñez, sino por legarme melodías inmortales de clásicos musicales de todos los tiempos y de manera tan divertida e inesperada.

martes, 15 de febrero de 2022

The Big Bang Theory. La droga legalizada de principios del siglo XXI. Seudo - crítica televisiva.


Los niños y luego adolescentes chilenos de los 60', 70' y 80', nos criamos viendo programas televisivos refritos. En aquella época en que vivimos la utopía y luego el miedo, nuestro país no era tan pretencioso y las clases baja y media nos conformábamos con poco. De ahí el alto consumo de series que desfilaban por la pantalla chica y que causaban el deleite masivo. De ciencia - ficción, de acción y aventuras, de terror y un largo etcétera que nos mantenían quietos, ordenados y nos daba tema para nuestras conversaciones al atardecer.

Las preferidas de mi pandilla eran la humorísticas. El Súper Agente 86, Los Locos Adams, Mork y Mindy, M.A.S.H, Tres son multitud y El Show de Benny Hill, entre otras, acompañaban a burlar el tedio de aquellos tiempos. La cultura pop ya había realizado su tarea y poseíamos en nuestro acervo una cantidad no menor de información y tips, que nos permitía nadar como expertos en aquellas sitcoms. Nos encontrábamos preparados, como hombres maduros, para los próximos pasos. Ahí aparece en el siglo 21 The Big Bang Theory.

Ver los primeros episodios y enamorarme a primera vista de la serie fue un momento mágico imposible de describir. Tal vez los orígenes de este enganche sellado a fuego se encuentren en una comedia de 1984, La venganza de los nerds. Una película divertida, pero con escasas pretensiones, en que por fin vencían los débiles, incomprendidos, minoritarios, solitarios, pero geniales en lo suyo... debutaban los nerds, personajes de fácil identificación con varios de nosotros.

La situación era simple. Dos físicos teóricos jóvenes e inocentes del Calltech, cohabitan un departamento y su vida transcurre apacible hasta que se instala Penny (Kelly Cuoco), una bella y extrovertida vecina, que llegaría a alterar las hormonas de Leonard (Johnny Galleky) y las rutinas demenciales de Sheldon (Jim Parsons). El equipo inicial lo conformaron Raj (Kunal Nayyiar), un hindú que se encontraba imposibilitado de hablar con mujeres, debido a una extraña enfermedad mental y Howard (Simon Helberg), un judío perdedor y patético, pero con la calentura de una termita.

Demás está decir que fue una de las comedias más brillantes de los últimos tiempos. No en vano duró doce temporadas, que habrían sido más, si Jim Parsons no hubiere decidido abandonar la serie. Las posibilidades temáticas era casi infinitas. Desde el proceso de enamoramiento entre Penny y Leonard, con los imprecisos vaivenes que podrían existir entre un perdedor espectacular y una beldad, inalcanzable para cualquier cerebrito; transitando por las variopintas vicisitudes de una pandilla de perdedores espectaculares, hasta la hilarante madurez de todos los personajes de la serie.

Al revisar el perfil predominante del grupo, se entiende gran parte del éxito:

- Cándidos enfrentados a una realidad inestable.
- Perdedores en el campo social y, en especial, en el amoroso. 
- Grandes consumidores de cultura pop y muy cultos.
- Incansables luchadores con un determinada motivación para salir adelante, a pesar de no tenerlas todas consigo.

Se les unieron féminas que vinieron a aportar significativamente a la trama. Melissa Rauch (Bernadette, la esposa de Howard) y Mayim Bialik (la sorprendente pareja de Sheldon). Aparte de Kevin Sussman (como Stuart, el dueño de la tienda de comics) y un laaaargo etcétera. 

La clave era desarrollar las casi infinitas posibilidades de entregar historias frescas, muy graciosas y en constante innovación. TBBT da prácticamente para todo. Memes, gifs, episodios clásicos, dichos que trascendieron el ámbito de la serie, invitados especiales que se representaban a sí mismos y guiños al por mayor a la cultura geek. Los televidentes damos las infinitas gracias a productores, directores y, en especial, a The Barenaked Ladies (autores de la inmortal canción de entrada del programa) y a actores y libretistas de lujo. 

¡Salve, The Big Bang Theory!
  

lunes, 7 de febrero de 2022

Dinamitando lo políticamente correcto. Seudo -crítica literaria.



El año exacto era 1991. Un verano particularmente caluroso, tanto en Rancagua como en Santiago, lugares de mi trabajo y de nacimiento, respectivamente. Del primero, aclaro que sería de estadía corta. Con mi esposa y mi hijo, con apenas un año y meses de nacido, habíamos aceptado una interesante oferta de trabajo, que consistía en ser parte de la consolidación de un colegio que iba en ascenso, en aspectos académicos y de infraestructura. Mis jefes deseaban que sus docentes fueran de vanguardia y me enviaron a la capital a un taller de "Manejo instrumental del idioma", relacionado totalmente con las destrezas necesarias del Prueba de Aptitud Verbal de la época, uno de los requisitos indispensables para todo estudiante en su ingreso al educación superior. Uno de los profesores que dictaba el curso era extraordinario. Me guardaré su nombre, para proteger el anonimato que él mismo nos pidió, ya que nos ofreció un estudio que le habían publicado en un texto de bolsillo. Lo denominó La palabra huevón, texto que analizaba lingüísticamente el popular garabato chileno.  Para enmascarar su identidad creó el alias de Cosme Portocarrero.

Devoré el interesante y peculiar estudio en unos pocos días. Pasaron los años y el olvido realizó su trabajo, hasta que en 2014, una profesora del colegio en el que trabajo actualmente, supervisó una monografía de una alumna que trabajó el garabato de marras. Mayor fue mi sorpresa cuando, no solo la alumna obtuvo una A , sino que en su bibliografía se encontraba el texto de don Cosme. Saltamos elípticamente hasta el 2022 y, visitando la Feria del Libro de Huérfanos, me topo con un libro de impactante nombre: La palabra Pico, un estudio inusual acerca de sus usos, abusos y consecuencias. Un tal Indalecio Buenaventura era su autor, que a estas alturas, podría ser un ente ficticio que encubriera, ora una estudiosa (o) ora un equipo, enamorado (s) del lenguaje, dispuestos a elevar la apuesta del señor Portocarrero, hace unos décadas atrás.

No puedo negar que esa coprolalia, si bien, es mencionada por varios millones de chilenos incontables veces al día, aún hoy se esconde como el mal aliento, debido a la reprimenda social que sufriría su articulador si la espetara no observando en qué contexto se encuentra. Lo leí en dos tardes. Me entretuve, me informé y me asombré, recordando el proceso de deconstrucción que, soterradamente al principio, y mas evidente ha comenzado en mi país, del que este texto es una pequeña muestra. El estudio no solo analiza sintáctica y morfológicamente la acepción número 18 del vocablo aparecido en Diccionario de la Real Académica Española, significado exclusivamente único, grande y nuestro. Sino que también hace aportes, tanto diacrónicos, como sincrónicos de la palabra, incluyendo sabrosos episodios anecdóticos, todo ellos con un preciso y florido lenguaje que le da un paradójico tono de seriedad y humor, al mismo tiempo.

Mencioné la deconstrucción que comenzó en Chile hace algunos pocos años atrás y entrego como prueba este estudio publicado y en especial, algunos capítulos, que habrían sido censurados por grupos pudibundos y poderosos otrora y que ahora observan, con estupefacta mirada, lo que ocurre bajo sus barbas. He aquí algunos de ellos: "Los nombres del pico", "Pico pa'l que lea", "Me fue como el pico", "Dirigirse al país", "Correcto uso de la palabra pichula", etc. Cada uno de ellos analizados con una profundidad admirable, rodeado de anécdotas que le dan una sazón inconfundible y una frescura que se agradece.

Luego de lo escrito, ahora me siento un tanto menos culpable, ya que en un partido ocurrido varios años atrás entre Colo Colo y la Universidad Católica y que acabó en empate a un gol, me transformé en una máquina de expeler groserías, toda vez que perjudicaban al equipo de mis amores de manera absoluta por el arbitraje. Mente la madre y toda la parentela del referí a voz en cuello. Mis hijos no atinaban a hacerme callar por la vergüenza que les hacía pasar o reír por la bajo. Terminó el encuentro y abandonamos el Estadio Monumental. Mas, al llegar a casa y ver los análisis de las jugadas por televisión, el colegiado poseía toda la razón en sus cobros y su trabajo fue impecable. Sentí la mirada acusadora de mis hijos y dije: - Señor árbitro, usted es uno de los mejores en su puesto en Chile y su madre es una santa... Dudo que ellos creyeran en la sinceridad de mis palabras, pero ahora invoco a don Indalecio Buenaventura para que me exculpe.

Señor Buenaventura, mis respetos por su ingeniosa y provocativa obra que, espero deconstrucción mediante en progreso, sea material de consulta en todos los colegios en un futuro próximo.

LA PALABRA PICO, un estudio inusual acerca de los usos, abusos y consecuencias.
Indalecio Buenaventura.
Ediciones Bizarras.
Santiago de Chile, 2015.
76 páginas.

martes, 1 de febrero de 2022

Ordalía.

                                                                                                                     A Harari

Desde hace varios años que me encuentro oculto en una caverna del Cajón del Maipo, a algunos kilómetros de Baños Morales. Vivo de milagro. El agua, si bien la extraigo del deshielo inexorable, esta escasea cada vez más. Me alimento de hierbas silvestres, que los rayos inclementes del sol secan cada vez más rápido y una que otra alimaña, cuyo cuerpo encuentro inerte, debido a que no sobrevivió al cambio climático.

He perdido la noción del tiempo. Creo que me encuentro entre los años 2125 y 2130. Luego de la gran matanza ritual de los Homo Sapiens que llevaron a cabo de manera horrible los Homo Deus. Los escasos sobrevivientes huimos despavoridos de la gran capital y nos escondimos en distintos lugares. Estos horribles semidioses, con sus miembros mejorados, debido a los avances biotecnológicos, se creyeron el cuento de la raza superior y las emprendieron contra nosotros. Chile, luego del progresivo deshielo de los hielos antárticos y la debilidad de la capa de ozono, sufrió lo indecible.

Varias ciudades costeras del sur y centro quedaron bajo las aguas y otras, inhabitables, debido al sol implacable. Los Homo Deus capitalinos construyeron gigantescos domos climatizados en algunas comunas del sector oriente de Santiago y hace una década, el gobierno, utilizando sus fuerzas armadas, comenzó con el exterminio de nosotros, por considerarnos prescindibles, inútiles y de menor categoría. En un comienzo fueron matanzas masivas. Luego, derivó al abuso. Torturas, macabros juegos de tiro al blanco y, aún peor, usarnos como cobayas experimentales con el fin de probar sustancias, maquinarias y cualquier atrocidad que se les ocurriera para luego eliminarnos sin piedad.

 Sé que mi vida de anacoreta tiene sus días contados. Que las fuerzas especiales me descubran y me hagan pagar terriblemente mi osadía es una realidad próxima. Me encuentro preparado. Les haré frente con la única arma que dispongo. En sus laboratorios, antes que me escapara, me inocularon varias cepas de una antigua enfermedad que comenzó a asolar al planeta en el 2019, según las antiguas crónicas. Según mis carceleros y seudo - científicos, con el fin de darle un uso terapéutico. Lo que desconocen es que desarrollé una extraña inmunidad a ésta, pero a la vez, un alto poder de contagio mortal hacia seres vivos. Será mi dulce venganza. Aquí los espero.