viernes, 1 de julio de 2022

El buscador de estrellas.


Ella es sencillamente impresionante
Ella corrió a mi lado con sus jeans pintados                                           
y todas las cabezas se volvieron, porque ella era un sueño...
                      (Caribbean Queen, Billy Ocean)

Piénsame un poquito… dijo Andrea al despedirme del café ubicado en Matías Cousiño.

 Ella era la coquetería, belleza incomparable y sensualidad, encarnada en 1.69 mts. De visos rubios, cálida mirada y usando unos eróticos uniformes de fantasía, proporcionados por la asesora de imagen del lugar y que dibujaban su escandalosa anatomía. Fidelizaba a todos sus clientes con su simpatía, lo que la hacía distinta a las otras sirenas del lugar. Se interesaba por hablar con cada potencial cliente y, si bien, le dedicada algunos minutos a cada uno por turno, los dejaba suficientemente satisfechos. Los parroquianos, agradecidos, no solo tenían la oportunidad de admirar de cerca a una beldad, sino que esta le prestaba un poco atención, que en otras circunstancias solo sería una quimera.

Lo que ella no sabía era que pesaba sobre mis hombros una misión de la más alta importancia. La Orden de los Observadores, a la que le debo fidelidad insoluta, me había encomendado el seguimiento de Andrea, en el más estricto secreto y confidencialidad. Nuestro hermano en Colombia había llevado su misión con singular éxito, estando a punto de lograr el pleno, cuando la bella decidió emigrar a Santiago de Chile.


Según sus informes, Andrea, nació en Manizales (lo que era inexacto, ya que su madre, estando en Cartagena, prácticamente la parió en una de sus playas. El parto la sorprendió mientras pacía entre las olas en donde ella fue expulsada a esa cálida agua salada).  Ya de adolescente remecía la tierra. Los pretendientes golpeaban su puerta casi a diario y sus escapadas por varios días con el belicoso e irresoluto Andrés y luego con Herman, el infatigable trabajador menestral, le hacían salir canas verdes a sus progenitores. Estos prefirieron su seguridad económica. La obligaron a casarse con Heriberto, el vetusto, deforme y adinerado hombre de Manizales. Mala movida. Andrea seguía mirando para el lado y dejando estragos con su arrebatadora sensualidad. El cornudo realizó una desesperada movida y tendió una ingeniosa trampa. Drogó a la bella y a uno de sus amantes y los ató a la cama mientras dormían, exponiéndolos a la ignominia pública, consiguiendo el efecto contrario. 

 

Con la mayoría de edad obtuvo el divorcio y escapó lo más lejos posible. Destino: Esta ciudad capital sobrepoblada, contaminada y depresiva, que le abría las puertas masculinas de par en par, mas no las femeninas. A poco andar, su fina estampa brilló, destacó y triunfó en las redes sociales de este alicaído país. Aquí es donde aparezco yo, tomando el relevo del hermano colombiano.  Haciendo gala del nombre de la Orden, he observado sigilosamente a Andrea y he entablado una relación parroquiano – moza con ella. He seguido sus maniobras desde el café peatonal en donde trabaja, para que, una vez ganada su confianza, me permita ser el que le dé la buena nueva.

Mientras tanto, Andrea se vio inmiscuida, sin proponérselo y a causa de su hermosura, en una guerra de bandas de narcos. Érica, la temible jefa de un naciente cartel de cocaína, ingresó al café y al no ser atendida rápidamente por mi preciado objetivo, la insultó violentamente. Janis, otro mafioso que se encontraba en el lugar y embelesado por la moza, intercedió por ella (cobrándose antiguas cuitas con aquella Madrina), dando comienzo a una guerra que aún perdura. Ella se libró a duras penas de aquel tormento inesperado, fondeándose por un largo tiempo.

Ahora es mi momento. Debo llevar a cabo mi celestial misión, que no es otra que convencer a Andrea que se dé cuenta quién es realmente ella y que se encuentra viviendo una y otra vez la misma existencia que comenzó en los albores de un tiempo lejano y mágico, ya olvidado por la humanidad, en donde Dioses y Diosas reinaban este mundo, sin contrapeso y a total voluntad. La humanidad, al olvidarlos, los castigaron a reencarnar una y otra vez, reiterando incesante y tortuosamente los hechos ya vividos antaño. Creo que comenzaré por convencerla que la primera letra de su nombre es la misma de la Diosa del amor y la belleza. Nunca tuve un mandato más encantador, el que llevaré a cabo con el mayor de los placeres. Compadezco al hermano que debe convencer a Ares.

 

                                                FIN 

(*) Mis agradecimientos a Alberto Vivanco por "prestarme" a su carismático personaje, sin que él se dé por enterado y a mi hijo Felipe, por generar la imagen del personaje principal por medio de una inteligencia artificial, a partir de las palabras de esta narración.