martes, 23 de mayo de 2017

Criptobiosis.


Aceptarás la invitación de tus compañeros de universidad, a pesar de la evidente falta a clases. Mal que mal, las sesiones del "Cloroformo" Villagrán aburren hasta el más pintado de la promoción del 79. Caminarán con Daniel y Víctor hacia la plaza Victoria y cortarán hacia Condell. La exposición del Museo de Cera, recién llegada al puerto, es un caramelo irresistible para el morbo adolescente reprimido que tú representas fielmente. Apenas bajé del bus en el cruce de Departamental con la carretera Norte - Sur, el ambiente mutó radicalmente. De la plácida comodidad del pullman del sur al bullicio ensordecedor de la calle. La caminata de siete cuadras las despaché rápidamente. Ya eran seis días miércoles que llevaba realizándolas desde febrero. Y mi equipo favorito bien se lo merecía. Era la semifinal de la copa... Y nada menos que con Boca Juniors.

Víctor se empecinará en llevar la conversación a lo acostumbrado. La muestra del Museo de Cera es la primera vez que llega a territorio nacional y, por supuesto, llega a Valparaíso y no a Santiago. Lamentarás, una vez más, la monotonía del tema. Pagarán el importe del boleto de entrada y esperarán asombrarse con lo desconocido. Tú única referencia será la película House of wax, ese añejo film de terror protagonizado por Vincent Price. El estadio se encuentra a su máxima capacidad. Mi viejo me cuidó el asiento celosamente. Al hacerme un espacio, casi a los empellones y sentarme en ese privilegiado puesto del sector Océano, siento la rabia de los demás espectadores, al observar al tipo, que ufano, toma posesión del lugar. No en vano, ellas llevan horas de pie, esperando por el partido.     

La muestra del museo resultará un fiasco para tus compañeros, no así para ti. Si bien, la imágenes de los grandes asesinos de la historia no te harán mella, ya que Atila, Hitler y Charles Mason son solo eso, precarias representaciones de sus originales, las reproducciones de un torso destrozado por una granada, una septicemia avanzada de piel o un extraño y grotesco infantilismo de órganos reproductores masculinos te revolverán el estomago y te dejarán en la antesala del vómito. El primer tiempo es tenso y acaba con la cuenta en blanco. Mi padre fuma sus acostumbrados cigarros para aplacar en parte sus nervios. Yo me desquito con un chocolate que él mismo me trajo y lo devoro de dos bocados. Comienza la segunda parte y a los diecinueve minutos Barticcioto entra por la derecha driblando a cuanto rival se le cruza y centra hacia Rubén Martínez, quien solo debe empujarla. El desahogo es total. Con un tanto más pasamos a la final. Apenas dos minutos después, el "Flaco" Garrido saca un lateral hacia el "Coca" Mendoza, elude a dos xeneises y pasa a Espinoza, quien se la devuelve en pared y profundiza hacia el "Pato" Yañez. Corre velozmente por su flanco y saca un ajustado centro que cae pasado el segundo palo. Barticcioto le gana la mano a un defensa y, ya casi sin ángulo, la introduce en el arco de Navarro Montoya. 

Tu vista se nublará y sentirás un irrefrenable vértigo. Ahora solo verás un resplandor que inunda toda las sala. Instintivamente te asirás de una cortina y lentamente caerás al suelo. Tus amigos ya no se encontrarán contigo. Te fallarán todos tus sentidos. El ahogado grito de gol explota en el recinto deportivo. Me uno en un abrazo con mi padre. Luego con las manos en alto celebro y giro a mi alrededor. Veo a dos ancianos llorando y besando el escudo del Cacique, como también, a un hincha hincado, agradeciendo a alguna divinidad. Es el paroxismo de la masa descontrolada. Como puedo logro sentarme y una sensación de vacío invade mi cuerpo. Alcanzo a divisar a mi papá que se dirige con una expresión de terror hacia mi. Me siento cada vez más lejos de él.

Intento recuperar mi vista y mi centro, sentado en un piso muy frío. Es en vano. Ya mi cuerpo no me pertenece. Sentirás el lejano rumor de una muchedumbre, que goza lo indecible, pero ya tu carne y tus huesos te abandonaron para siempre. Veré a mi madre expulsando a mi padre de la casa, mientras lloro, sin entender. Sentirás las caricias nerviosas de tu primera experiencia sexual. Te sorprenderás al asistir al parto de tu segundo hijo por nacer. Detectaré como muere, en el sueño, mi viejo, encamado en el Hospital San Borja. Saborearás en las plantas de los pies la suave arena de Algarrobo. Me entero de la prematura enfermedad terminal de Daniel y te sobrecogerás con la escondida y melancólica homosexualidad de Víctor. 

Sentirás... sentiré, la soledad del vacío más absoluto. Me rindo y te entregas. Ya es tu hora mía. 

martes, 7 de febrero de 2017

Una jauría de lobos



 De cómo un grupo de jóvenes futbolistas, mayormente de extracción social modesta, se agrupó y cambió el hambre literal, por el de triunfos, se dejó conducir por estudiosos entrenadores y asombró al planeta fútbol, dejando mal parados a encopetados rivales del primer mundo, formando parte de planteles estelares europeos y conquistando sendos campeonatos en América, era para las generaciones antiguas de hinchas del balompié criollo solo una quimera.

Sin embargo, la espera de cien años de sequía de triunfos llegó a su fin y he aquí que en nuestro palmarés se encuentran dos copas América, no solamente ganadas de manera consecutiva, sino que venciendo a la Argentina de Messi, el mejor jugador del mundo en la actualidad según los entendidos, y nada menos que por la infartante tanda de los penales. Expediente que en el pasado nos traía dolores de cabeza, ya que las perdíamos todas.

El diario inglés The Guardian, publicó una crónica dedicada a nuestros muchachos en donde los calificaba de Jauría de lobos (Pack of wolves), debido a la intensidad del juego en equipo, su velocidad enloquecedora y su hambre depredadora al encarar a los rivales y atacar al arco contrario. Era el sueño realizado, los deseos concebidos y la senda del camino amarillo por fin encontrada.

¿Por qué tanta alegría desatada? ¿A qué se debe la hiperbólica reacción ante un hecho deportivo? 

Remontémonos a nuestro pasado para comprender el contexto y las ocasiones que se llegó a instancias finales sin éxito…




Corría el año de 1955. Después de desafortunadas participaciones en Campeonatos Sudamericanos de 1916 a esa fecha, por fin se llegaba a instancias finales y el Estadio Nacional era el escenario. Los nuestros llegaban a la final con Argentina. Los nombres de Misael Escuti, los hermanos Robledo, René Meléndez y Enrique Hormazábal, brillaron a alturas insospechadas, pero lamentablemente se pierde la final con la albiceleste 1 a 0 con gol de trasandino Mecheli en el minuto ’56. Un hecho luctuoso enluta la final. Mueren seis personas aplastadas por la multitud al desear ingresar al recinto deportivo y quince resultan heridas.



Al año siguiente, el de 1956, se organiza la cita sudamericana en Uruguay, quien resulta ser el flamante campeón. La desgracia es que el combinado nacional, manteniendo casi la misma base del año anterior, vuelve a ocupar el segundo lugar, desplazando a Argentina por diferencia de goles y por primera vez golea a Brasil por 4 a 1, con goles de René Melendéz, Leonel Sánchez y dos de Enrique Hormazábal. Este último gana el título de goleador del torneo. La anécdota bizarra es que Guido Vallejos, creador del inmortal cómic Barrabases, crea una historieta imaginaria, en esa época, en donde el seleccionado chileno obtiene el título de campeón sudamericano y en una de las fechas golea a Brasil 5 a 1, siendo la sede el país de La Celeste. Resultado y locación similar al del equipo real.

 La paciencia e inocencia del espectador nacional resiste cualquier prueba, por ello se tuvo que esperar hasta 1979. El campeonato había cambiado de nombre y de formato. Era la flamante Copa América y los equipos se dividían por grupos y se enfrentaban en duelos de ida y vuelta. El seleccionado fue sorteando rivales, entre ellos, Perú y Colombia. Especial mención merece una leyenda no comprobada del lance en Santiago, frente a los cafeteros. Se necesitaba ganar por una diferencia de dos goles para seguir en carrera, lo que se consiguió. Sin embargo, se cuenta que, unos días antes del encuentro, ingresaron unas prostitutas al hotel de los colombianos y se sacaron fotos con varios jugadores en situaciones poco decorosas. Al iniciar el partido, se las entregaron a los deportistas involucrados y jugaron el peor partido de sus vidas. La final se jugó a un máximo de tres juegos con Paraguay. Se pierde 3 a 1 de visita y se gana 1 a 0 de local (gol de Carlos Rivas) y la final se juega en Argentina con resultado 0 a 0. Raya para la suma: Paraguay campeón por mejor diferencia de goles. Destacaron, entre otros, “El gato” Osbén, Mario Galindo, Elías Figueroa y Carlos Caszely. La revista cómica argentina Humor registrado, festina con que absolutamente todos los ataques de Chile y Paraguay se realizaban por la derecha, haciendo alusión a las cruentas dictaduras de Augusto Pinochet y Alfredo Stroessner, que gobernaban en esos años.






Nuevamente una larga espera. Corría el año de 1987 y se había vuelto al campeonato con sede única. Esta vez era Argentina el país local y gran candidato, ya que contaban con uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol mundial, Diego Maradona. Además, el seleccionado trasandino se había coronado campeón del orbe en México el año anterior. Chile, con jugadores como “El Cóndor” Rojas, Fernando Astengo, Jorge Contreras y Jaime Pizarro, por nombrar algunos, iba con la ilusión de sortear alguna ronda. Pero los hados, por lo menos al comienzo se encontraban al lado de la roja. El seleccionado gana sorpresivamente su grupo y golea nada menos que a Brasil, en la ciudad de Rosario. Los tantos de Ivo Basay y de Juan Carlos Letelier quedaron en la retina de los hinchas de la época y se estructuró el 4 a 0. En la semifinal se derrota a la Colombia del “Pibe” Valderrama por 2 a 1 y se choca con Uruguay, equipo que dejó en el camino a los campeones mundiales trasandinos. La historia se repite, cual sino garciamarquiano. La Celeste nos derrota por la cuenta mínima. El “Condor” Rojas, en un potente tiro da rebote y Bengoechea anota el gol del campeonato. Se supo que el mismo día de la final, los jugadores intentaron realizar una nueva negociación con los dirigentes, con respecto de los premios económicos por ganar el campeonato. Nunca se encarnaron mejor los dichos populares de: “No se reparte el chancho, si no lo has comprado”, o bien,  “nunca se limpia el trasero, antes de haber cagado”.

Dicen que no hay mal que dure cien años…en este caso, duró 99. Ya son parte del imaginario deportivo nacional los partidos de Chile en la Copa América de 2015 y, en especial, los penales convertidos en el duelo final entre Chile y Argentina por Matías Fernández, Arturo Vidal, Charles Aránguiz, el perdido por Higuaín y el atajado por Claudio Bravo a Banega. Como corolario, Alexis Sánchez enfrenta desde los doce pasos al “Chiquito” Romero y la pica con una sangre fría nunca vista en canchas chilenas. Por fin podíamos gritar a todo pulmón: ¡Chile campeón!



Aún asombrados por la hazaña lograda y con la resaca de la fiesta a cuestas, este jauría nos tenía reservada otra sorpresa de inmensas proporciones. Se decidió organizar una Copa América Centenario a disputarse en Estados Unidos. La razón obedecía a la conmemoración de los cien años de la creación de torneo de selecciones de fútbol más antiguo del planeta. Nuestro equipo llegaba con el cartel del campeón. Si bien, los primeros partidos no dejaron un buen sabor de boca, se logró a llegar a instancias finales. Fue el 7 a 0 a México el que asombró al continente. La semifinal con Colombia arrojaría un 2 a 0, con la espera más larga que se tenga memoria, ya que una apocalítica tormenta no dejó jugar por casi una hora. Y nuevamente la final con la Argentina de Messi.Quedarán grabadas a fuego las imágenes de los penales perdidos por la mismísima "Pulga" y Arturo Vidal y el que Claudio Bravo le atajó a Biglia, como también los convertidos por Nicolás Castillo, Charles Aranguiz, Jean Beausejour y el tanto del campeonato que convirtió el "Gato" Silva. ¡Chile Bicampeón de América!


 Esperamos con ansias, que una nueva conjunción de astros se alinien en el firmamento y nos entreguen una nueva generación de destacadísimos futbolistas como esta jauría de lobos. Mientras esto no ocurra, sigamos disfrutando ahora y para siempre de esta señalada camada de deportistas, que ya son leyenda.