viernes, 31 de mayo de 2019

Fútbol chileno S.A.


La estadística es de terror. De siete equipos chilenos participantes en copas internacionales durante este año, todos ya se encuentran eliminados en primeras fases. El último, la Universidad Católica, no pudo remontar un resultado adverso de cinco goles a cero, a manos de un equipo ecuatoriano llamado Independiente del Valle. Una empresa casi imposible. Y en años anteriores se ha transitado la misma senda. Pero en los noventa Colo Colo fue campeón de la Copa Libertadores y a poco de inaugurar el cambio de siglo, la Universidad de Chile obtuvo la Sudamericana. ¿Qué sucedió en esta última década? ¿De bicampeones de América a jugar en el patio trasero?


Toda consecuencia es producto de lo multicausal, por ende, la debacle actual no escapa a ello. Jugadores que apenas manejan las destrezas básicas del juego, tributarios de una preparación mediocre de las bases; entrenadores que juegan a no perder los partidos, como premisa básica; cuerpo de preparadores físicos que no pueden formar deportistas que sostengan un ritmo de alta competencia, ni siquiera en noventa minutos; competencia depreciada, lo que resulta en que extranjeros de dudosa calidad participen en nuestro campeonato y un largo etcétera.

 En esta oportunidad me detendré en el que creo, la predominante razón que explica las constantes derrotas de nuestros equipos de fútbol en la arena internacional de los últimos años. Esto es el sistema neoliberal impuesto en nuestro país en los años en que vivimos en peligro. Si bien, el fútbol nacional había sido intervenido por la dictadura en los setenta y los ochenta, la receta económica nacional no se había aplicado del todo en nuestros equipos. En años recientes, y bajo una ley, se comenzó a aplicar el sistema de Sociedades Anónimas a la mayoría de ellos y, luego de unos cuantos años, ya se ven sus patéticos resultados.


No soy un contrario per se a la economía de mercado y a la iniciativa privada. Lo entiendo en países que transitaron hacia ella, como consecuencia de un proceso ciudadano participativo de décadas y con los resguardos legales razonables para las clases media y baja, cuidando que la brecha lógica que se establecería al aplicarla, no dañara considerablemente a las personas de a pie. No fue el caso de la experiencia chilena. Acá se impuso por la fuerza de las armas,  un sistema de mercado salvaje en donde los que detentan el poder y el dinero, prácticamente pueden realizar lo que se les antoje, sin contrapeso legal y con la venia por más de dos décadas de la coalición de izquierda que gobernó Chile las últimas décadas.

El perfil del gran empresario chileno se conformó a la medida de este capitalismo nacional, es decir, cortoplacista, maximizador de sus ganancias en desmedro de los trabajadores de una manera insolente, con proyectos de poco vuelo y sin devolverle nunca a su tierra, a lo menos un poco de lo que había adquirido durante sus años dorados. Y esto, ¿tiene alguna relación con los paupérrimos resultados de nuestro deporte nacional? Por supuesto que sí. Cuando las sociedades anónimas se instalaron en nuestro fútbol, se publicitaron como las grandes salvadoras de la debacle financiera de los anteriores dirigentes. A poco andar, nos dimos cuenta que la realidad iba por otros caminos.

Las grandes ganancias no provienen de exitosos e innovadores proyectos propios. Se originan en el canal del Fútbol (CDF), quien mantiene en gran parte el andamiaje de esta feble estructura, con el dinero que pagamos por ver los partidos por TV. Las inversiones en divisiones inferiores son irrisorias, lo que resulta en jugadores que no poseen las garantías razonables para formarse como deportistas de buen nivel. Los futbolistas de la primera división son, entonces, un grupo de jóvenes que no tienen las competencias para destacar en este deporte. Con ello, se devalúa el campeonato y los jugadores extranjeros de alto rendimiento no les seduce venir a jugar a nuestra tierras, ya que, o son muy caros o no les interesa ser partícipes de una competencia mediocre.

No existe un plan para llevar multitudes a los estadios. Partidos aburridos, violencia de las barras bravas y, como ya se dijo, el deseo de recibir a fin de mes una tajada del tesoro a repartir que son los dineros del CDF. Es el resultado de la aplicación de un modelo neoliberal cavernario e impuesto. Ahora se entiende por que Colo Colo, la Universidad Católica, La Universidad de Chile y todos aquellos equipos que intenten medirse con cualesquiera de los equipos extranjeros sudamericanos lo pasarán muy mal y serán derrotados inapelablemente año tras año, sin que al gran empresariado del fútbol le importe un comino.