jueves, 25 de abril de 2024

Vampirismo docente (I parte)


Dorian era un vampiro que ejercía como profesor de secundaria.

El oficio de educador la venía desarrollando desde hacía cientos de años atrás. La condición de sanguijuela lo atrapó en la antigua Grecia. Fue un invierno del año 146. A de C. que Erasmo, el primigenio espectro de la humanidad, reclutó al entonces Argenis (el primer patronímico de Dorian). Por entera diversión lo asaltó y, en vez de succionarlo y drenarle su esencial elemento, decidió convertirlo en un nosferatu que solo viviera de la energía de los vivos. Espantado en un comienzo, Argenis se encerró y maldijo su mala estrella. Pasaron algunas semanas y sentía que su cuerpo envejecía a paso agigantados. Experimentó una sensación similar a la muerte cuando vio que su carne se estropeaba rápidamente y se aterró. Sin embargo, un hecho fortuito cambiaría su vida para siempre. Una anciana mendiga golpeó a su puerta insistentemente. Abrió molesto la puerta y miró fijamente con enojo al insignificante ser. La pordiosera cayó muerta al instante y el condenado sintió que un extraño vigor invadía todo su ser. Las arrugas y las canas desaparecieron al instante y sus músculos recobraron su fuerza. 

Argenis, para sobrevivir, dependía de la esencia vital humana, que no era la sangre, sino el vigor de los otros. Enterró el cuerpo inerte de la anciana y se atrevió a enfrentar su nueva vida. Retomó su condición de sofista e impartió su saber a jóvenes atenienses de familia acomodada. Prontamente, descubrió que, sosteniendo la mirada a sus discípulos, su cuerpo rejuvenecía y florecía de manera inmediata. Estos, luego de las clases, sentían mareos. Incluso uno de ellos se desmayó, cayendo violentamente al piso. Descubrió, así, uno de los primeros aprendizajes de la que sería su larga vida. La sobrevivencia. Si bien, volvía al mundo activo y su cuerpo se colmaba de vigor, sus discípulos decaían ostensiblemente. Debido a ello, impartió clases mirando fijamente a los ojos de cuando en vez a sus estudiantes y arrebatándoles leves cargas de energía. Aquello lo mantenía joven y vivaz y no perjudicaba la salud de su discípulos. Su temperamento quieto realizó el resto. Sin embargo, un nuevo inconveniente aparecía en lontananza.

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