viernes, 23 de febrero de 2024

Pavesas apocalípticas

 

Detrás de ese incendio que te mueve
Se esconde una ciudad de dos mil años
Detrás de ese incendio, dicen, que sólo existe el mar
Detrás de ese incendio que te mueve
No queda ni un invierno, ni un verano
Detrás de ese incendio, dicen, que nadie puede escapar
                                                         (Ana Belén)

En el comienzo de los tiempos, los dioses  y los hombres de la élite que detentaban el poder cósmico y terrenal, respectivamente, cerraron un trato que se escribió en piedra. Las condiciones favorecían a ambas castas. Los primeros ganarían la continuidad de su precaria eternidad, sumarían gran cantidad de almas mortales inferiores y mantendrían un poder metafísico cada vez más esquivo. Los segundos, asegurarían para ellos sus prebendas de clase superior, seguirían en la cima de la cadena alimenticia y se saldrían con la suya a todo evento. Este contubernio milenario se mantuvo intacto hasta los tiempos actuales, con honrosas excepciones, que solo confirmaban la regla. Si los débiles e inferiores seres osaran alterar ese orden universal (y que lo han intentado en contadas ocasiones), los todopoderosos solo patearían el tablero de ajedrez, cuando la situación podría escapárseles de las manos.

El abyecto plan que se venía aplicando hace varias décadas atrás, en esta ocasión requería de una cobertura mayor. Los mandamases de esta estrecha franja ubicada en la Finis Terrae de América requerían de un mayor espacio para sus pingües negocios inmobiliarios y de infraestructura vial. Lo venían empleando de manera gradual hace varios años, sin embargo, en este verano del 2024 ameritaba una cirugía nunca antes vista. La reunión cumbre se llevó a cabo en el Neoparnaso. Fueron a la cita el mismísimo Zeus, acompañado de Marte, Poseidón, Hades, Apolo, Hermes, Hefesto y, como invitado especial, un dios menor, pero que tendría una significativa participación en el contubernio, Eolo. El selecto grupo de los poderosos chilenos lo conformaban grandes empresarios, políticos ultras y militares del alto mando. Las autoridades eclesiásticas se encontraban desgraciadas y, con el terreno perdido habían sido, irónicamente, expulsados de ese edén nacional.

El proyecto del mega incendio tomaba forma. Marte pondría a disposición de los potentados sátrapas, grupúsculos de violentistas de conciencia cauterizada. Hefesto les proporcionaría las malditas herramientas necesarias. Apolo avivaría el fuego con su estrella rey. Poseidón provocaría movimientos telúricos, si fuese necesario y Hermes alteraría la realidad, creando una contexto propicio para la verosímil falsificación de los hechos que sería consumida por la inocente población. Además, Hades exigiría la inmolación de un abundante número de hombres y mujeres inferiores, sin distinción etárea, añadiendo el sacrificio de un prominente miembro de la casta superior. Y no solo eso. La víctima debía ser elegida por sus pares superiores. Absolutamente todo se encontraría supervisado por Zeus, dios celoso, déspota y decadente, al igual que sus congéneres.
  
Ese viernes 2 de febrero, los habitantes de Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Limache comenzarían a vivir un símil del infierno en la tierra. Los focos incendiarios de bosques y habitaciones se multiplicaban por doquier y, sospechosamente, no poseían cercanías geográficas entre ellos. Eolo llevaba la delantera de las infames llamas provocadas por dementes, útiles a los oscuros intereses de las castas, y conducía por el aire las pavesas asesinas por gran parte de la región, arrasando a su paso cuanto era factible de ser calcinado. Durante cuarenta y ocho horas de horror perecieron más de cien personas, tres mil casas desaparecieron bajo las lenguas de fuego y mil hectáreas de vegetación fueron arrasadas. Al finalizar ese  pavoroso fin de semana, lugares como Los Pinos, Colinas de Oro, Pompeya, Jardín Botánico, Canal Chacao, la Población Argentina, Quebrada Escobares y gran parte del fundo El Rincón confirmaban un paisaje dantesco reducido a  cenizas.  

Lo que aconteció a continuación limitaba, en un comienzo, con lo previsible para luego caer en la maldad en estado puro. Hermes poseía una experticia digna de un dios en sus labores y las cerraría con la destreza de un orfebre demencial. Horas de seudo informaciones por los medios masivos de comunicación que resaltaban más la morbosidad que una postura empática con la tragedia. Y como ya la clase dominante de los mortales había elegido a uno de los suyos como ofrenda final, su muerte e impresionantes pompas fúnebres, nublarían la conciencia de lo ocurrido a los habitantes de este bizarro país. Era el 6 de febrero y Tatán Piñera, el controvertido ex primer mandatario del país que decidió transitar un camino propio, desoyendo las directrices de su linaje, tendría una cita con el destino y abordaría el alado vehículo que se convertiría en su sarcófago. Así, esta desamparada tierra continúa existiendo en el bucle temporal del que es prisionero hace ya varios siglos. 

                                     Fin

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