sábado, 2 de noviembre de 2024

La rebelión de las sirenas (2° parte).


Les comunicó a las demás empleadas del objetivo que había logrado y las conminó a la unión para hacerlo extensivo a todas. La primera impresión de las muchachas fue de asombro, ya que temblaban ante la sola presencia de Lucía Klement y no se explicaban cómo Macarena había tenido éxito. La mayoría le sugirió no remover las aguas y que se contentara con su meta. La bella sintió el grado de sumisión, debido al amedrentamiento de que eran objeto y, por esta vez, calló. Percibió que los hados se encontraban en la vereda de enfrente y esperó un mejor momento. Le mostró al administrador que un taco de su zapato izquierdo se gastaba, mientras que, del otro par, la punta del derecho tenía una leve rotura. Agregó que de su faja uno de los elásticos le apretaba demasiado. Su condición de diva del café le permitió recibir prontamente los repuestos que los distribuyó secretamente, entre las otras empleadas. La estrategia primaria consistía en ganar la confianza del personal. Fase cumplida con éxito moderado. El paso posterior consistió en aprovechar los escasos momentos de descanso y persuadir a las muñecas de lo precario de su estado laboral y que en conjunto podrían alcanzar un trato justo, sueldo acorde a sus capacidades y las prebendas que la ley chilena les otorgaba. Esta vez, unas cuantas le prestaron oídos. Macarena preparaba el escenario para su primer movimiento significativo. Su clientela aumentaba exponencialmente y sus admiradores ya se contaban por docenas. Pidió una reunión con la dueña del Férula y el personal. Lucía, entre risas burlonas y actitud pedante, aceptó el encuentro. Era la noche del 5 de septiembre y, luego de la hora de cierre, Macarena, junto con casi la totalidad de las ninfas, le presentaban un pliego de peticiones. Este libelo incluía aumento de sueldo, que se alejara del mínimo que recibían hasta entonces, tiempo de descanso de 15 minutos cada dos horas de trabajo, uniformes pagados íntegramente por el empleador y fin del castigo del turno sabatino, que quedaba a la elección de la trabajadora que realmente necesitara una entrada económica extra. Lucía soltó una risotada que atronó todo el recinto y mandó ,con viento fresco, a toda la muchachada a la misma mierda.

Macarena Pellegrin no renunciaría a su trabajo. Es más, el portazo en las narices sería el puntapié inicial que daba comienzo a las hostilidades que arribarían a ese café, de las que sería una inusual adalid.

No hay comentarios: